Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Educación sexual e irresponsabilidad de los adultos


Dar a niños, adolescentes y jóvenes una recta educación sexual es una obligación urgente y grave de los padres y educadores cristianos, tarea que en la mayor parte de los casos no se lleva a cabo por falta de conocimientos o comodidad.

por Pedro Trevijano

Hace unos días, me contaban mis sucesores en la clase de Religión en el Instituto, que habían encontrado en los alumnos una mentalidad claramente a favor del aborto, del que recordemos el Concilio Vaticano II nos dice que es un atentado a la vida y un crimen horrible. Desgraciadamente no es el único tema en lo referente a la sexualidad en el que la mentalidad de nuestros adolescentes y jóvenes deja mucho que desear. Creo que, prácticamente en todos los temas en cuestiones sexuales, la mentalidad cristiana brilla por su ausencia. A la hora de buscar responsables, dado que nuestros adolescentes no tienen todavía excesivo sentido crítico y absorben aquello que está en el ambiente, es indiscutible que el Gobierno, todos los gobiernos de cualquier signo que sea, y muchos medios de comunicación, como bastantes canales de televisión, tienen una clara responsabilidad, por supuesto no exclusiva; porque también nosotros tenemos que hacer un examen de conciencia y ver nuestra parte de culpa en lo que está sucediendo. Creo que ha llegado el momento de decir que la Iglesia lleva ya bastante tiempo, diría que por lo menos desde el último Concilio, en el que nos estás insistiendo en los valores de la sexualidad al servicio del amor, pero también pienso que los sacerdotes tenemos nuestra buena parte de culpa en lo que está sucediendo. Concretamente ¿hace cuánto tiempo han oído ustedes por última vez un sermón serio sobre la sexualidad?, ¿o es que no hay bastante miedo o impreparación por parte de muchos sacerdotes para presentar la castidad como la sexualidad al servicio de la recta razón iluminada por la fe?. El silencio, y especialmente el prescindir del Magisterio pontificio y episcopal, no es una manera de ayudar a los que están necesitados de instrucción y, sobre todo, de educación. En cuanto a los padres tienen que ser conscientes que son ellos los primeros responsables de la educación de sus hijos y, por tanto, también de su educación sexual. Son los padres los primeros y principales educadores de sus hijos, centrando sus esfuerzos en procurarles una verdadera educación integral, haciendo de su hogar un lugar habitable del que los hijos puedan aprender sobre todo por los ejemplos que reciben. Como me decía una adolescente: “Claro que creo en el amor. Lo he visto y vivido en mis padres”. En segundo lugar, no deben tener miedo en discutir y dialogar sobre las cuestiones concretas. La sexualidad es una expresión de nuestra capacidad de amar y hoy no dar al niño educación sexual puede significar que crezca con una mentalidad deformada sobre estos temas. El no dar esta educación supone dejar el campo libre a los que creen que la educación sexual a menores consiste en enseñar cómo ponerse el preservativo, porque: “a nosotros, nos merece tanto respeto el adolescente que se acuesta, eso sí usando el preservativo, como el que no”, frase que he oído con mis oídos, con lo que la conclusión que se saca es que el no se acuesta, es tonto de remate. La maduración personal incluye y exige el conocimiento progresivo de la propia sexualidad y supone un conjunto de actitudes y valores que ayudan a su realización. En consecuencia, como afirma el Concilio Vaticano II, todo individuo tiene el derecho de recibir la instrucción y educación sexual adecuada a su edad. Por ello, actualmente la discusión se centra en el modo concreto, lugar, tiempo y personas que deben responsabilizarse de esta enseñanza y especialmente sobre el papel que juegan la familia, la escuela y la Iglesia. Es necesario que los niños vayan conociendo su sexualidad poco a poco hasta su pleno descubrimiento en la adolescencia. Los niños deben saber que hacer preguntas sobre la sexualidad forma parte de su educación integral. Sin embargo, aunque la información es imprescindible, no basta con tener conocimiento e información, pues la mejor instrucción sexual no consigue encauzar el apetito sexual, sino que para conseguir esto el mejor medio es la educación de la afectividad con una buena formación espiritual y la práctica religiosa. Dar a niños, adolescentes y jóvenes una recta educación sexual es una obligación urgente y grave de los padres y educadores cristianos, tarea que en la mayor parte de los casos no se lleva a cabo por falta de conocimientos o comodidad. Y sin embargo nuestros jóvenes necesitan una formación clara y abierta al crecimiento afectivo, en estas cuestiones tan importantes para la perfección personal y la salud social. Una buena educación sexual conlleva enseñar a saber poner los instintos y lo carnal al servicio del amor, la razón y la voluntad y es un factor importante para el sano desarrollo mental, físico, moral y religioso de los niños, adolescentes y jóvenes, si bien al ser algo que afecta a la persona a lo largo de toda su existencia, cualquiera que sea su estado de vida, es uno de los campos en que la educación permanente es no sólo conveniente, sino incluso necesaria. Pedro Trevijano, sacerdote
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