La nueva dictadura escolar en Francia
Que un país de Europa occidental pueda llevar a cabo una acción como ésta con total impunidad, que las voces internacionales que dicen respetar la libertad callen, que se arme un cirio por unas normas administrativas en Rusia sobre la educación sexual de los niños, y que ante esta monstruosidad que también aplica a los niños dirigida a su formateado registre el silencio, dice mucho del empobrecimiento de la conciencia libre europea
El Gobierno francés, que no brilla precisamente por sus aciertos ni por la valoración del presidente de la República que de él hace la ciudadanía, ha inaugurado en este curso un documento brutal, impropio de un país democrático. Se trata de la ´Carta del Laicismo´, una declaración compuesta por 15 obligaciones que constituyen deberes del alumno republicano; es decir que deben de cumplirse en toda la escuela pública francesa.
El implícito de este texto no puede ser más discriminatorio. Se trata de un laicismo que no es sinónimo de laicidad, que significa meramente neutralidad real del Estado, sino que constituye una creencia que ocupa el estadio superior de la humanidad y que desde este plano supedita y dirige toda las otras creencias, las religiosas. Es evidente en su configuración la impronta de la masonería, fuertemente representada en el Gobierno de Hollande, y que tiene en el ministro de Exterior, Laurent Fabius, su pieza central y más fuerte.
El texto es un cúmulo de prohibiciones que atentan contra principios fundamentales y de despropósitos. Constatémoslos: El Artículo 14 prohíbe llevar signos o prendas en los que los alumnos manifiesten su pertenencia religiosa: el velo en la cabeza, la kipá francesa, la cruz..., todo aquello que exprese la conciencia de un ser humano queda vetado. El Artículo 13 afirma que nadie puede rechazar las reglas de la escuela de la República invocando su pertenencia religiosa. Y el 12, que no pueden invocar una convicción religiosa para discutir una cuestión del programa. Estos tres artículos, especialmente el 12 y el 14, atentan de una forma directa contra la libertad de conciencia, puesto que ésta no puede nacer de una forma espontánea. Este bloque y sus consecuencias entran en abierta contradicción con otros artículos. Por ejemplo, el 8: "la Carta del Laicismo asegura también la libertad de expresión de los alumnos". ¿Cómo va a haber libertad de expresión si no pueden invocar sus convicciones religiosas para discutir una cuestión del programa? Es libertad de expresión solo para aquellos que carezcan de sentido religioso. La visión del ser humano y de la sociedad es evidente: la creencia religiosa no forma parte de los componentes que pueden expresarse libremente. También entra en contradicción el Artículo 3 cuando afirma que el laicismo "garantiza la libertad de conciencia. Cada cual es libre de creer o no creer". ¿Cómo va a ser libre de tal cosa si se le prohíbe en una serie de artículos el que pueda expresarse no ya de palabra sino ni tan siquiera llevando algún símbolo de su religión? La contradicción es evidente. Y es que resulta insostenible el laicismo de la exclusión religiosa que aplica Francia en sus escuelas con la libertad, de conciencia y de expresión.
Pero, además, el programa incita deliberadamente al adoctrinamiento. Por una parte, exige que los profesores sean estrictamente neutrales. Pero, ¿qué significa tal neutralidad? Por ejemplo, ¿qué significa neutralidad ante el aborto, o ahí no puede existir?, ¿puede discrepar de las leyes de la República un profesor? Por otra parte, tal neutralidad no existe. Las personas no son neutrales. Lo que deben hacer, en todo caso, es ejercer su función docente, judicial, allí donde es más delicada la cuestión de la opinión personal, de manera que no influya en sus exposiciones ni en su forma de proceder. A continuación esta neutralidad se rompe de nuevo cuando en el Artículo 10 se afirma que "el personal escolar está obligado a transmitir a los alumnos el sentido y los valores del laicismo". Los profesores están sujetos al deber de propagar el laicismo. Ahí no hay neutralidad, ni hay garantía de la libertad de conciencia, ni nada de nada. Hay otro artículo interesante porque describe muy bien el implícito que se encuentra detrás de esta ´Carta de Laicidad´ en la escuela: "El laicismo permite el ejercicio de la ciudadanía conciliando la libertad de cada uno con la igualdad y la fraternidad". En el contexto de los quince ´mandamientos´ es que esto solo lo garantiza el laicismo, la Religión no, y que por esta causa está excluida su presencia del ámbito de la escuela pública.
El elemento culminante del cinismo de este texto es cuando en el Artículo 6 dice que "el laicismo en la escuela ofrece a los alumnos las condiciones para forjar la personalidad, les protege de todo proselitismo y de toda presión que les impida hacer su libre elección". Será su libre elección dentro solo del laicismo de la exclusión religiosa, porque, ¿cómo pueden hacerla en el ámbito de la religión si ésta está proscrita y censurada, y solo el laicismo merece carta de naturaleza en la transmisión de los conocimientos?
