Los límites de la sexualidad o la sexualidad sin límites para niños
Se llega a defender, incluso, lo que denominan «relaciones sexuales intergeneracionales» (un término políticamente correcto para evitar las connotaciones negativas que a día de hoy tiene lo que todos conocemos como pedofilia o pederastia) siempre que exista consentimiento por parte del menor.
Llega a mis manos un artículo publicado en 1996, en el número 65 de la revista HIKA. Reconozco que desconocía la existencia de tal publicación. La curiosidad me hace indagar un poco y me encuentro con que esta publicación se presenta como «revista de la izquierda vasca». El título del artículo en cuestión es el siguiente: ¿Tiene edad el deseo sexual? En él se defiende una posición personal claramente ideológica:
«El derecho al placer sexual es negado a las personas fuera de la edad reproductora: niños y ancianos. Esta negación, en el caso de la infancia, se llega a regular legalmente mediante la edad de consentimiento (…) Es cierto que no se tiene la misma capacidad de decisión a los 3 que a los 10 ó 15 años ¿Dónde está el límite para el consentimiento? (…) En primer lugar, en una relación sexual no deberíamos fijarnos en la edad, sino en la forma en que se da esa relación, en si hay o no coacción. En segundo lugar, se trataría de defender una política sexual basada en la autodeterminación, es decir, en la capacidad de las personas para decidir libremente el tipo de relaciones sexuales que desea mantener. Autodeterminación también para las personas hoy consideradas menores de edad».
Esta opción se apoya en la postura radical defendida por Gayle Rubin, antropóloga americana, activista de las políticas de género, y firme defensora de todo tipo de prácticas sexuales, sin límite, ni siquiera de edad, siempre que sean relaciones consentidas: «Una moralidad democrática debería juzgar los actos sexuales por la forma en que se tratan quienes participan en la relación, por el nivel de consideración mutuo, por la presencia o ausencia de coerción y por la cantidad y calidad de placeres que aporta. El que los actos sean homosexuales o no, en pareja o en grupo, desnudos o en ropa interior, libres o comerciales, con o sin video, no debería ser objeto de preocupación ética. Partiendo de estas ideas, tendremos que poner los medios para proteger los derechos de las personas que no han consentido en esas relaciones sexuales. En el caso de las relaciones sexuales intergeneracionales se tratará de proteger los derechos de las personas menores pero sin confundir protección con paternalismo. Hoy en día se les niega a las personas menores cualquier posibilidad de decisión, somos las personas adultas quienes decidimos por ellas qué es lo que les conviene. Las personas menores son capaces también de decidir en el terreno sexual. Reconozcámosles ese derecho».
La cita anterior de esta antropóloga, recogida en dicho artículo, está sacada de su ensayo «Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad». Dentro de su postura radical, que queda ya de manifiesto desde el propio título, llega incluso a cuestionar las leyes que protegen a la infancia: «La ley es especialmente fiera en la tarea de mantener la frontera entre la "inocencia" infantil y la sexualidad "adulta" (…) La cantidad de leyes dedicadas a proteger a la gente joven de una prematura exposición a la sexualidad resulta sorprendente».
Este artículo, en el contexto de una publicación que ya se define como «revista de la izquierda vasca» y dirigida a un público adulto, no es más que una artículo de opinión que defiende una postura personal, absolutamente radical y claramente ideológica, que se puede compartir o no. Cuando este artículo se convierte en el texto de una Guía didáctica dirigida a alumnos de Secundaria (aunque tal como dice la guía «hay actividades que podrían muy bien plantearse en niveles de Primaria») la cosa cambia drásticamente. A partir de ese momento, la opción personal, moralmente discutible, de una antropóloga radical, se convierte en una imposición moral e ideológica a niños entre 12 y 16 años, como si se tratara de una verdad absoluta e indiscutible. Dicha Guía está incluida dentro del numeroso material educativo que ofrece la Federación estatal de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (FELGTB), y que lleva años siendo utilizado en colegios e institutos de toda España. En la propia introducción ya se deja clara la finalidad de la misma y el porqué de su utilización en la enseñanza secundaria obligatoria: «Porque es la edad en la que se descubre y asume, de forma más consciente, la propia sexualidad. (…) y porque el carácter de obligatoriedad de este nivel permite que los valores de la educación que pretendemos desarrollar pueda abarcar a toda la población escolar».
