Miércoles, 04 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Aborto: asesinato de inocentes


Eso de que la madre puede disponer de la vida de su hijo es una monstruosidad. La madre tiene obligación de que su hijo viva, y si es culpable de su muerte, nadie le quitará ese remordimiento. El aborto puede quedar impune ante la ley, pero no ante la conciencia.

por Jorge Loring, SI

El proyecto de ampliar la ley del aborto ha puesto sobre el tapete este tema. Quiero aportar una colaboración. Se llama aborto la interrupción del embarazo cuando el feto todavía no puede sobrevivir fuera del seno materno. Provocar el aborto directamente es un homicidio, porque el feto es un nuevo individuo plenamente capaz para lograr su desarrollo completo. De la unión del óvulo con el espermatozoide nace un nuevo ser humano, una célula diferente con doble herencia: 23 cromosomas del padre y 23 de la madre. Por eso, ese nuevo ser es persona humana. Es persona humana desde la concepción hasta la muerte. Y la dignidad de ser persona concede a toda naturaleza humana los mismos derechos . Como la vida de una persona comienza con la concepción, el aborto provocado es un crimen. El Concilio Vaticano II lo llama: «crimen abominable» . Es un asesinato de lo más cruel y cobarde, pues el asesinado es un ser inocente e indefenso que no puede huir, ni siquiera gritar para protestar de la injusticia que se comete con él. Las generaciones del futuro no comprenderán que en nuestro tiempo los gobiernos permitan a las madres que maten a sus hijos. Nos llamarán «generación asesina». Los abortistas se molestan si se les llama asesinos; pero, ¿qué otro nombre podemos dar a los que han condenado a muerte a cuarenta millones de seres inocentes? Y añaden: «La Iglesia es cruel, porque a los que cargan con el trauma de haber abortado, les añade el trauma de la excomunión». Este razonamiento es absurdo. Sería como querer quitar la Policía para no preocupar a los terroristas. Defender a los abortistas es como defender a los terroristas que matan, y despreocuparse de las víctimas. Permitir el aborto para evitar el peligro de las mujeres que abortan clandestinamente es lo mismo que permitir los asesinatos para no poner en peligro la vida de los asesinos. Pues bien, en Teología se dice que hay un nuevo ser humano desde el primer momento de la concepción. Y los médicos confirman esta afirmación. «Desde el comienzo del proceso embrionario nos encontramos con una individualidad genética distinta y diferenciada de la de los padres» . El código genético contiene las características humanas e individuales del nuevo ser. Todo lo que cada individuo humano posee de único, singular e irrepetible a lo largo de toda su historia, está ya presente en su código genético. «La persona humana está en el embrión con todas sus potencialidades, que se irán desarrollando a lo largo de su existencia» . El Profesor Juan Ramón Lacadena, Catedrático de Genética de la Universidad Complutense de Madrid, en el Primer Congreso Internacional de Bioética de España, dijo que «la nueva vida comienza en el momento en que el espermatozoide entra en el óvulo» . El Dr. José Hernández Yago, Presidente de la Sociedad Valenciana de Bioética, ha dicho que el descubrimiento del genoma humano demuestra «inequívocamente que en el momento de la fecundación del óvulo por el espermatozoide surge un ser humano con todo el genoma completo» . El Dr. Ramiro Rivera, Presidente del Consejo General de los Colegios Médicos de España, dice: «Para un médico es indiscutible que desde el momento de la fecundación tenemos un nuevo ser humano». La Dra. Natalia López Moratalla, Catedrática de Biología, dice: «El cigoto, fruto de la fecundación, es una realidad nueva, un ser humano con todas las características de quien inicia su primer día de vida. Ya está completada la constitución de un individuo humano, de una persona» . «La individuación se da desde el primer momento de la fecundación. (…) Ese ser tiene la condición de individuo de la especie humana». El Dr. D. José Botella, Presidente de la Real Academia de Medicina y Catedrático de Ginecología en la Universidad Complutense de Madrid, en un artículo titulado El derecho a nacer, publicado en el diario YA, dice que la individualidad humana depende del código genético, y este código genético queda