Ahora entiendo porqué molestó lo del lince

Según Catholic Herald, una propuesta de directiva de la Comisión Europea prevé una drástica reducción del uso de animales en los ensayos de laboratorio. En caso de que sea aprobada la propuesta en una votación del Parlamento Europeo prevista para el 24 de abril, se tomarán medidas eficaces para evitar las pruebas que puedan dañar a los animales utilizados en experimentos, en consonancia con la extendida preocupación por el bienestar animal. Hasta ahora, no hemos dicho nada escandaloso ni extraño. Cualquier persona normal prefiere evitar causar daños a los animales, en la medida de lo posible. Sin embargo, como las pruebas médicas tienen que seguir realizándose, es necesario buscar una alternativa para las mismas. ¿Qué alternativa han ideado las cabezas pensantes de la Unión Europea? Entre otras, la experimentación con tejidos tomados de embriones humanos. Las cabezas pensantes han debido de quedarse calvas de tanto pensar. Aparentemente, ciertas pruebas de toxicología con animales sólo se permitirán si se han utilizado antes, sin éxito, todos los métodos alternativos, incluyendo los experimentos con tejidos de embriones humanos. Es decir, se propone establecer legislativamente que la experimentación con niños no nacidos es preferible a la experimentación con animales. Con esto se busca evitar dolores a los animales, pero por supuesto se pasa por alto que despedazar al embrión para usar sus tejidos no debe de ser precisamente agradable para él. Por lo visto, no se trata de un descuido en la redacción, sino que, al contrario, se considera que el evitar dolores a los animales es una de las grandes ventajas del uso de embriones humanos para la investigación. Siempre según Catholic Herald, un informe adjunto a la propuesta afirma literalmente: “El uso de células madre embrionarias humanas desde 1998 ha creado grandes esperanzas en muchas áreas de investigación, incluyendo el desarrollo de alternativas para los experimentos con animales.” Ahora entiendo el malestar que ha producido el anuncio de la Conferencia Episcopal en el que se pedía para los niños no nacidos al menos la misma protección que para los cachorros de lince. El anuncio molestó tanto porque había dado muy cerca del blanco. Se ha llegado a un punto de tal frivolidad en la consideración de la vida humana que se llega a situar muy por debajo de los animales. Y esto no en conversaciones particulares intrascendentes, sino en el ámbito legislativo, que, supuestamente, debe reflejar los valores fundamentales de la sociedad que regula. Más aún, yo diría que el anuncio se quedó muy corto. Pedía para los niños no nacidos al menos la misma protección que para animales monos, simpáticos y achuchables como los cachorros de lince. Yo me conformaría con que los niños tuvieran la misma protección que esta propuesta de directiva establece para ratas, moscas de la fruta, cucarachas y otros animales de laboratorio. Ya que está tan de moda el “derecho” a elegir la orientación sexual, me pregunto si no será hora de defender el derecho a elegir la orientación animal. ¿Por qué tenemos que dejar que otros nos definan como seres humanos? Quizá, si conseguimos convencer al gobierno de que somos linces sin pelo o cucarachas muy grandes, nuestros hijos estén más protegidos. Bruno Moreno Ramos