Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Alerta Católica y Masiá


Hemos llegado al absurdo de que se mire con desprecio la simple pretensión de que la fe católica no sea objeto de ataques por parte de seglares, sacerdotes, religiosos y teólogos que pretenden estar en comunión con una Iglesia que cree y enseña lo que ellos no aceptan.

por Luis Fernando Pérez

Aunque todavía es pronto para asegurarlo, a mí me quedan pocas dudas de que la aparición de Alerta Católica puede suponer un antes y un después en la pequeña intrahistoria de la Iglesia en España. De la misma manera que Germinans germinabit ha demostrado que con poca gente y con pocos medios se puede hacer mucho para ayudar a cambiar la realidad de toda una iglesia local, Alerta Católica puede ser la piedra de toque que se necesita para canalizar el deseo de muchos fieles, bastantes más de lo que probablemente todos creemos, de que la Iglesia acabe con una realidad muy poco edificante: la de los abusos litúrgicos y desviaciones doctrinales severas que perjudican gravemente a la salud espiritual del pueblo de Dios en España. Aunque formo parte del grupo “fundador” de Alerta Católica, decidí desde el primer momento tener un papel secundario en su funcionamiento e incluso en la toma de decisiones. Bastante tengo con mi tarea en Religión en Libertad como para echarme a las espaldas algo de ese calibre. Mi impresión es que el número de miembros de AC crecerá lo suficiente en los próximos meses como para que el trabajo se reparta, de manera que nadie tenga que hacer un gran sobre esfuerzo. No descarto que en un futuro a medio-largo plazo, Alerta Católica pase a tener algún tipo de personalidad jurídica y/o eclesial propia. Esa será una decisión que tendrán que tomar sus miembros. Todos los que han empezado esta aventura saben bien lo que se juegan. Es más cómodo no hacer nada que lanzarse pendiente abajo por la ladera de la denuncia de situaciones anómalas en el seno de la Iglesia. El ámbito de lo eclesialmente correcto no tiene nada que envidiar al de lo políticamente correcto. Muchos prefieren la paz de los cementerios al barullo del conflicto en favor de la defensa de la fe. Lo ideal es que todos seamos de un mismo sentir, pero como dijo San Pablo, “oigo que al reuniros en la asamblea, hay entre vosotros divisiones, y lo creo en parte. Desde luego, tiene que haber entre vosotros también disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados” (1 Cor 11,1819). Se acusará a Alerta Católica de ser una Inquisición laica, de querer regresar a la Edad Media, a los autos de fe y a las hogueras. Hemos llegado al absurdo de que se mire con desprecio la simple pretensión de que la fe católica no sea objeto de ataques por parte de seglares, sacerdotes, religiosos y teólogos que pretenden estar en comunión con una Iglesia que cree y enseña lo que ellos no aceptan. Pero por lo que he hablado con todos sus miembros, en Alerta Católica no se busca que se sancione canónicamente a nadie, sino, simple y llanamente, que se ponga orden allá donde no lo hay. Corresponde a los pastores decidir el cómo se logra tal cosa. Lo que no es admisible es que no se haga nada, sobre todo cuando hay escándalo para los fieles. Y entiéndase lo de fieles en el sentido literal del término. Es decir, el de aquellos que guardan fidelidad a la Iglesia en todo y confiesan en su integridad el depósito de la fe. Hoy es noticia el asunto de Masiá. Personalmente creo que el caso de este jesuita es de los que clama al cielo. No he visto algo igual en mucho tiempo y los últimos posts de su blog justificarían por sí solos una denuncia en toda regla ante sus superiores y ante el Vaticano. Uno de los miembros de Alerta Católica me dijo que el problema que hay con Masiá es que cuanto más se tarda en pedir la intervención de la Iglesia, más barbaridades acumula en su atalaya pública. Y tiene toda la razón. No sé qué efecto tendrá la actuación de Alerta Católica, pero el simple hecho de que se animen a hacer algo ya merece la pena. Como bien dicen en la entrevista, si Juan Masiá fuera un señor de Alcantarilla dedicado a la ornitología, sus opiniones doctrinales serían algo que debería de solucionar con su posible confesor, pero como quiera que es sacerdote, jesuita y “experto” en bioética, no puede aceptarse de ninguna manera que se dedique a ridiculizar y menospreciar a la, en palabras suyas, “teología anticientífica que hoy predomina lamentablemente en medios romanos". Ya es hora de que Roma le ponga en el lugar que le corresponde. Luis Fernando Pérez Bustamante
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