Lunes, 16 de septiembre de 2024

Religión en Libertad

Decadencia, colapsos y caos en la sociedad occidental

Alasdair MacIntyre (n. 1929) es autor de una obra decisiva del pensamiento contemporáneo: 'Tras la virtud' (1981).
Alasdair MacIntyre (n. 1929) es autor de una obra decisiva del pensamiento contemporáneo: 'Tras la virtud' (1981).

por Josep Miró i Ardèvol

Opinión

La gran visión de nuestro tiempo, no del todo reconocida, corresponde a Alasdair MacIntyre, quien la dejó establecida en su libro Tras la virtud en 1981, si bien es la edición de 1984 la más conocida. A estas alturas, es un clásico de la filosofía moral y también mucho más. Es la pauta necesaria para entender por qué nuestro tiempo corresponde a la decadencia de la sociedad occidental, a sus colapsos y caos, que inútilmente la élite gobernante intenta disimular impostando una falsa alegría, de la que Kamala Harris es su exponente, no sé si último o final.

La explicación del filósofo escocés tiene el valor intelectual y moral de fijar con claridad el origen y la causa de nuestras crisis acumuladas y ramificadas, señalando la Ilustración como el origen, y dar razón de ella, al tiempo que nos cuenta por qué existen dificultades, no ya en la política, sino en la propia academia, para encontrar las respuestas morales. Estamos ante una aportación necesaria.

El impacto de la Ilustración en la decadencia de la sociedad occidental

Es evidente que la Ilustración y su desarrollo, la modernidad, han sido liquidadas por sus vástagos en una rápida secuencia. Primero, la posmodernidad, que niega toda posibilidad de construir grandes relatos y, por tanto, menosprecia la capacidad de la razón, de la "diosa razón" ilustrada. La posmodernidad rechaza, por falsa, la idea de que pueda realizarse una obra de la magnitud del Estudio de la Historia de Toynbee y el estudio comparado de sus 23 civilizaciones, con el afán de encontrar pautas y establecer conclusiones.

En rápida secuencia, la posmodernidad deriva en el modelo actual de sociedad desvinculada, que conduce a sus últimas consecuencias el individualismo basado en la realización sin límites de los impulsos de los deseos que surgen del narcisismo y del hedonismo, que son las claves de nuestro tiempo. Ejemplos de ello son la ley trans o la del aborto por deseo de la madre. El Yo sin vínculos -de fe, tradición, historia, deber, compromiso, normas- se traduce en términos políticos en el liberalismo cosmopolita de la globalización y la progresía de género, teóricos descendientes del liberalismo y la izquierda histórica, y en realidad, mutaciones contra natura de ellas.

Ambos gobiernan Occidente mediante la Gran Alianza Objetiva, que tiene como piedras angulares el aborto masivo y eugenésico y el matrimonio homosexual. ¿Cuáles son si no las grandes batallas políticas de este tiempo, como muestran las elecciones americanas?

El colapso de la sociedad moderna según MacIntyre

Lo que generó la Ilustración y desarrolló la modernidad hoy está liquidado o en crisis terminal. El propio sistema capitalista, convertido en un monstruo basado en la financiarización de la economía y en el servicio a las apetencias de los deseos de la desvinculación, poco tiene que ver con su origen. El trabajo, cada vez más, es visto en menor medida como un elemento de realización o progreso personal, que no significa siempre ganar más dinero, sino amar la tarea que se hace.

La burguesía ha sido liquidada, y lo que existe hoy son personas con dinero, con mucho dinero, pero esto nada tiene que ver con aquella clase social, porque carecen de cultura propia, más allá del uso y disfrute de la riqueza y de su exhibición. De hecho, una persona que se sitúa en el 10% más elevado de los ingresos y aquellos que están por debajo de la media difieren poco en cuanto a sus preferencias culturales. La diferencia la marca lo que pueden pagar por ellas, no en sus contenidos cualitativos. La burguesía podía amar la ópera, y a la menestralía le encantaba la zarzuela; hoy ese tipo de diferencias no existen.

Con la burguesía también ha desaparecido la clase trabajadora, el proletariado. Existen asalariados, pero no clase trabajadora. Las dos divisiones sociales básicas que estableció Marx, y que han tenido un largo recorrido para interpretar la realidad histórica, han desaparecido. En contrapartida, se ha desarrollado, absorbiendo una parte creciente de la sociedad, el lumpenproletariado. Todo esto señala un cambio extraordinario, que el marxismo nunca llegó a imaginar. Quizás por esto, los pocos regímenes socialistas que quedan no pasan de ser simples fantasmas totalitarios fracasados y grandilocuentes, cuya caricatura tan bien expresa Maduro. O han evolucionado hacia una dictadura de fines benévolos, medios criminales y gran capacidad técnica, como China, que ha reconstruido su legitimidad y acuerdos fundamentales no en Marx o en Mao, sino en sus propias raíces neoconfucianas.

El colapso del capitalismo y la crisis moral de Occidente

El modelo económico y social del capitalismo, depredador de todo en sus inicios, evolucionado en términos de bienestar y altos niveles de consumo después -que serían las diferencias básicas entre Europa y Estados Unidos-, está en gran medida fracturado y cada vez lo estará más, porque han desaparecido los fundamentos que lo hacían posible. El capital moral, cuya forja era precapitalista y preilustrada, ha sido ya totalmente consumido en el siglo XXI.

En el núcleo de todo ello radica el estado de "religión cero", tal y como lo define Emmanuel Todd en La derrota de Occidente. Un estado de cosas donde imperan el vacío, el nihilismo y el deseo sin límites, el imperio de la concupiscencia. Han desaparecido el gran organizador, que es la religión, y los valores y virtudes que esta comporta en la vida social y moral y en la acción colectiva. En definitiva, todo esto afecta al conjunto de la sociedad: al trabajo, a la cohesión nacional, a los comportamientos familiares y sexuales, al arte, a la forma en que nos relacionamos con el dinero, con el ocio, con lo que consideramos sentido de la vida y realización personal. Todo esto se ha ido o se va yendo al garete, y no hay nada que lo sustituya. ¡Y después se extrañan de las reacciones políticas, que llaman populismos!

La decadencia política en la democracia liberal

La política liberal, que se desarrolló hasta alcanzar el sufragio universal, está en quiebra y muestra sus incapacidades, su fácil manipulación, su capacidad para sustituir la voluntad de las gentes, para implantar el autoritarismo de la alianza de las minorías heterogéneas, vinculadas solo por el disfrute del poder, como sucede hoy en España. La partitocracia, es decir, la conversión de un medio -el partido político- en un fin en sí mismo, ha terminado por devorar la lógica de la democracia liberal, que es el mejor sistema, y esto se ha olvidado, no por una razón de fe, sino porque había demostrado que era capaz de aportar las mejores soluciones; pero esto ya no es así en gran medida.

Si esta dinámica no es corregida, el escenario es único y claro: decadencia, colapsos y caos.

Publicado en Forum Libertas.

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