La libertad de Zapatero
No quiere que los más jóvenes escuchen estos mensajes, porque no quiere hombres libres; quiere ciudadanos que simplemente crean que lo son.
Zapatero ha vuelto a hacerlo, esta vez en Estados Unidos, en el desayuno de oración. Ha llegado a un acto religioso y les ha soltado a los americanos eso de que es la libertad la que nos hace verdaderos. Cuando lo dijo por primera vez en aquel mitin de las juventudes socialistas pensé que era una memez, aunque, eso sí, nunca creí que fuera una memez inofensiva; desde el primer momento tuve la impresión de que era algo más que una simple ocurrencia y que había en esas palabras una carga de profundidad. El hecho de que sea capaz de repetirlo en un acto como el de Estados Unidos, dentro de un discurso que habrá preparado cuidadosamente, me confirma en la idea de que es mucho más que una ocurrencia más o menos ingeniosa.
Darle la vuelta a la frase del Evangelio está en la línea del proyecto ideológico de este Gobierno y en la línea de lo que están haciendo también organismos internacionales para imponer sus políticas. No basta con proponer una ideología. Hay que construir una mentira arrasando la verdad. Por eso hay que darle la vuelta a la frase de Jesucristo.
Estos días ha caído en mis manos el discurso que Juan Pablo II pronunció en octubre de 1995, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, con motivo del 50º aniversario de su fundación. Un discurso que no puede ser más actual, 15 años después, en el que se habla de libertad, de verdad y de Derechos Humanos. Merece la pena recuperarlo. Decía entonces Juan Pablo II: «La libertad no es simplemente ausencia de tiranía o de opresión, ni es licencia para hacer todo lo que se quiera. La libertad posee una "lógica" interna que la cualifica y la ennoblece: está ordenada a la verdad y se realiza en la búsqueda y en el cumplimiento de la verdad. Separada de la verdad de la persona humana, la libertad decae en la vida individual en libertinaje y en la vida política, en la arbitrariedad de los más fuertes y en la arrogancia del poder. Por eso, lejos de ser una limitación o amenaza a la libertad, la referencia a la verdad sobre el hombre, - verdad que puede ser conocida universalmente gracias a la ley moral inscrita en el corazón de cada uno - es, en realidad, la garantía del futuro de la libertad».
Contra esto es contra lo que lucha este Gobierno. No quiere que los más jóvenes escuchen estos mensajes, porque no quiere hombres libres; quiere ciudadanos que simplemente crean que lo son. Por eso Zapatero le da la vuelta a la frase: pretende ocultar la existencia de una verdad inscrita en el corazón del hombre, porque para que calen todas las patrañas ideológicas hay que intentar que éste renuncie a buscarla negando su existencia. Y así, los que buscan imponer ideologías, dejan que crean que deciden libremente, cuando no pueden hacerlo porque se les oculta, de forma premeditada, la verdad de las cosas.
Por eso la ministra de Igualdad dice que un niño no nacido no es un ser humano. Por eso huyen de ciertas imágenes y no quieren mostrar la realidad del aborto, los niños despedazados; por eso el grupo socialista en el parlamento regional canario ha cargado sobre una iniciativa que propone informar a las embarazadas acerca de las ayudas a las que pueden acogerse para sacar adelante a sus hijos. No quieren que decidan en libertad; porque si se les muestra la verdad y se les ofrece ayuda para afrontar sus problemas, la mayoría elegirían libremente la vida. Pero no les importa la libertad de las mujeres. Lo que les importa es que elijan «libremente» el aborto porque su objetivo es ideológico: pretenden, como dice la ministra de Sanidad, revisar el «rol reproductivo» de las mujeres, y por eso a informar de esas ayudas le llaman «protección extrema de la maternidad».
En este momento estamos viviendo lo que anunciaba Juan Pablo II; nuestra realidad política se está convirtiendo en la arbitrariedad de los más fuertes y en la arrogancia del poder.
Lo estamos viendo, también, con el tema de la educación sexual obligatoria que este Gobierno, arrogante y arbitrario, pretende imponer desde los once años; sus asesores van aún más lejos y pretenden que sea desde los tres. Lo que no pueden hacer es quitar la custodia a los padres que pretenden inculcar a sus hijos valores contrarios a los del gobierno, que es lo que realmente les gustaría a muchos. Eso les evitaría complicaciones y podrían ahorrase el esfuerzo de tener que reconstruir la conciencia moral de los niños; algo, además, imposible de lograr en muchos casos.
Ahí tenemos a Thaddée Nguyên Van Ly, un sacerdote preso en Vietnam que sigue en la cárcel porque su «reeducación» todavía no se ha completado. Y es que hay hombres verdaderamente libres en las situaciones más extremas; son precisamente aquellos que han conocido la verdad.
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