De esta forma, con la excusa de transmitir «el respeto a la diferencia por orientación sexual» (para lo que utiliza nada menos que 396 páginas) y dentro de la Unidad didáctica «Los límites de la sexualidad», se hace asumir a los niños la forma de entender la sexualidad de un determinado colectivo, minoritario y radical, descalificando y rechazando la de otro sector de la sociedad: «En nuestra cultura, marcada fuertemente por la impronta de la moral judeo-cristiana, la sexualidad ha tenido siempre connotaciones negativas, y su único objetivo lícito ha sido el encaminado a la reproducción. (…) Por ello, hay que romper con los lastres del pasado y recuperar una concepción positiva de la sexualidad (…) Los límites de la misma son los que cada individuo quiera establecer».
Como hemos visto, se llega a defender, incluso, lo que denominan «relaciones sexuales intergeneracionales» (un término políticamente correcto para evitar las connotaciones negativas que a día de hoy tiene lo que todos conocemos como pedofilia o pederastia) siempre que exista consentimiento por parte del menor, un menor al que hay proteger, como hemos visto, sin «paternalismos» y, a ser posible, sin leyes restrictivas. ¿Podemos admitir, sin más, que un menor, un niño, puede consentir libremente una relación sexual con un adulto, sin que su conciencia esté siendo manipulada y violentada? Estoy segura de que no. El simple hecho de imponer esta visión particular, manipulada e ideológica a niños en la escuela ya es una forma de forzar y violentar su conciencia para que asuman como normal la pedofilia y cualquier tipo de práctica sexual, y rompan con los «lastres del pasado», entre los que están, sin duda, la moral que les hayan transmitido sus padres en casa.
No nos engañemos. El planteamiento de esta guía, por brutal que les parezca a algunos, no es una excepción. Es exactamente el mismo que se está haciendo desde la asignatura de Educación para la Ciudadanía (EpC), tanto en lo que respecta a romper con los lastres del pasado y huir de paternalismos con su defensa a ultranza de la autonomía de los niños, como en la ausencia de referentes morales y de límites, especialmente en materia de sexualidad. Veamos sólo un ejemplo. El libro de EpC de la editorial Mac Graw Hill de 2º de ESO (dirigido a niños de 13 años) defiende, basándose en los «principios de tolerancia y flexibilidad» que «la mayor parte de las llamadas ‘perversiones sexuales’ carecen de sentido, pues, en último término, no serán sino diferentes formas de conducta que, como toda conducta humana, se caracterizarán por su variedad y su multiplicidad de formas». Con el mismo planteamiento, en el libro del profesor de la editorial Pearson-Alhambra de 2º de la ESO (recordamos, dirigido a niños de 13 años) se recomienda como material de interés, dentro del tema «Del yo al nosotros», la página web Islaternura, en la que hay una sección denominada Tablón de Anuncios, que tiene una opción específica para establecer contactos entre «jóvenes y maduros». Una opción fácil y discreta para facilitar a los niños, si así lo desean, lo que la Guía didáctica de la FELGTB llama «relaciones sexuales intergeneracionales».
Antes del verano, Gabilondo lanzaba este mensaje a la sociedad: «Tenemos que interiorizar seriamente qué valores estamos transmitiendo a los jóvenes». No sabemos cuánto va a durar todavía su proceso de interiorización. Esperemos que no tengan que producirse, de nuevo, sucesos tan graves como los que llevaron a Gabilondo a hacer estas declaraciones antes del verano para que reaccione y adopte medidas urgentes y drásticas que hagan que la escuela dejar de ser el campo de manipulación ideológica en que lo han convertido algunos.
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