Martes, 26 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Gestos que pueden cambiar la historia


Si alguien le pregunta a los padres objetores que han constituido España Educa en Libertad, cómo se sienten, hoy también responderían: «Mis pies, cansados. Mi alma, ¡liberada!».

por Marisa Pérez Toribio

Opinión

En 1955, los negros sufrían la humillación de no poder compartir los lugares públicos con los blancos. Esa segregación era legal. Las leyes racistas fueron diseñadas para que los negros se sintieran inferiores y así mantenerlos marginados de la sociedad. Marginados e inferiores por ley. La Corte Suprema de Estados Unidos llegó a apoyar la segregación y las leyes estatales que eliminaban el voto para los negros.
 
Rosa Parks, una costurera negra de Montgomery, Alabama, trabajaba también, por aquellos años, en el movimiento de derechos civiles, en la Asociación Nacional para el Avance del Pueblo de Color (National Association for the Advancement of Colored People) en su ciudad natal. Sin duda desde esa asociación se trabajaba para acabar con esas leyes racistas, leyes profundamente injustas y moralmente inaceptables que, sin embargo, los ciudadanos, la ciudadanía americana, tan democrática, cumplía y asumía, como hay que hacer con todas las leyes… ¿O tal vez no?
 
Esta mujer que luchaba dentro de la legalidad por el avance de la gente de su raza, hizo un día algo heroico. Un simple gesto que fue el detonante para cambiar las cosas, tal como queda recogido en los libros, incluso en algunos de los de Educación para la Ciudadanía. Se negó a ceder su asiento en el autobús a un viajero blanco. En sus memorias relata este gesto con gran sencillez: «Mientras más obedecíamos, peor nos trataban. Aquel día estaba fatigada y cansada. Harta de ceder». Así de simple. Tan simple como son a veces las cosas más grandes. Un día se negó a cumplir la ley y este simple gesto cambió la historia, porque no se quedó en una anécdota. Fue el despertar de un movimiento que ya fue imparable.
 
Empezó por un boicot a los autobuses de Montgomery, con un seguimiento masivo que duró 382 días. En aquellos días, se hicieron marchas de varios kilómetros y al parecer, cuando les preguntaban cómo se sentían, algunos respondían: «Mis pies, cansados. Mi alma, ¡liberada!».
 
Gestos que remueven conciencias y movilizan a la gente; gestos que cambian la historia. Gestos que acaban con leyes injustas e inmorales.
 
¿Por qué me he fijado precisamente en el gesto de Rosa Parks? La historia está llena de gestos sencillos y de gestos grandiosos que podía haber recordado hoy. Por ejemplo, podía haber recordado a los santos Justo y Pastor, patronos de Alcalá de Henares, que murieron degollados con 7 y 9 años, por negarse a abjurar del cristianismo. Se negaron a cumplir un edicto de Diocleciano; se negaron a cumplir la ley.

Si he elegido el primer ejemplo ha sido porque es un gesto que nadie osaría criticar en este momento. Los mismos que critican con dureza a los padres objetores, a los que califican de insumisos; los mismos que intentan ridiculizarlos: «¡Yo voy a objetar a matemáticas porque no me gustan los polinomios!»; Los mismos que los amenazan: «¡Las leyes están para cumplirlas!»; los mismos que quieren acabar con los objetores de conciencia alaban la actitud de esta mujer.

En cambio, si podrían llegar a burlarse, incluso, de los Santos Niños, como lo hacen de los padres, porque no quieren entender sus razones; o porque, simplemente, no quieren respetarlas. Nadie se atrevería a cuestionar, en cambio,  que Rosa Parks, aquel día, hizo lo que tenía que hacer: negarse a cumplir una ley injusta y actuar en conciencia porque sabía que ella tenía los mismos derechos que un blanco aunque la ley no se lo reconociera. La ley no tenía que concederle un derecho; tenía que garantizar que ese derecho que era suyo fuera respetado. Y ella no tenía que cumplir esa ley segregacionista.
 
