Con Munilla llegó el escándalo
En la doctrina cristiana sólo existe un mal absoluto: el pecado, que es fuente y origen de todos los demás males. Se podrá estar de acuerdo o no, pero es la respuesta propia de un sacerdote y de una persona de fe.
¿Qué tiene el nuevo obispo de San Sebastián para que con él llegue el escándalo, como el título de la famosa película de Vicente Minelli? Quizá ha sido ingenuo (no lo creo) o ha obrado con excesiva confianza (lo creo más) o ha entendido que nuestra sociedad es receptiva a mensajes que van más allá de las simplificaciones. O ignora que los medios de comunicación se han convertido en especialistas no en contar los hechos sino en desfigurarlos. Les vuelve locos a algunos colegas la busca de un titular llamativo, y si ese titular da una imagen espiritualista y fuera de la realidad del clero o de costumbres indecentes de obispos o curas rasos, aunque se trate de una exigua minoría, ¡fantástico! «Nunca dejes que la realidad te estropee un titular».
Con motivo de la tragedia de Haití, monseñor José Ignacio Munilla hizo una llamada de ayuda a los damnificados en la cadena SER, pero tuvo la falta de perspicacia de decir una frase corta y contundente. Hay que tener cuidado con los puntos y mejor es obligarle al redactor a que complete el sentido de lo que se quiere decir. La frase de marras es la siguiente: «Existen males mayores que la tragedia de Haití».
Una frase impecable desde la perspectiva de un obispo y de un simple creyente y más si se explica a continuación. En la doctrina cristiana sólo existe un mal absoluto: el pecado, que es fuente y origen de todos los demás males. Se podrá estar de acuerdo o no, pero es la respuesta propia de un sacerdote y de una persona de fe. El caso es que la afirmación de monseñor Munilla sirvió para que se rasgaran las vestiduras los que buscan con lupa el modo de descalificar a la iglesia y a quienes la representan. Tan errática ha sido la reacción que el prelado donostiarra se ha visto obligado a enviar una nota aclaratoria en la que dice que «el citado titular está extraído con “forceps” de una pregunta teológica». En efecto, se le preguntó: ¿Cómo creer en la existencia de Dios ante el sufrimiento que vive el país que ocupa la mitad de la isla La Española? Era la pregunta recurrente de cómo un Dios omnipotente y misericordioso permite el sufrimiento humano –es decir, planteaba nada menos que el misterio del mal- y monseñor Minilla no podía no responder a ese planteamiento: «El mal que sufren esos inocentes no tiene la última palabra, porque Dios les ha prometido la felicidad eterna». En ese contexto, el obispo utilizó la expresión «existen males mayores» refiriéndose explícitamente a otro tipo de mal, al pecado, de quienes vivimos en los países ricos y somos cómplices de una opulencia insolidaria hacia los pobres.
¿Qué quieren? ¿Qué un obispo no hable del pecado cuando precisamente, y desde hace décadas, la Iglesia insiste en que la pérdida de la noción del pecado es una de los males más profundos de los hombres de hoy? ¿Dónde está la raíz de la propia crisis económica de la que tanto hablamos y pontificamos?
Quizá lo podía haber dicho de otra manera, cierto, pero monseñor Munilla no es sospechoso de falta de piedad o de conmiseración hacia el dolor de sus semejantes. Se cuenta que en su etapa de párroco, prestó su propia casa –y hasta su propia cama- a drogadictos y gente a la que no todo el mundo está dispuesto a socorrer y menos sin publicidad.
En la nota aclaratoria –su primer desmentido como obispo de San Sebastián- califica el titular de la información de «profundamente distorsionador». En la entrevista, monseñor Munilla anunciaba el envío a Haití de cien mil euros de Cáritas guipuzcoana y la petición de que las próximas fiestas patronales se celebren en un clima de sobriedad.
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