constituido en el momento de la concepción, siendo propio del nuevo ser, distinto de los códigos paterno y materno. Es decir, que el nuevo ser es un individuo desde el momento de la concepción, y por lo tanto está amparado por los derechos humanos. Eliminarlo es eliminar a un hombre: un homicidio. Un hombre, que además del derecho que tiene a la vida, lleva en sí el derecho a vivir de toda una cadena de otros posibles seres humanos en el futuro, entre los que puede haber genios, artistas, sabios y santos. «Producir un aborto es matar a un ser humano» (Dr. Zamorano Sanabria. Catedrático de Embriología de la Universidad Complutense de Madrid) . El Dr. José Antonio Abrisqueta, Jefe de la Unidad de Genética Humana del Centro de Investigaciones Biológicas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, afirma: «Ningún científico dudaría en afirmar que la vida humana empieza en el momento de la concepción» . Los tratados de Medicina siguen afirmando que el inicio de la vida humana ocurre en el momento de la unión entre el óvulo y el espermatozoide. «Ningún biólogo duda hoy en día que en el momento mismo de la reunión de los gametos, se ha engendrado ya no sólo una vida nueva e independiente, sino además una individualidad inédita» . El profesor Herranz Catedrático de Histología y Embriología General de la Universidad de Navarra, ha dicho: «El embrión humano es un ser humano, tiene vida humana. Su DNA es el mismo que tendrá toda su vida». A su vez, el Dr. Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina de 1959, afirma que el hombre es lo que su clave genética determina. Y esta clase genética se establece desde el momento que se constituye el huevo (cigoto). Desde este momento este nuevo ser tiene sus derechos personales. Jamás un anatómico o un fisiólogo considerará el feto como parte integrante de la madre, como puede serlo el apéndice o una verruga que se pueden extirpar a voluntad. La vida del feto no es la de la madre, sino la suya propia, y tiene derecho a que se respete como se debe respetar la vida de un adulto. Las mujeres abortistas dicen que ellas hacen de su cuerpo lo que quieren; pero el feto no es una verruga. Es un ser humano. Y ninguna madre es la propietaria de la vida de su hijo. Julián Marías, de la Real Academia Española, en un artículo del ABC , dice cosas muy acertadas: «Eso de que el feto es parte del cuerpo de la madre es una insigne falsedad, porque no es parte, está “alojado” en ella, “implantado” en ella. Una mujer no dice “voy a tener un tumor”, sino “voy a tener un hijo”... A veces se usa una expresión de refinada hipocresía para denominar el aborto provocado: Se dice que es la “interrupción del embarazo”. Como si al ahorcar se le llamara interrupción de la respiración»... Dios ha dispuesto que los primeros días del ser humano se desarrollen dentro del seno de la madre para proteger su vida. Esto para algunos seres, en lugar de ser una defensa resulta un riesgo, pues madres que no se atreverían a asesinar a su hijo de dos años, se atreven a hacerlo si sólo lleva pocos meses en su seno. Estas madres traicionan la misión que Dios les ha confiado. Esto no lo hacen ni las fieras. Todos los animales defienden a sus crías. La crueldad de una madre matando a su hijo no tiene parangón. Ese hijo es la persona que más la va a querer. Ningún hijo haría lo mismo con su madre. Si alguno lo hiciera diríamos que es un monstruo. ¿Qué calificativo merecen las madres abortistas? Estas madres asesinas, ¿han pensado que los fetos son sensibles al dolor? Así lo evidencian pruebas científicas. El que en algunas naciones el aborto no esté penalizado por la ley, no lo convierte en moral. Las normas morales absolutas son independientes de la voluntad de los hombres. La ley de Dios prohíbe el aborto, y ninguna ley hecha por el hombre puede hacer lícita la muerte de un inocente. Aunque en una nación se legislara lícita la calumnia, no por eso la calumnia dejaría de ser una injusticia. «Nadie pude autorizar la muerte de un inocente, sea embrión, feto, enfermo o anciano, sin cometer, por ello un crimen de extrema gravedad». El Papa Juan Pablo II, dijo en Madrid el 2 de noviembre de 1982: «Nunca se puede legitimar condenar a muerte a un inocente». La despenalización del aborto criminal para contentar las voces que lo reclaman, no