¿De dónde viene Santa Claus?
El nombre de Santa Claus deriva del holandés Sinterklaas, que llevaron al Nuevo Mundo los emigrantes de las “tierras bajas”, fundadores en 1624 de Nueva Amsterdam, denominada después Nueva York. La actual caricatura del Santa Claus infantilizado y un tanto grotesco, viene de tiempos más recientes.
Según las leyendas infantiles norteamericanas, Santa Claus, es decir, San Nicolás, el que trae los regalos a los niños (como en España los Reyes Magos) viene de Finlandia, exactamente de la ciudad de Joulupukki, Laponia. Tengo una nieta gringuita que en su día estaba ahorrando, dólar a dólar, la cantidad suficiente que le permitiese viajar algún día al “hogar” del santo dadivoso amigo de los niños. Como es sabido, la fábula no tiene ningún sentido, pero la localización del santo en el “hemisferio Norte”, acabó convirtiéndose en el Polo Norte, y más exactamente, en la dicha localidad de Laponia. Como es sabido también, San Nicolás de Bari, en cuya basílica reposan sus reliquias, no fue tampoco obispo de esta ciudad italiana, sino de Mira, en el siglo IV, ubicada en los valles de Licia, península de Anatolia, actual Turquía. Pero al margen de las fabulaciones para consumo de inocentes, el hecho de que Santa Claus se asocie a la Navidad, tiene significado litúrgico, ya que San Nicolás se festejaba el 24 de diciembre antes de la implantación del calendario gregoriano, llevada a cabo por el papa Gregorio XIII en 1582, a propuesta de los matemáticos de la Universidad de Salamanca, encargados de realizar los estudios astronómicos pertinentes. Este ajuste del desfase que arrastraba el calendario juliano, establecido por Julio César en el 46 a.C., tuvo lugar después de la reforma protestante iniciada en 1517 por el fraile agustino Martín Lutero, con sus 95 tesis clavadas en la puerta de la iglesia de Wittenberg, de ahí que ciertos cambios de fechas del santoral que trajo consigo el nuevo calendario gregoriano, dejaran de observarlos los protestante. Uno cuya festividad mantuvieron sin modificar los reformados, fue San Nicolás, patrón nacional de Grecia, Rusia, Turquía y Lorena (Francia). Ahora la Iglesia católica celebra su fiesta el 6 de diciembre, bien alejada de la víspera de Navidad, en cuya noche –según la tradición que han mantenido los protestantes- el santo entra por la chimenea en los hogares de los niños que han sido buenos, para dejar los regalos, juguetes y golosinas, al pie del árbol navideño, otra costumbre nórdica, para que los encuentren –he aquí lo más importante de todo-, el día del nacimiento del Niño-Dios. Como puede verse, todo tiene un viejo pero profundo sabor religioso. El nombre de Santa Claus deriva del holandés Sinterklaas, que llevaron al Nuevo Mundo los emigrantes de las “tierras bajas”, fundadores en 1624 de Nueva Amsterdam, denominada después Nueva York. La actual caricatura del Santa Claus infantilizado y un tanto grotesco, viene de tiempos más recientes. El primero que le dio una forma de anciano venerable, gordinflón y bondadoso, vestido con ropajes esquimales o cosa parecida, mayormente de color verde, fue el dibujante alemán afincado en EE.UU., Thomas Nast, que desde 1863 empezó a dibujar unas tiras navideñas para la revista Harper’s Weekly. Fue en 1931, cuando la firma Coca-Cola, banalizó y mercantilizó el producto “Santa Claus”, vistiéndolo de rojo, el color de la marca de gaseosas refrescantes con sabor a regaliz. Así, pues, a medida que Santa Claus, y aún la Navidad, se convierte en un artículo de consumo, se desvirtúa su espíritu original, el que explicaba su significado religioso y litúrgico. Lo de Papá Noel (Papá Navidad) es la versión francesa secularizada o secularista del mito americano de Santa Claus, originada en la Francia de Napoleón, pero que ya no tiene nada que ver con el verdadero San Nicolás, obispo benefactor de pobres y necesitados y protector de doncellas. En la catedral de Ávila se venera al santo de Mira y de Bari, con capilla propia, donde los fieles, desde la Edad Media, pueden depositar sus limosnas para la dote de doncellas casaderas pero pobres. Vicente Alejandro Guillamón
Comentarios