Sábado, 16 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Padre Loring, gigante de la evangelización (I)


Ahora que se habla tanto de la Nueva Evangelización, el padre Loring constituía en sí mismo un modelo sobre "cómo evangelizar"

por Álex Rosal

Opinión

Si existiera un Premio Nobel de la Evangelización habría que dárselo al Padre Jorge Loring S.I. No he conocido a nadie que pusiera tanta pasión por evangelizar que él. Tenía 91 años y todavía seguía por los aeropuertos de medio mundo viajando solito, sin compañía alguna, yendo a todo aquél auditorio que quisiera escuchar algunas de sus ya famosas “40 conferencias”, especialmente la de la Sábana Santa.

Ahora que se habla tanto de la Nueva Evangelización, el padre Loring constituía en sí mismo un modelo sobre “cómo evangelizar”. La verdad es que no se hacía muchos líos en la cabeza. Había recibido un regalo, que es el de la fe cristiana, y quería transmitirlo a los demás. Ahí se acababa su reflexión. Y sin perder más tiempo se ponía manos a la obra. Ya en el seminario, con apenas 20 años, tenía pasión por dar a conocer a Cristo a los demás. Su primera misión fue ir a predicar a unos presos a la cárcel. Era un pipiolo pero le dolía ver el desconocimiento que tenían a esos hombres por la religión. Ahí nació su famoso libro: Para Salvarte. Su primera edición se constituía de unas pocas hojas fotocopiadas que llevaban por título “La cadena”, pues era un compendio encadenado de las verdades de la religión católica.

Después de ochenta años de trabajo, esas primeras catequesis copiadas al ciclostil se han convertido en un libro que ha vendido la friolera de millón y medio de ejemplares en español, inglés, portugués, hebreo, árabe y en gujerati de la India. Ver traducido su Para Salvarte. Enciclopedia católica al ruso y al chino, eran dos de sus ilusiones, aunque ya faltaba poco para que se concluyera el trabajo.

El Para salvarte hizo bien a mucha gente. En cierta ocasión, tras finalizar una de sus conferencias en Los Ángeles (EE UU), se le acercó una señora méjicana que llevaba en sus manos un ejemplar muy deteriorado del Para salvarte. Quería darle las gracias por escribirlo. "Con este libro mi madre nos ha formado a todos mis hermanos -le dijo-. Se lo regaló mi padre cuando se casaron. Ella estaba muy apartada de Dios y con rabia lo arrojó al inodoro. Pero pensó que el inodoro podía atascarse y lo rescató todo mojado. Leyó la página que estaba abierta y le `golpeó´ de tal manera que lo leyó entero, le cambió de vida y formó a todos sus hijos". 

Con 92 años seguía trabajando 12 horas diarias, y como buen catalán, no le gustaba perder un segundo de su tiempo. Cuando sus superiores de la Compañía de Jesús le preguntaban cómo se encontraba, solía responder con ese vozarrón tan potente: “Me quiero morir con las botas puestas; no quiero ir a Málaga (la residencia de los jesuitas enfermos) a pasear y ver la tele y, por último, solo quiero que me dejen trabajar”. Y sus superiores, la verdad, le ayudaban en todo lo que podían, y más, para que siguiera con sus proyectos. 

En los últimos años solía pasar seis meses del año en América, atendiendo las innumerables invitaciones que llegaban del continente, y que canalizaba con diligencia su colaboradora  en México Flavia Navarro de Toubia, y Michel, su marido. Lo de América era la locura. El Padre Loring llenaba auditorios de tres, cuatro o cinco mil personas en México D.F., Los Ángeles, Miami, Lima, Bogotá o Quito... Todos querían ver en vivo al Padre Loring, que por otra parte era un espectáculo contemplarlo en plena faena.