convierte el aborto en bueno. Las cosas o se hacen buenas por ser frecuentes. En ese caso, el egoísmo, tan frecuente, sería bueno; y el heroísmo, tan excepcional, sería malo. La despenalización del aborto lleva a que se realicen monstruosidades, como cubos de basura llenos de fetos humanos, o aquel ginecólogo que alimentaba a su perro con lo fetos que obtenía de los abortos que practicaba a las mujeres que acudían a su clínica . Es una hipocresía defender como política de partido las libertades democráticas de la persona humana, y luego defender el aborto, privando del derecho a la vida a una persona inocente, aprovechándose que no puede defenderse, ni siquiera protestar. El 9 de diciembre de 1996 se bautizó, como católico, en la catedral de San Patricio de Nueva York, el Dr. Bernard Nathanson, conocido en otro tiempo como el «rey de aborto». Fue Director de la mayor clínica abortista de Estados Unidos: la CRANCH. Tenía a sus órdenes treinta y cinco médicos que, en diez quirófanos, practicaban ciento veinte abortos diarios. Según él mismo manifestó en una conferencia en el Colegio de Médicos de Madrid: «bajo mis órdenes se practicaron sesenta mil abortos, y yo hice personalmente unos cinco mil» . En los años 80 se convenció de que el feto era un ser humano, pues hay evidencia científica de que la vida humana empieza en la concepción, y se volvió antiabortista. Es autor del libro Abortando en América y de la película El Grito Silencioso . La gente del Movimiento Pro-Vida le hicieron cuestionarse el ateísmo que había mamado desde pequeño. Dice: «Comencé a considerar en serio la idea de Dios. Descubrí el Dios del Nuevo Testamento en quien yo podía encontrar el perdón que durante tanto tiempo busqué desesperadamente. Convencido de que Dios me perdonaría los crímenes que había cometido. Eso me resultó sumamente consolador para mi espíritu afligido» . Es inconcebible que los mismos que quitan la pena de muerte para asesinos, que son un peligro para la sociedad, condenen a muerte a seres inocentes en el seno de su madre. ¿Qué podemos esperar de una sociedad que permite asesinar a niños no nacidos, por egoísmo de los mayores? ¿Qué valores van a respetar los que no respetan el derecho a vivir de sus hijos inocentes?. ¿Qué sentido tiene hablar de derechos humanos y negar el derecho a vivir a seres humanos inocentes? El derecho a la vida es el primero de los derechos humanos. Nadie con sentido común puede defender que sea lícito condenar a muerte a una persona inocente. El Papa Juan Pablo II dijo en Polonia el 4 de junio de 1991: «Ningún gobierno tiene derecho a autorizar la muerte de seres humanos inocentes». La Comisión permanente del Episcopado Español ha publicado una declaración donde afirma (en el nº 6) que «el Estado no tiene autoridad para decidir que sea permisible suprimir la vida de un ser humano inocente» . Eso de que la madre puede disponer de la vida de su hijo es una monstruosidad. La madre tiene obligación de que su hijo viva, y si es culpable de su muerte, nadie le quitará ese remordimiento. El aborto puede quedar impune ante la ley, pero no ante la conciencia; el remordimiento no la dejará dormir tranquila. Así me lo aseguraba una chica que se despertaba sobresaltada por las noches, mucho tiempo después de haber practicado el aborto, por el remordimiento de haber asesinado al hijo de sus entrañas. Me decía: «Padre, a veces me despierto viendo a mi hijo a quien asesiné». Decía el Dr. Wilke: «Es más fácil sacar un bebé del útero de una mujer que de su conciencia». «Todo confesor experimentado sabe que el aborto es un pecado que muchas mujeres no se perdonan a sí mismas, ni siquiera después de haber sido perdonadas por Dios. Los médicos y los psiquiatras saben también hasta qué punto las mujeres que han abortado voluntariamente sufren traumas psíquicos». El doctor D. Antonio Peco, ginecólogo, con treinta años de profesión en la Seguridad Social y en su clínica privada, me habló del trauma psíquico que sobreviene después del aborto: a) Remordimientos de conciencia por haber asesinado a su propio hijo. b) Mujeres que tenían uno o dos hijos y abortaron al que venía de camino. Después perdieron uno o los dos hijos, y viven desesperadas, pues ya es tarde para encargar otro. c) Matrimonios que no tienen valor de mirarse a la cara después