¡Qué bueno es Carod y cuánto daño hace el Papa!
Es una pena que el nacionalismo catalán no tenga claro la necesidad de convertir a lo poco que queda de Iglesia en Cataluña en una iglesia independiente al estilo de la creada por Enrique VIII en Inglaterra. Si lo hicieran, y si en esa iglesia pancatalanista hubiera lugar para la ordenación de mujeres, en Sor Lucía tendían una candidata ideal para ser su primera papisa.
Sor Lucía Caram es una monja que no deja indiferente a nadie. Acaba de recibir el Premio Memorial Juan XXIII por parte del "Institut Víctor Seix de Polemología" y la "Universitat Internacional de la Pau de San Cugat del Vallés". Los otorgantes la definen como dominica contemplativa, mujer inquieta e inquietante, luchadora por la paz y la justicia. Y le conceden el premio por su sensibilidad y apertura al diálogo y la oración inter-religiosa, de notable incidencia entre los jóvenes, y por su obra de solidaridad con el Tucumán (Argentina). De toda esa descripción, estoy plenamente de acuerdo con el adjetivo de "inquietante". Sí, es inquietante que una monja que se supone contemplativa diga cosas como que el mensaje del Papa en África sobre la cuestión del sida ha causado mucho mal. Dice sor Lucía, en una entrevista que le han realizado en TV3, que los que predican el evangelio de la vida deben procurar, en primer lugar, evitar que la gente muera. Y claro, para evitar que la gente la palme de sida se supone que lo ideal es que usen condones. Yo juraría que es más seguro invitar a la castidad y a la fidelidad conyugal. De hecho, hasta pienso que eso es lo que desde la condición de cristiano se debe hacer. Pues no, señores, no. Contra el sida el mensaje cristiano ha de ser, según esta dominica, promover el uso del condón. Que sí, que hay que educar en valores, pero que en una situación de miseria... condones a tutiplén. Y que eso es evangélico. O sea, al mensaje de "dar de comer al hambriento y de beber al sediento" hay que añadir "y reparte cajas de condones para que los adúlteros y fornicarios no vayan por ahí contagiando de enfermedades de transmisión sexual al personal". Sor Lucía critica al Papa y alaba el uso del condón después de haber lanzado una serie de loas llenas de arrebatamiento hacia Carod Rovira. Sí, el gran Carod ha sido quien más ha ayudado a la dominica argentina a entender lo que es Cataluña, lo que es la unidad de la nación catalana. Es más, dice Sor Lucía que Carod, el que se mofó del sacrificio de Cristo en una visita oficial que hizo a Israel, tiene "unos principios y una capacidad respetuosa evangélica extrema". Está convencida de que el político de ERC es creyente aunque afirme ser agnóstico, cosa esta última que hace como "pose". De verdad, no sé si hace falta comentar mucho más la forma y el fondo de las palabras de esta monja dominica que desde Manresa lleva una actividad públicas sinceramente peculiar en una monja que se supone que es contemplativa. Soy de la opinión de que se ha equivocado de vocación, pero allá ella y la orden que la acoge en su seno. Si no lo era ya, se ha convertido en la niña bonita del nazional-anglo-catolicismo catalán. Pocos charnegos alcanzan semejante comunión de ideas y de visión con el representante de los que quieren arrancar esa región del corazón de España. Es una pena que el nacionalismo catalán no tenga claro la necesidad de convertir a lo poco que queda de Iglesia en Cataluña en una iglesia independiente al estilo de la creada por Enrique VIII en Inglaterra. Si lo hicieran, y si en esa iglesia pancatalanista hubiera lugar para la ordenación de mujeres, en Sor Lucía tendían una candidata ideal para ser su primera papisa. Es joven, es inteligente, es carismática, no le importa dar la cara y se comporta ante las cámaras como pez en el agua. Durán i Lleida ya tiene a quien venerar en vida. Carod ha encontrado a quien le llevará de vuelta al camino de la fe. Y Montilla sabe que esta monja, que habla catalán bastante mejor que él, es otra señal inequívocamente divina de que el tiempo de los charnegos amancebados con el nacionalismo separatista, no ha hecho sino empezar. Y todos fueron felices y comieron perdices. Luis Fernando Pérez Bustamante