Santiago Calvo y Don Marcelo: misión cumplida
Le comentan a Don Marcelo: “En un libro publicado en Estados Unidos afirman que el cardenal arzobispo de Toledo tuvo 22 votos en el primer escrutinio del cónclave” del que saldría elegido Papa el cardenal Albino Luciani, patriarca de Venecia. Y el autor de este libro, que ya ha recogido testimonios en el mismo sentido, como los de los cardenales Bafile y López Trujillo, comenta: "Don Marcelo tuvo una reacción espontánea, mitad sorpresa y mitad enfado, y dijo: '¡Bah! Se ve que alguien de los de dentro no ha guardado el secreto'. No dijo más, ni yo le pregunté más”.
Es una de tantas anécdotas inéditas que cuenta, tal cual, don Santiago Calvo en el segundo volumen, que acaba de aparecer en las librerías, de Don Marcelo, navegante y sembrador. Ha sido escrito por el fidelísimo secretario particular del cardenal que fue primado de España y, durante veintitrés años, arzobispo de Toledo.
He leído las más de mil páginas de los dos volúmenes, editados por Homo Legens, y sólo me cabe decirle al autor: “Misión cumplida". Y cumplida con creces, porque, tras una larga espera -las prisas nunca son buenas-, ha superado todas las expectativas de que cumpliera la gozosa obligación moral que se había impuesto de dar fe sobre "tantos años de vivencias junto a don Marcelo”: en el pueblo y en la ciudad, en la maravillosa liturgia mozárabe y en el mimo por su seminario, en la exclusión de ministros de la procesión del Corpus toledano y en la denuncia de escritores “desvergonzados” al escribir sobre la Iglesia, en la leal aplicación del Concilio Vaticano II y en el XIV Centenario del III Concilio de Toledo, en su delicadeza exquisita con la vida contemplativa, en su fe contagiosa, en su esperanza sin resquicios y en su caridad gozosa. Varias páginas de fotos, algunas inéditas, lo atestiguan en esta fascinante biografía que ofrece todo lo dicho y mucho más.
Nadie mejor que Santiago Calvo podía recoger y publicar lo que, durante años y años de investigación y de archivo, ha ido rememorando su prodigiosa memoria, coordinando sus anotaciones y trabajando, con admirable y fructífera dedicación, y con la ayuda de dos sacerdotes toledanos, José Luis Galán y Alberto José González.
Los dos volúmenes de 'Don Marcelo. Navegante y sembrador'.
Estos dos volúmenes, que pueden ser un espléndido regalo de Reyes, constituyen, sin lugar a dudas, la insuperable y definitiva biografía a la que, en estricta justicia, tenía pleno derecho aquel gigante eclesial que fue Don Marcelo, sembrador y navegante. El Papa San Juan Pablo II, en la carta que le escribió, al jubilarse don Marcelo, le decía textualmente: “Bien sabemos que no siempre has navegado por aguas tranquilas…”. Le conocía bien.
Puedo añadir que, más de una y de dos veces, durante mis años de corresponsal en Roma, he oído a algunos cardenales afirmar que don Marcelo -por cierto, el único cardenal que entró al Cónclave que eligió a Juan Pablo I con el libro Ilustrisimi, escrito por el cardenal Albino Luciani- hubiera sido un gran Papa. En la entrevista que, tras el cónclave que eligió a Juan Pablo II, tuvo a bien concederme, don Marcelo, y así queda reflejado en este libro, me dijo: “El Espíritu Santo nos ha abierto un camino inesperado. Un valor fundamental es que renazca en la Iglesia el poder de su convicción interna. La Iglesia necesita que sus convicciones internas sean sentidas por quienes pertenecen a ella, sin cruzadas de ningún tipo”. Y me habló de la Iglesia como “el fermento insustituible y la fuerza de salvación del hombre en el mundo actual, de la felicidad de vivir la fe y hacerla vivir con gozo”. “Para eso está la Iglesia”, me dijo.
El volumen primero terminaba con el nombramiento de Don Marcelo como arzobispo de Toledo y el segundo empieza desde aquel mismo momento, hasta que Dios le llama a Su presencia. El paso del tiempo que, en general, suele ser una inevitable invitación al olvido, en el caso de don Marcelo no ha hecho más que agigantar su figura y suscitar una irremediable añoranza de sus más de sesenta años de sacerdocio ejemplar y de evangelización plena, "opportune et importune”, como dice San Pablo (2 Tim 4, 2). Un impresionante Índice Onomástico, con más de dos mil quinientos nombres, habla por sí solo: de Karol Wojtyla (“Ahora ya podrá un Papa polaco visitar España”) a Joseph Ratzinger (“Sus escritos, don Marcelo, son siempre una poderosa ayuda”); de Tarancón a Guerra Campos, de la admirable solicitud permanente de su hermana Angelita, a su predilección por la Madre Maravillas; de su patrocinio generoso al pensamiento y a la información eclesial (mecenazgo de la revista Sillar), a su siempre afable preocupación por las instituciones católicas (la Compañía de María, en Talavera)…
Fue su vida entera un excepcional servicio a la Verdad, a sabiendas de que la verdad de la fe católica nada tiene que ver con sucedáneos disfrazados de humanismo cristiano, porque no es cuestión de mayorías ni minorías, ni de consensos, ni es de izquierdas ni de derechas, sino de otra dimensión más sublime, de por arriba y de por dentro. Siempre tuvo clarísimo Don Marcelo -y en este libro se puede comprobar- que la más alta forma de caridad es decir la verdad, cueste lo que cueste. Toda gratitud es poca.
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