Hoy en España hay leyes injustas, y se están gestando más. Leyes que permiten matar a los niños en el vientre de sus madres y que pretenden, incluso, convertirlo en un derecho. Leyes que pretenden arrebatar a los padres la formación moral de sus hijos, porque saben que los padres, con su amor, hacen hombres libres y el Estado, con su ideología, quiere ciudadanos a su medida. Ciudadanos que en el futuro no cuestionen, por ejemplo, que el aborto es un derecho si lo dice el Gobierno. No debemos someternos a estas leyes. No podemos hacerlo.
 
Hoy también estamos viviendo gestos importantes. Hoy también estamos viviendo un despertar de la sociedad, aún lento, pero imparable. El pasado 17 de octubre vivimos uno de esos maravillosos gestos. Cuando daban por zanjado el tema del aborto, la sociedad despierta y reabre un debate que no estaba muerto, que nunca lo estuvo. Que se lo digan a aquellos que han estado todos estos años intentando hacer oír su voz, haciendo gestos; tantos grupos provida que estaban ahí, salvando seres humanos, ayudando a madres asustadas a traer al mundo a sus hijos cuando otros muchos les ofrecían el aborto como una solución a su «problema». Hay que defender la vida del niño no nacido, siempre.
 
Los padres también están haciendo gestos, gestos importantes. Los padres y sus hijos. Un gesto: una primera objeción de conciencia que abrió el paso a otras miles. La creación de una primera plataforma de padres: un fenómeno espontáneo que se fue extendiendo por toda España, hasta tener más de 70. Padres que se niegan a cumplir una ley, porque saben que nadie puede arrebatarles su derecho y el de sus hijos.  Aunque una sentencia, como ha ocurrido con el Tribunal Supremo, diga que no tienen razón. También la Corte suprema de Estados Unidos llegó a apoyar la segregación y la eliminación del voto de los negros.

¿Cambiaba eso en algo la verdad de las cosas? No. Los negros tenían razón, y al final la razón se impuso. Hubo que pelearlo, y como había gente dispuesta a hacerlo, cambiaron el sistema.
Sigue habiendo gente dispuesta a cambiar el sistema. Hoy, jueves 29 de octubre, hemos vivido otro gesto. Hoy se ha presentado la Federación de Plataformas de Padres por la Libertad de Educación, España Educa en Libertad. De momento ese nombre es un ideal a alcanzar; esperemos que llegue a ser una realidad. Una Federación nacional que surge de la voluntad de padres de toda España de hacer algo para cambiar las cosas. Esos padres que llevan tres años luchando, algunos en solitario en sus colegios, en sus pueblos, en sus ciudades… viendo cómo sus hijos van madurando, con las dificultades, entendiendo lo que significa seguir la conciencia y negarse a cumplir leyes injustas.

Esos padres que en su día dieron el paso de crear una plataforma para hacer frente a la intromisión del Estado, han dado hoy el paso de federarse, de unirse aún más, de aunar esfuerzos, de fortalecer esa red que, de hecho, ya se había tejido entre las plataformas, de adquirir una identidad común que les convierte en interlocutores imprescindibles ante el Ministerio de Educación para resolver el conflicto de EpC. Pero no quedará aquí la cosa. Si algo está teniendo de bueno esta ofensiva ideológica en la escuela, es que ha despertado a muchos padres. Padres que, como hizo Rosa Parks en su momento al negarse a cederle el asiento a un blanco aún a sabiendas de que incumplía la ley, se niegan a ceder el puesto al Estado como educador de sus hijos aunque eso suponga, también, incumplir una ley. Leyes así están para cambiarse, y mientras se cambian, están para incumplirse.
Esta Federación formada por padres tiene vocación de permanencia.

Es importante que el gesto, al igual que en el caso de los derechos civiles de los negros, vaya acompañado de la movilización posterior. Cada vez más padres, cada vez más plataformas incorporándose a esta Federación. Es mucho trabajo; es un gran esfuerzo, día a día, pero estoy segura de que si alguien le pregunta a los padres objetores que han constituido España Educa en Libertad, cómo se sienten, hoy también responderían: «Mis pies, cansados. Mi alma, ¡liberada!».
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