Hoy podía estar en Managua, mañana en San José de Costa Rica y al día siguiente aterrizar en Cuzco, pero solo iba de trabajo. Cada invitado quería enseñarle lo más destacado de su ciudad, pero a todos les decía lo mismo: "Gracias, no hago turismo". Volvían a insistir -lógico por otra parte de quién quiere agasajar a su invitado-, y el padre se mostraba inflexible: "Gracias, no hago turismo. Mi tiempo es para evangelizar, estudiar y orar". Y, así es como podía contestar cada día a una media de 100 mensajes diarios que llegaban a su ordenador portátil en busca de consuelo espiritual o iluminación sobre dudas de fe o de moral. De esta manera pudo contestar más de 50.000 preguntas que le hicieron desde casi todos los países del mundo. Es probable que el padre Loring haya sido el primer sacerdote del mundo hispano en ofrecer asesoramiento espiritual on-line y, sin lugar a dudas, el que mayor número de mensajes de carácter moral ha contestado por mail.

También tenía tiempo para acudir a programas de radio y televisión. Los espacios que grabó para la televisión de Madre Angélica, la famosa EWTN, y que consistía en microcápsulas de minuto y medio de duración, por una parte, y otros tantos de media hora, causaron furor. Una audiencia potencial de 80 millones de personas disfrutaban, y todavía lo siguen haciendo, gracias a una manera de comunicar tan simple, directa y cercana. Al padre Loring se le en-ten-día to-do... 

En cierta ocasión acudió a un debate sobre la Iglesia en la ETB, la televisión pública vasca. Decir que era un "debate" es muy generoso por mí parte. Eran cuatro contra uno. Un médico, un catedrático, un periodista y un científico... todos contra él. Y encima el público y el moderador, también. Algo típico de las televisiones públicas de la España de los años noventa. A eso le llamaban pluralidad. Pero en estas situaciones el padre Loring se crecía. Podía con todo. Pero a lo que íbamos, comienza el debate y el periodista, cómo no, salta al ruedo con una argumentación "elaborada y de altura"  como queriendo ganar el aplauso fácil del respetable: "La existencia del demonio es un invento de la Iglesia católica para asustar a la gente y dominarla". Silencio en el plató. El moderador le cede la palabra al padre: "La Iglesia no pretende asustar a nadie, sino instruir, informar de la verdad. Si la riada se ha llevado un puente, la autoridad local pone en la carretera un gran letrero que diga: `Carretera cortada. Puente hundido´. No para asustar, sino para avisar. Pero llega un listillo y dice: `¿Quién habrá puesto ese cartel amenazador? A mí nadie me asusta con carteles terroríficos´. Muy bien -continúa el padre Loring- no hagas caso y sigue a 120 por hora, y cuando llegues al río... al agua. El cartel no pretende asustarte, sino avisarte de una realidad, Si no quieres hacer caso, es tu problema. La Iglesia avisa: la existencia del demonio y del infierno son dos verdades de fe. ¿No quieres hacer caso? Es tu problema. Ya te enterarás cuando te mueras".

Ni que decir tiene que nunca más invitaron al padre Loring a un programa en la televisión vasca. Se cargó literalmente el debate... Su simple argumentación avasallaba a todos.  

Antonio Salas, su fiel colaborador en Cádiz, puede dar fe de la austeridad del Padre Loring. En su antigua oficina de la calle Arbolí, 13, sepultado entre montañas de libros y revistas, se pasaba buena parte del día, escribiendo libros, elaborando nuevos deuvedés y contestando correos electrónicos de medio mundo. Como no quería perder el tiempo, muchos días se quedaba en el despacho comiendo unas sardinas en lata y un pedazo de pan. Así, a secas. Si le invitabas a comer, y para no hacer un feo, pedía invariablemente lo mismo: espárragos blancos y un filete a la plancha. Su pequeño estómago no aceptaba mucho más. Bueno sí, a la hora de cenar -nunca más tarde de las ocho-, se podía permitir comer las famosas tortas de anís de Inés Rosales, que era lo que más le podía gustar.

Como decía Antonio Salas tras el funeral: "El padre Loring fue genio y figura toda su vida".

Álex Rosal es director de Religión en Libertad
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