Podemos estar bien contentos con la campaña de nuestros obispos
Esta campaña debe ser el pistoletazo de salida de una auténtica guerra contra el aborto. Aunque seamos minoría los españoles que nos oponemos a esa práctica infame que llena de ignominia a la sociedad en la que vivimos, tenemos la obligación de dejarnos la piel en la defensa de los inocentes.
Han acertado de lleno. La campaña “¡Protege mi vida!” pone el dedo en la llaga, es llamativa, provocadora, veraz y eficaz. El cartel es sencillamente genial y refleja la realidad a la que nos enfrentamos en nuestro país. Efectivamente, una cría de lince tiene muchísima más protección por parte del Estado que una “cría humana". No se trata de equiparar, como algún descerebrado ha dicho, la dignidad de los linces con la de los seres humanos. No, más bien se trata de lanzar un mensaje claro a toda la sociedad española para que despierte del sueño de inmoralidad e insensibilidad en el que está sumida. Porque todos, hasta el más rabioso de los pro-abortistas, saben que la “cría humana” es más importante que la cría de un lince. De lo contrario, tan digno sería un lince adulto como una persona. Y aunque el zapaterismo está inclinado a dar “derechos humanos” a determinados animales, como los grandes simios, suponemos que su corrupción moral no ha llegado al extremo de creer que vale más un gato salvaje que un señor de Cuenca. Esta campaña debe ser el pistoletazo de salida de una auténtica guerra contra el aborto. Aunque seamos minoría los españoles que nos oponemos a esa práctica infame que llena de ignominia a la sociedad en la que vivimos, tenemos la obligación de dejarnos la piel en la defensa de los inocentes que mueren en el seno materno. No estamos en una batalla contra el derecho de las mujeres. Ni siquiera en contra todas las que abortan, pues tal como informábamos ayer, en un 70% van presionadas por sus parejas o por el resto de la familia. Detrás de cada aborto no siempre hay sólo una mujer que decide eliminar a su hijo. Hay también un hombre que no quiere asumir la responsabilidad de la paternidad o unos padres que no desean ser abuelos “antes de tiempo". Decir esto no es justificar a las mujeres que abortan, pues al fin y al cabo la decisión final depende de ellas. Creo necesario convocar una gran manifestación contra el aborto. No ya contra la ley de la ministra Aído, sino contra cualquier legislación que permita ese holocausto continuo que sirve para engrosar la cuenta corriente de asesinos disfrazados de galenos. Con la ley actual España ya sufre más de 100.000 abortos anuales. No es que no nos valga la futura ley. Es que no nos vale la actual. Es un auténtico coladero que permite el aborto libre en nuestro país. Ninguno de los gobiernos ha hecho nada por evitarlo. El del Partido Popular tampoco. Aznar es tan cómplice del drama del aborto en España como lo pudo ser González o lo es ahora Zapatero. Incluso más, pues él sí habría tenido el apoyo de gran parte de su base electoral para al menos limitar el número de abortos aplicando estrictamente la ley que aprobó el anterior gobierno socialista. Lejos de eso, Aznar aprobó la píldora abortiva, demostrando de esa manera que la derecha política parlamentaria no vale para defender muchos de los valores fundamentales que sostiene mayoritariamente su base social. En todo caso, mientras se convoca o no dicha manifestación, alegrémonos de que nuestros obispos hayan conseguido pulsar el botón adecuado para que se produzca un debate social sobre el aborto. Aunque sea un debate agrio y duro, es mejor la polvareda de la polémica que la quietud de la indiferencia. Posiblemente no consigamos parar la futura ley, pero quizás sí consigamos poner las bases para que en un futuro no muy lejano la sociedad que hoy mira para otro lado ante el aborto, se oponga al mismo de forma mayoritaria. Por intentarlo, que no quede. Luis Fernando Pérez Bustamante
Comentarios