Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Aborto: en el principio fue la mentira


McCorvey -conversa en los 90 al catolicismo- y Cano son actualmente fervientes defensoras de la vida, y testimonio vivo del engaño, la manipulación y la mentira a las que se ven sometidas sistemáticamente las mujeres.

por José Luis Bazán

Opinión

La legalización del aborto es, en su origen, la historia de una mentira y una manipulación. Así lo atestiguan las dos mujeres que dieron nombre, con sus demandas, a los casos que promovieron en Estados Unidos la legalización del aborto. Norma McCorvey y Sandra Cano, que aparecieron como demandantes –con nombres ficticios- en los casos Roe contra Wade y Doe contra Bolton, respectivamente, han desvelado décadas después con ira y vergüenza, cómo las malas artes de abogadas feministas les manipularon para impulsar el aborto en su país.
 
Norma McCorvey («Roe») fue convencida por abogadas feministas para solicitar autorización judicial para abortar. Ella reunía «los requisitos»: «Eres blanca, eres joven, y quieres abortar», le dijeron sus abogadas. En su ingenuidad (ni siquiera sabía lo que era un aborto) le convencieron de que el niño era en realidad sólo un pedazo de tejidos. Norma nunca estuvo ante el juez, nunca testificó ni estuvo presente en ninguna de las audiencias de su caso. Por ello años después declaró: «El caso entero fue una abstracción (…) En cierta forma mi exclusión y la exclusión de los hechos reales significativos en el caso Roe contra Wade son un símbolo de cómo la mujer de nuestra nación y sus experiencias en abortos han sido ignoradas en el debate nacional por la industria abortista. Lo que se presenta es lo que la industria abortista piensa que es bueno para la mujer, no la realidad de sus experiencias».
 
Una de las abogadas feministas de Norma, Sarah Weddington, reconoció años después en un discurso en el Instituto de Ética de la Educación, en Oklahoma que la improvisada historia y la alegada falsa violación de Norma, habían sido una estratagema para lograr la despenalización general del aborto: «Mi conducta pudo no haber sido totalmente ética. Pero lo hice por lo que pensé fueron buenas razones», afirmó. Sorprende el descaro de sus declaraciones y la impunidad de su actuación. Por si fuera poco, Weddington ha obtenido año tras año pingues beneficios en forma de cargos por su cruzada «abortista», llegando a convertirse en 1978 en Ayudante del presidente Carter.
 
Poco conocida es la implicación de Hugh Heffner, fundador de Playboy, en la legalización del aborto en Estados Unidos. En una entrevista en 1992 declaró al Miami Herald haber hecho una gran cosa por las mujeres: «Probablemente Playboy estuvo más involucrada en Roe contra Wade que cualquiera otra compañía. Nosotros aportamos los fondos para esos primeros casos y además escribimos el amicus curiae en el caso Roe». Ya en esos momentos iniciales quedó patente la inseparable dimensión crematística del aborto.
 
El caso Doe contra Bolton –que permitió el aborto a petición y fue el medio legal que facilitó la legalización de los abortuarios en todo Estados Unidos- fue la historia de una manipulación. Sandra Cano, nombre real de «Mary Doe», era una joven madre de tres hijos, embarazada y en trámite de divorcio con su esposo, encarcelado por abuso de menores. Despojada de sus tres hijos por los servicios sociales pidió ayuda legal a un grupo, que resultó ser de activistas proabortistas. Intentaron convencerle de que debía abortar, sin lograrlo. «Doe contra Bolton fue una mentira (…) Lo que recibí fue algo que nunca pedí: el derecho legal a abortar a mi niño» expresó Cano años después, declarando que nunca firmó el testimonio aportado al juicio por sus abogadas en el que se decía que sería devastador para ella tener otro niño que no deseaba, que no lo cuidaría, llegándose a sugerir en dicho documento incluso la posibilidad de suicidio. Fue presionada por su abogada Margie Pitts Hames y su madre para abortar. Su abogada le impidió hablar ante el Tribunal, porque previamente un periodista le había preguntado qué pensaba sobre el aborto, afirmando Cano que no creía en él ni lo deseaba. Su testimonio resulta en ocasiones estremecedor: «La salud, física y mental, de la mujer no mejora con el aborto. He visto muchas mujeres que llorando me han confesado cuánto les ha dañado el aborto. Algunas de ellas padecen secuelas físicas, otras mentales por el sentimiento de culpa de haber matado a su hijo. Estas mujeres me han dicho cómo les mintieron sobre el aborto y cómo los proabortistas les dijeron que en realidad no se trataba de un niño. Muchas sufrieron porque quieren tener niños pero el aborto les incapacitó para tenerlos. Sus corazones están rotos, anhelando el niño que abortaron».
 
Pasados los años, Norma McCorvey y Sandra Cano han pedido al Tribunal de Distrito de Nueva Jersey (en un nuevo caso sobre aborto) que se reviertan las sentencias a su favor dictadas hace mas de 25 años. McCorvey -conversa en los 90 al catolicismo- y Cano son actualmente fervientes defensoras de la vida, y testimonio vivo del engaño, la manipulación y la mentira a las que se ven sometidas sistemáticamente las mujeres en tantos países que han asumido la cultura de la muerte con una diabólica naturalidad.
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