Don Juan Tenorio y Napoleón
Es tradición en Alcalá de Henares desde 1984 representar en la festividad de Todos los Santos el Don Juan Tenorio (1844) de José Zorrilla, y este 2024 no podía ser menos. ¿Por qué? Pues porque presenta el caso de alguien que en el último momento de su existencia se arrepiente de todo lo hecho, la mayor parte de ello contrario a Dios y a su Iglesia. De manera particular, el personaje ha utilizado a las mujeres como objetos para conseguir placer. Ha sido un adicto al sexo que no ha dudado en usar y abusar de ellas como un auténtico idólatra. Una vez dada la espalda a Dios, cae presa de sus concupiscencias, que le dominan, y no puede salir de ellas.
Uno que cae a un pozo no puede salir de él si no le tiran una cuerda y lo sacan. El pecado nos mete en lugares de los que no podemos salir: nos tienen que sacar. Dios, que tiene paciencia y no nos trata como merecen nuestros pecados, el que "todo lo cree, todo lo excusa, todo lo espera" (1 Cor 13, 7), acoge la súplica in extremis de Don Juan y le concede el perdón. Es decir, que todos podemos ser santos si aceptamos el perdón de Dios, porque santo sólo es Él, el tres veces santo, porque ama a los pecadores más allá de sus muertes.
Este drama religioso‐fantástico fue propuesto en un momento en el que la sociedad española podía ser receptiva a dicho mensaje, y tal vez porque el autor creía que Dios era misericordioso hasta el extremo de poder hacer algo así con él mismo.
Se conocen muchos casos en los que personajes relevantes que en vida obraron lo contrario al Evangelio se han convertido y han muerto en la Iglesia. Un caso peculiar, poco conocido, es el de Napoleón Bonaparte. En España arrasó conventos, quemó iglesias, robó todo lo que pudo… hasta que le echamos a patadas. Menos sabido es que destrozó las instituciones científicas de nuestro país, la ciencia que decía respetar. Ya lo había hecho la Revolución francesa con personas como Antonie-Laurent de Lavoisier, padre de la química moderna, a quien no dudó en decapitar. Son millones los muertos que se le atribuyen a lo largo y ancho de este mundo. Sin embargo, se convirtió antes de morir.
Para mí fue todo un descubrimiento. Sería a partir de un artículo escrito por el cardenal Giacomo Biffi publicado en L’Avvenire como yo conocería este suceso, el mismo propuesto por Zorrilla en su obra: un materialista, saqueador de iglesias y de conventos, arrasador de científicos e instituciones, descreído, perjuro, anticlerical y secuestrador del Papa, acabó sus días diciendo "Soy católico romano, y creo en lo que cree la Iglesia".
Su destierro en la isla de Santa Elena, desde 1815 a su muerte en 1821, y las conversaciones mantenidas con sus generales y demás compañeros de exilio sobre la fe, fue de lo que el Señor se sirvió para cambiarle el corazón y volvérselo hacia Él. Conversaciones, charlas, tertulias, discursos, fueron transcritos fielmente y después publicados por Antoine de Beauterne en 1840 bajo el título Conversaciones religiosas con Napoleón.
Por ello sabemos, por ejemplo, que Napoleón mantuvo largas charlas con el general Bertrand, declaradamente ateo y hostil a las manifestaciones de fe del emperador, que le habló sobre la divinidad de Jesús. En este proceso de conversión llegó a afirmar cosas tales como como que "Entre el cristianismo y cualquier otra religión hay la distancia del infinito", o "El milagro más grande de Cristo ha sido fundar el reino de la caridad: sólo Él ha elevado el corazón humano hasta las cumbres de lo inimaginable, la anulación del tiempo; sólo Él, creando esta inmolación, ha establecido un vínculo entre el cielo y la tierra. Todos los que creen en Él se dan cuenta de este amor extraordinario, superior, sobrenatural; fenómeno inexplicable e imposible para la razón".
Además pidió con insistencia al gobierno inglés la celebración de la Misa dominical en Santa Elena; expresó gratitud hacia su madre y hacia Jean-Baptiste Duvoisin, obispo de Nantes fallecido unos años antes, porque "le ayudaron a alcanzar la plena adhesión al catolicismo"; perdonó a todos los que le habían traicionado…Más detalles dio en su día Antonio R. Rubio Plo.
Asistimos en estos días al escándalo ocasionado por el caso Íñigo Errejón. Por más que su ideología fundamentalmente atea le haya llevado donde está, el caso de Don Juan Tenorio, el caso de Napoleón, ojalá le sirvan de inspiración para volverse a Dios y recibir el perdón de su Iglesia: lo va a necesitar y mucho.
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