Lunes, 25 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

¿Existe una muerte cristiana?


Sin fe no puede esperarse ni ser concebida una muerte cristiana. No podemos "celebrar la muerte como una Pascua" sin la fe sobrenatural. Esto es un don que tenemos que pedir, y que, por cierto, no se contrapone al sufrimiento y la tristeza humana y natural que produce la separación de los seres queridos

por Manuel A. Serra

Opinión

La Liturgia de este Domingo quinto de Cuaresma nos acerca un poco más a la Pascua de Jesús; hoy, en concreto, a su muerte. Sería interesante detener nuestra atención a este tema de crucial importancia y que necesita una profunda reflexión por parte de la Comunidad cristiana. No podemos concebir la muerte de cualquier manera ni disolvernos en la multitud a la hora de mirarla y afrontarla. Tanto es así que con justicia deberíamos hablar de "muerte" y de "muerte cristiana”como dos realidades con elementos comunes pero sin posibilidad de mera identificación. ¿Qué es la muerte cristiana? El Nuevo Testamento la designa, al menos, con estos términos: glorificación, pascua, cáliz, bautismo. La muerte cristiana es una glorificación porque a través de ella Dios nos hace participar de Su gloria. ¿Qué es la gloria? El ámbito de Dios, el estado de perfección en que se encuentra Dios eternamente y en el que Él quiere llevar a sus hijos para que participen de ella. En el lenguaje coloquial describimos las experiencias relacionadas con lo "muy bueno" con estar en la gloria. La gloria, pues, expresa el estado de máxima perfección en el ser, la plenitud de vida, la satisfacción del anhelo y del deseo de vida eterna que nos habita por dentro.
 
El término "pascua" tiene en la Biblia amplia presencia. Ante todo quedó en la memoria del pueblo de Dios la liberación de la esclavitud de Egipto y la vergonzante opresión que sufrió durante quinientos años. El pasode la esclavitud a la libertad se consagró como el evento capital de la Liturgia israelita y de su identidad religiosa. La pascua fue una experiencia de libertad y también de vida, de plenitud. El asentamiento en Canaán como la tierra que Dios daba a su pueblo liberado, el triunfo sobre los pueblos vecinos de Su mano poderosa, fueron una actualización de la pascua. En la cima de la historia de salvación del pueblo de Dios se encuentra la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios, el cual llevó a la humanidad entera de la muerte a la vida, del pecado a la Gracia, de la esclavitud a la libertad, de la tristeza y el sinsentido a la Alegría del Cielo. La muerte cristiana es participación en el paso victorioso de Jesús a través de la muerte hasta la Vida Nueva. Es Pascua porque es pasode la muerte a la vida, pero no a la vida de este mundo otra vez sino a una vida nueva, la vida eterna.
 
Los términos "cáliz" y "bautismo" designan otros nombres de la muerte acentuando su crudeza y su dramatismo. El "cáliz" es el momento amargo en que el espíritu humano se enfrenta con el veneno del diablo, su mentira que le dice "tu muerte lo acabará todo", "tu muerte es el final", "Dios es hasta aquí, ahora vengo yo". Es el "lado oscuro" de la muerte que está ahí y no puede obviarse, pero que queda superado por la obediencia heroica del que aprendió, sufriendo, a obedecer (escuchar con fidelidad) la Palabra del Padre que es la Única verdad. "Bautismo" designa un nuevo nacimiento tras la sepultura de la muerte. En nuestro caso lleva consigo una purificación (bautismo designa esto) que nos capacita para presentarnos ante Dios para gozar de Su presencia.
 
Sin fe no puede esperarse ni ser concebida una muerte cristiana. No podemos "celebrar la muerte como una Pascua" sin la fe sobrenatural. Esto es un don que tenemos que pedir, y que, por cierto, no se contrapone al sufrimiento y la tristeza humana y natural que produce la separación de los seres queridos. Esta imagen que contemplaremos en las Imágenes de Semana Santa, la Piedad, nos hace contemplar a María recogiendo el sagrado Cuerpo de Su Hijo en brazos con el rostro transido y penetrado por la acción de la tiniebla que ha cubierto su alma y la de su Hijo. Si mal-entendemos en qué sentido litúrgico y estético celebramos la Pascua cristiana en la muerte de una persona no estaríamos haciendo en realidad sino un acto de fanatismo desencarnado de todo realismo teológico y espiritual. El gozo y la alegría de la Pascua son, en esos momentos, un don, una promesa que no puede arrebatarse al Cielo y, menos aún, tener la osadía de apropiársela antes de que el Cielo la conceda cumplida.
 
Quedémonos con la bella imagen propuesta por el Señor a modo de catequesis. "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo, pero si muere da mucho fruto". Nuestra muerte es una caída en la tierra, un “ser sepultados”en la tierra. ¿Qué es esa tierra? Son los brazos de Dios Padre que nos acoge con delicadísima ternura para hacer que la semilla de una vida sacrificada y buena dé el fruto merecido. ¿Cómo conseguirlo que caigamos así en esa tierra? "El que se ama a sí mismo se pierde, pero el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna". La expresión "aborrecerse a sí mismo en este mundo" es un hebraísmo, una expresión de esa cultura, podríamos decir, que puede traducirse "el que se olvida de sí mismo", "el que expropia libremente su vida por amor"... Pues así preparamos nuestra vida para que caiga, lista para ser fecundada, en las manos del buen Dios.
 
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