Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Fernando Saperas en Cervera

por Creo, Señor, aumenta mi fe

ERNANDO SAPERAS EN CERVERA
 
   Terminado el suculento desayuno, Casterás dio orden de partir. Llevaron también al señor Bufarrull por el asunto de las yeguas. Al iniciar el camino, Casterás pone a Fernando en situación de blasfemar. <>.
 Pararon el vehículo ante una próxima hondonada, y bajaron todos. Realizaron al Hermano un registro minucioso. Encontraron un reloj de bolsillo, unas hojitas de calendario y diez pesetas. Le mandaron avanzar hacia un montón de gavillas de mieses. Él creyó que era el momento de de entregar su sangre por Cristo. Discuten y se impone la voz de uno de los milicianos: <>.
   El automóvil se pone de nuevo en marcha. Los milicianos entablan un diálogo ridículo y blasfemo sobre el Padrenuestro, la santa Misa y, por supuesto, las armas escondidas en el convento.
   Una pregunta ensombrece este día: <>.
   El Chico, uno de los milicianos se desnuda. Otros dos quitan los vestidos a Fernando y aquel se lanza sobre el inocente como un animal. El Hermano saperas forcejea con toda su fuerza. Se defiende con gritos que no son escuchados. << ¡Matadme, si queréis, matadme, matadme, pero no me hagáis eso! >> Los milicianos se rinden; planean una nueva jornada. <>. Bufarull atestigua que se lo repitieron muchas veces y que obtuvieron la misma respuesta: << ¡Matadme, si queréis, pero eso no! >>
   Llegados a Cervera hay un pequeño descanso. Despiden a los amigos Carulla y Bufagull y le llevan a la cárcel. Don Juan Bravo, carcelero municipal en funciones, atiende al Hermano Fernando. Su mujer le lleva algo de comida. Dos horas después vienen de nuevo aquellos desalmados. Sacan de la cárcel a Fernando y viene lo más temido.
Exiete un testigo de excepción; tenía 16 años y se le gravaron las escenas con gran precisión. Don Ramón Vilaró Pont quería mucho a los Padres de Universidad y su casa, por la parte trasera daba al prostíbulo donde fue llevado Fernando. Contempló cómo metían y sacaban a Fernando de aquel lugar. Cómo le lanzaban hacia una de las prostitutas. Lo que allí sucedió se adivina por las frases el mismo Casterás decía en público: << ¡Vaya pieza que llevábamos!... Yo me cansaba de … Él pedía fuerza Dios… Nosotros le tirábamos a tierra, y él, ¡nada!, más frio que el hielo… Esta gente no sirve para nada. Y nada pudimos conseguir… >>
   A cada nueva provocación respondía siempre con la misma expresión que recogen los testigos: << ¡Viren soy y Virgen moriré! >>
 
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