11-M, casi todo por aclarar
¡Ay estas autoridades locales y nacionales, que anteponen el mandil al verdadero respeto que se debe a las víctima! Pero tampoco el arzobispado de Madrid ha estado más diligente oficiando una misa aniversario, sin esperar a que nadie la encargue o la capitalice.
Ha pasado el quinto aniversario del terrible atentado del 11-M, con mucha más pena que gloria, como diré más adelante. Pero aún es más penoso, que a estas alturas esté casi todo por aclarar del atentado más horrible que ha padecido España en toda su historia, con plena conformidad de todos los poderes del Estado: ejecutivo, legislativo, judicial y hasta el moderador y la misma oposición. Todos viven tan tranquilos, cobrando sus jugosos sueldos, pese a que casi nada se sabe de lo que pasó de verdad en aquel aciago 11 de marzo de 2004 que, “casualmente”, provocó un baño de sangre y con él un vuelco político en las elecciones generales de tres días después. Tras una larga instrucción del sumario “manifiestamente mejorable” y un proceso tan espectacular como decepcionante, a día de hoy apenas sabemos que unos “pelanas de Lavapiés”, si realmente fueron ellos, colocaron unas bombas en varios trenes de cercanías que se dirigían a Madrid, causando 192 muertos y mil y pico heridos. Y no más, quiero decir, que no sabemos más. En la oscuridad ha quedado el mentor de la matanza, el organizador, el artificiero que montó las bombas, a ciencias cierta quienes las colocaron en los trenes y asimismo qué tipo de explosivo se empleó en ellas. A mi modo de ver, el punto clave para desenredar la madeja y sacar la conspiración a la luz pública, estriba en descubrir al experto que montó unos artefactos tan precisos, coordinados y mortíferos, porque tuvo que ser alguien muy competente en tan siniestro oficio, cuyo nivel técnico estaba a años luz de los conocimientos que podían tener los moritos que suicidaron en el piso de Leganés. Eso de montar bombas y hacerlas estallar de manera sincronizada, no está al alcance técnico de cualquiera. Que lo pregunten si no a la gente de ETA. ¿Cuántos etarras han muerto manejando explosivos? Y eso que reciben instrucción. No, no. En el 11-M hubo gente muy entrenada actuando en la rebotica del atentado. Y todavía más preparada en su planificación y montaje. Gente así, descartado el personal de uniforme, aunque no pondría yo la mano en el fuego por todos ellos, sólo puede proceder, o bien de algún grupo terrorista, y ninguno más a mano que ETA, o de alguna “cloaca del Estado”, no necesariamente español, o no únicamente español. Si en un supuesto inverosímil y desde luego estúpido, una nueva investigación cayera en mis manos, sin duda alguna empezaría a atar cabos a partir del conflicto del islote de Perejil (julio del 2002). Y seguidamente de los diversos viajes que hicieron a Marruecos ciertos dirigentes políticos españoles. Y la prisa que se dio Zapatero en rendir pleitesía al “Mojamé” tan pronto como fue elegido. Por cierto, que ahora no parece que se junten mucho. Otra línea de investigación que ninguna policía competente omitiría sería indagar en los beneficiarios del crimen. ¿Y quién fue el más beneficiado de la matanza? Sin duda el PSOE, que de tener las elecciones perdidas, acabó alzándose con el santo y la limosna, al cabo de tres días de manipular sin ningún escrúpulo y con todo descaro los datos envenenados que algún que otro agente hacía llegar a un Gobierno noqueado por la enorme dimensión del atentado y el dolor de España entera. Por eso ahora, cuando llega cualquier clase de elección, me digo qué enredo no serán capaces de sacar a la luz los señores que se aprovecharon del 11-M. Cuando el fin justifica los medios, nada puede extrañarnos. El que hace un cesto, hace ciento. Y no me paro hurgando en los numerosos agujeros negros que dejaron tras de sí las pesquisas policiales, la instrucción sumarial y el mismo juicio. Eso ya lo está haciendo y muy bien, Luis del Pino. A él me remito, a sus libros y comentarios en su blog de Libertad Digital. Por último, ¿qué decir de la reciente conmemoración del aniversario? Qué ceremonias más cutres, qué cantidad de masónicos minutos de silencio, qué aridez espiritual, sin olvidar la tocata y fuga musical a toda orquesta. Como podía haber alguna víctima “agnóstica”, pues ¡hale!, todas ellas agnósticas, ateas y enmandiladas, aunque el resto tuvieran creencias religiosas. ¡Ay estas autoridades locales y nacionales, que anteponen el mandil al verdadero respeto que se debe a las víctima! Pero tampoco el arzobispado de Madrid ha estado más diligente oficiando una misa aniversario, sin esperar a que nadie la encargue o la capitalice. En fin, como decía Mariano del Mazo Zuazagoitia, aquel periodista que hasta durmiendo llevaba la boina roja de don Carlos y casado con una nieta de Unamuno: “el muerto al hoyo, y el vivo al Plan de Desarrollo”. Vicente Alejandro Guillamón
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