Que un país de Europa occidental pueda llevar a cabo una acción como ésta con total impunidad, que las voces internacionales que dicen respetar la libertad callen, que se arme un cirio por unas normas administrativas en Rusia sobre la educación sexual de los niños, y que ante esta monstruosidad que también aplica a los niños dirigida a su formateado registre el silencio, dice mucho del empobrecimiento de la conciencia libre europea. Y dice todavía más del adoctrinamiento al que nos somete cada día la sociedad desvinculada, la misma que nos oprime económicamente y socialmente.
Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos
© Forum Libertas
El implícito de este texto no puede ser más discriminatorio. Se trata de un laicismo que no es sinónimo de laicidad, que significa meramente neutralidad real del Estado, sino que constituye una creencia que ocupa el estadio superior de la humanidad y que desde este plano supedita y dirige toda las otras creencias, las religiosas. Es evidente en su configuración la impronta de la masonería, fuertemente representada en el Gobierno de Hollande, y que tiene en el ministro de Exterior, Laurent Fabius, su pieza central y más fuerte.
El texto es un cúmulo de prohibiciones que atentan contra principios fundamentales y de despropósitos. Constatémoslos: El Artículo 14 prohíbe llevar signos o prendas en los que los alumnos manifiesten su pertenencia religiosa: el velo en la cabeza, la kipá francesa, la cruz..., todo aquello que exprese la conciencia de un ser humano queda vetado. El Artículo 13 afirma que nadie puede rechazar las reglas de la escuela de la República invocando su pertenencia religiosa. Y el 12, que no pueden invocar una convicción religiosa para discutir una cuestión del programa. Estos tres artículos, especialmente el 12 y el 14, atentan de una forma directa contra la libertad de conciencia, puesto que ésta no puede nacer de una forma espontánea. Este bloque y sus consecuencias entran en abierta contradicción con otros artículos. Por ejemplo, el 8: "la Carta del Laicismo asegura también la libertad de expresión de los alumnos". ¿Cómo va a haber libertad de expresión si no pueden invocar sus convicciones religiosas para discutir una cuestión del programa? Es libertad de expresión solo para aquellos que carezcan de sentido religioso. La visión del ser humano y de la sociedad es evidente: la creencia religiosa no forma parte de los componentes que pueden expresarse libremente. También entra en contradicción el Artículo 3 cuando afirma que el laicismo "garantiza la libertad de conciencia. Cada cual es libre de creer o no creer". ¿Cómo va a ser libre de tal cosa si se le prohíbe en una serie de artículos el que pueda expresarse no ya de palabra sino ni tan siquiera llevando algún símbolo de su religión? La contradicción es evidente. Y es que resulta insostenible el laicismo de la exclusión religiosa que aplica Francia en sus escuelas con la libertad, de conciencia y de expresión.
Pero, además, el programa incita deliberadamente al adoctrinamiento. Por una parte, exige que los profesores sean estrictamente neutrales. Pero, ¿qué significa tal neutralidad? Por ejemplo, ¿qué significa neutralidad ante el aborto, o ahí no puede existir?, ¿puede discrepar de las leyes de la República un profesor? Por otra parte, tal neutralidad no existe. Las personas no son neutrales. Lo que deben hacer, en todo caso, es ejercer su función docente, judicial, allí donde es más delicada la cuestión de la opinión personal, de manera que no influya en sus exposiciones ni en su forma de proceder. A continuación esta neutralidad se rompe de nuevo cuando en el Artículo 10 se afirma que "el personal escolar está obligado a transmitir a los alumnos el sentido y los valores del laicismo". Los profesores están sujetos al deber de propagar el laicismo. Ahí no hay neutralidad, ni hay garantía de la libertad de conciencia, ni nada de nada. Hay otro artículo interesante porque describe muy bien el implícito que se encuentra detrás de esta ´Carta de Laicidad´ en la escuela: "El laicismo permite el ejercicio de la ciudadanía conciliando la libertad de cada uno con la igualdad y la fraternidad". En el contexto de los quince ´mandamientos´ es que esto solo lo garantiza el laicismo, la Religión no, y que por esta causa está excluida su presencia del ámbito de la escuela pública.
El elemento culminante del cinismo de este texto es cuando en el Artículo 6 dice que "el laicismo en la escuela ofrece a los alumnos las condiciones para forjar la personalidad, les protege de todo proselitismo y de toda presión que les impida hacer su libre elección". Será su libre elección dentro solo del laicismo de la exclusión religiosa, porque, ¿cómo pueden hacerla en el ámbito de la religión si ésta está proscrita y censurada, y solo el laicismo merece carta de naturaleza en la transmisión de los conocimientos?
Que un país de Europa occidental pueda llevar a cabo una acción como ésta con total impunidad, que las voces internacionales que dicen respetar la libertad callen, que se arme un cirio por unas normas administrativas en Rusia sobre la educación sexual de los niños, y que ante esta monstruosidad que también aplica a los niños dirigida a su formateado registre el silencio, dice mucho del empobrecimiento de la conciencia libre europea. Y dice todavía más del adoctrinamiento al que nos somete cada día la sociedad desvinculada, la misma que nos oprime económicamente y socialmente.
Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos
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