de haber abortado, y terminan rompiendo definitivamente. d) Padres que ayudan a sus hijas a abortar, y después terminan odiándose mutuamente. Con razón los psicólogos austríacos reconocen gran cantidad de neurosis y depresiones en mujeres que han abortado voluntariamente. El Dr. Henry P. David, profesor de Psicología de la Universidad de Maryland de Baltimore (U.S.A.) dice: «El 64% de las mujeres a las que se ha realizado el aborto fueron ingresadas en hospitales psiquiátricos» . David C. Reardon, en un estudio publicado en la revista Post Abortion Review dice que las mujeres que han practicado el aborto presentan desórdenes mentales 41% más que las que no lo han hecho. Y son también muy numerosas las que terminan suicidándose después de haber practicado el aborto. Muchas en la fecha que abortaron o en la que debería haber nacido su hijo. Últimamente ha aparecido la píldora Nortevo. Se la llama también la «píldora del día siguiente». Evita la fecundación del óvulo, o la implantación en el útero si el óvulo ya está fecundado. Es decir, que puede ser una píldora abortiva. Por eso el ex Secretario de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Juan José Asenjo, en declaraciones a SERVIMEDIA expresó el rechazo de la Iglesia a «la píldora del día siguiente». El Dr. Justo Aznar, Jefe del Departamento de Biopatología Clínica del Hospital La Fe de Valencia, dijo en la Segunda Cadena de Televisión Española, el 29 de julio del 2001, a las nueve de la mañana: «La píldora del día siguiente es anticonceptiva un 15% de los casos; pero en el otro 85% es abortiva, pues impide la implantación del óvulo fecundado. Y el ser humano empieza en su concepción. Basta la posibilidad de que sea abortiva para que sea inmoral». Que esta píldora es abortiva se deduce de las investigaciones de Chris Kahlenbon, Joseph Stanford y Walter Larimore publicadas en la Revista The Annals of Pharmacotherapy. En el V Congreso de Católicos en la Vida Pública, celebrado en Madrid en noviembre del 2003, la Dra. María Ondina presentó un trabajo en el que afirmó que ciento tres mujeres británicas demandaron ante el Alto Tribunal de Gran Bretaña a tres empresas farmacéuticas, que ofrecían la píldora poscoital, por la muerte de siete mujeres a causa de esta píldora. «Recientes pruebas científicas han obligado al Gobierno de Inglaterra a alertar a las mujeres jóvenes del “peligro potencialmente mortal” de desarrollar un embarazo ectópico por consumir las llamadas “píldoras del día siguiente”». Sir Liam Donaldson, director médico del Gobierno, envió una comunicación a todos los galenos pidiéndoles que sean “extravigilantes” con las ‘píldoras del día siguiente’ pues están relacionadas directamente con las altas tasas de embarazos ectópicos. Asimismo, Donaldson ordenó a la empresa Schering AG –fabricante de la medicina– modificar la información de los prospectos para pacientes, aclarando que existe un alto riesgo de desarrollar este desorden. John Smeaton, director nacional de la Sociedad para la Protección de Niños Nonatos (SPUC), afirmó que “esta medicina debería ser quitada inmediatamente del mercado”» . En el aborto procurado peca, además de la madre, quien lo realiza, quien colabora y quien lo aconseja. El Vaticano recuerda a los operadores sanitarios que tienen una obligación grave a presentar objeción de conciencia en el caso de legislaciones abortistas . Quien practica el aborto queda excomulgado. Esta excomunión es automática (se llama «latae sententiae») al consumarse el aborto. Dice el Código de Derecho Canónico: «Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión» . Lo mismo todos los que colaboren a él de modo eficaz y voluntariamente . Es decir «si el delito no se hubiera cometido sin su colaboración». La excomunión es la pena canónica que la Iglesia impone a ciertos pecados muy graves para que no se cometan. Consiste en que al excomulgado se le prohíben todos los sacramentos menos el de la confesión. «No obstante, no caen en la excomunión cuando se dan las circunstancias que eximen de cualquier pena. En concreto, no incurren en penas eclesiásticas los menores de dieciocho años, quienes sin culpa desconocen que infringen esa ley, o los que lo realizan por miedo grave o con el fin de evitar un grave perjuicio».
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