Un fracaso
Quizás sea el momento de no sólo sancionar, cosa que además se hace tarde (¿no se le tendría que haber sancionado antes al padre Ariel? ¿A cuantos seminaristas y laicos ha confundido con esas doctrinas execrables?), sino de replantear los estudios teológicos en profundidad.
El Obispo de Santiago del Estero, monseñor Francisco Polti Santillán, ha prohibido a D. Ariel Álvarez Valdés enseñar teología católica, lo que afectará su labor en la Universidad Católica de Santiago del Estero y en el Seminario Mayor. Si el sacerdote niega la doctrina sobre el pecado original, la Anunciación y el valor cristiano del libro de Job, es lógico que se le retire de la enseñanza de disciplinas teológicas, más teniendo en cuenta que se le ha pedido que se retracte, cosa que no ha hecho. Que haya sacerdotes así no nos debe escandalizar, pero si debemos realizar una reflexión y es la descomposición que sufren los estudios eclesiásticos. Herejes ha habido siempre, eran fácilmente reconocibles porque era muy sencillo encontrar doctrina sana. Hoy en día sin embargo, lo que antes era fácil ahora se ha vuelto más complicado. Lo que antes era ocasional - que saliera un sacerdote católico por peteneras - hoy es generalidad. El padre Ariel (Dios quiera que reflexione y se retracte de sus locuras teológicas), estudió en Israel, se doctoró en Salamanca y además es miembro de la ABE. Sin embargo nada de esto ha evitado que en su reflexión teológica se extravíe. Aunque es cierto que la responsabilidad última es suya, yo me pregunto, ¿están las Universidades Católicas y los Seminarios libres de culpa? Evidentemente, hay Seminarios y Seminarios, Universidades y Universidades. Por ejemplo, no se puede comparar el de Navarra, perteneciente al Opus Dei con el CET de Sevilla: hay una diferencia sensible entre ambos. En general, los estudios superiores han sufrido una pérdida de calidad en sus contenidos terrible. Evidentemente, esto también ha afectado a los estudios eclesiásticos, ya que al fin y a la postre, la Iglesia la conformamos hombres que estamos insertos en una sociedad y como hijos de nuestro tiempo, los vientos que soplan también nos afectan. La devaluación es palpable. Los ejemplos son varios: abandono del latín, bibliografías donde se mezclan autores sancionados por Roma (Boff, Küng,..), con autores de sana doctrina - como si estuviesen estos al mismo nivel -, etc. Yo propongo un ejercicio sencillo: comparar cualquier libro de Royo Marín con su correspondiente actual. Se nos hará patente cómo las cosas han ido a peor, no sólo en los contenidos, sino en el tratamiento y en la exposición de los temas. Quizás sea el momento de no sólo sancionar, cosa que además se hace tarde (¿no se le tendría que haber sancionado antes al padre Ariel? ¿A cuantos seminaristas y laicos ha confundido con esas doctrinas execrables?), sino de replantear los estudios teológicos en profundidad. El fracaso no sólo ha sido del padre Ariel. Isaac García Expósito
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