Martes, 26 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Feliz Navidad


por Marisa Pérez Toribio

Opinión

Esta noche es Nochebuena y mañana, Navidad, como dice el villancico, uno de los villancicos que llevamos días ensayando en casa. Mañana por la noche los cantaremos ante el belén…y los niños saldrán a la calle a cantarlos, con guitarras, con flauta, con panderetas, con cascabeles… Sacarán la Navidad a la calle, cuando tantos se empeñan en que la encerremos dentro de casa, mientras la calle se convierte en el escenario de una celebración absurda, de unas fiestas desprovistas de sentido.
 
Hace un par de días recibía de un partido político una estúpida felicitación…o eso supongo que era. Se trata de una imagen acompañada por el siguiente texto tan navideño: «Alegoría de Europa. Pintura mural. Techo del salón de Conferencias del Congreso de los Diputados. Obra de Vicente Camarón». Eso era todo; en respuesta a la imagen del niño Jesús en el pesebre, recibía una alegoría de Europa. Lo tengo claro: el año que empieza tampoco voy a dejar que los políticos decidan cómo deben pensar o sentir mis hijos, aunque lo decidan en ese Congreso de los Diputados cuyo techo adorna esa alegoría de Europa. La mayoría de los políticos se amoldan a lo que toca en cada caso. Y como ahora lo que toca son «Navidades laicas», ¡pues venga alegorías! Los padres no podemos amoldarnos y, sobre todo, no podemos dejar que nadie vaya amoldando las conciencias de nuestros hijos.
 
Hoy es un día especial, un día en que Dios se hace niño. Yo también quiero hacerme hoy niña… aunque tenga que ser haciendo una pequeña trampa, que me van a permitir. Hoy le cedo este espacio a otra Marisa; ella es una de mis razones para mantenerme firme frente al Estado. Seguiré luchando para que nadie se adueñe de su conciencia y para que conserve la inocencia y los ojos limpios; esa inocencia que le ha permitido escribir este cuento que hoy le tomo prestado para desear a todos ¡Feliz Navidad! con sus palabras de niña…
 
Hace ya ocho meses y medio que estoy en la tripa de mi mamá. Me hizo mucha ilusión «encontrarme» con mi primo Juan, pero ya hace mucho tiempo de aquello.
 
¡Cuánto me quiere mi madre! ¡Qué cercano siento su amor! Tengo suerte. Soy el único que sabe cuánto me quiere mi mamá porque soy el único que ha oído latir su corazón por dentro. ¡Cuánto me quiere y cuánto la quiero!
 
Últimamente mi mamá está que no para. Siento el traqueteo de sus pies y de vez en cuando se sube sobre la borriquilla. Con tanto trote y la aureola ésta sobre la cabeza... ¡Así no hay quien duerma!
 
Ya estoy harto, ¿qué está pasando? ¿Por qué tanto movimiento? ¡Un momento! Oigo la voz del Padre. Dice que ya es la hora, la de nacer. Pues no hay más que hablar.¡Oh, oh! Algo pasa. Noto un sentimiento extraño: mi madre está alegre porque voy a nacer pero habla con José y dice que no tengo lugar donde hacerlo. Vuelvo a oír la voz del Padre que me dice que no me preocupe. ¿Por qué tanta contradicción? Pero yo confío plenamente en el Padre. ¡Por fin mi madre ha parado! Puedo nacer tranquilamente ¡Aleluya!
 
Lloro de alegría, pero mi madre piensa que es de pena. Me dice que me calle, ¿pero cómo hacerlo después de lo que me ha costado...? ¡Padre mío, qué guapa es! Mi llanto ha cesado. Me he quedado embobado mirando a mi madre, ¡qué hermosura! No me extraña que mi Padre la haya elegido para ser mi madre, ¡qué belleza!
 
Uy... siento un poco de frío, pero al lado de mi madre, al calor de su amor, casi no lo noto. La mula me echa su aliento que es como una pequeña estufa. ¡Ja ja! El buey me ha chupado. También han venido unos pastorcillos y me han regalado un corderito. Los ángeles cantan. Hace una noche estupenda, cálida y serena. Mi mamá está muy feliz, aunque agobiada porque siento que quiere darme calor, un techo, cobijo, pero no tiene nada. Si supiera que su sencillez es lo único que quiero...
 
¡Mira, una estrella! Es preciosa, ¡y cómo brilla! Se ha parado encima del portal. Tres señores muy raros me han regalado oro, incienso y mirra. Todo el mundo me adora y yo sólo quiero que sepan que a quien me dé su amor, yo le ayudaré siempre; que a quien me haga un regalo, yo se lo multiplicaré con creces; pero sobre todo, quien quiera a mi madre un décima parte de lo que yo la quiero entrará en el reino de los cielos.
 
PD: El niño Jesús nació en lo humilde y es lo que he querido contar, porque ver su felicidad en lo humilde, en lo pobre, es lo más importante. Pidamos al Señor ser pobres y humildes de corazón porque eso es lo que Dios quiere para nosotros.
 
¡Feliz Navidad a todo el mundo!   
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