Pablo de Tarso
A partir del capítulo nuevo de los Hechos de los Apóstoles, aparece un nuevo protagonista: SAULO, SAN PABLO.
Aprueba el martirio de Esteban y quiere destruir la Iglesia. “El joven Saulo es retratado como un intransigente, es decir, uno que manifiesta intolerancia con los piensan diferente a él, absolutiza su propia identidad política o religiosa y reduce al otro a un enemigo potencial contra quien combatir. Un ideólogo. En Saulo la religión se había transformado en ideología: ideología religiosa, ideología social, ideología política. Solo después de ser transformado por Cristo enseñará que la verdadera batalla <<no es contra la carne y la sangre, sino contra las Dominaciones de este mundo tenebroso, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal>> Enseñará que no debemos luchar contra las personas, sino contra el mal que inspira sus acciones”.
Como cristianos debemos tener el corazón abierto. Quien conociera a aquel joven, rabioso y rencoroso, difícil mente hubiera imaginado que allí se encontraba un apóstol. Un apóstol entregado y amador de Jesucristo como nunca hubo. En lo profundo de su corazón, Jesús zurcía otra historia más importante. “A través del binomio <luz y voz>, característico de las teofanías, el Resucitado se le acerca a Saulo y le pide cuentas de su furia fratricida. <<Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Aquí el Resucitado manifiesta ser una sola cosa con los que creen en Él: ¡atacar a un miembro de la Iglesia es atacar al mismo Cristo! También los que son ideólogos porque quieren el <purismo>, entre comillas, de la Iglesia, atacan a Cristo”.
El hombre orgulloso que sale de Jerusalén con cartas para arrestar a los cristianos queda ciego y comprende que su grandeza es efímera. “La voz de Jesús dice a Saulo: <<Levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer>>. Sin embargo, cuando se levanta, Saulo no ve nada, se ha vuelto ciego, y de hombre fuerte, autoritario e independiente se vuelve débil, necesitado y dependiente de los demás prque no ve. La luz de Cristo lo ha deslumbrado y cegado: <Así, se presenta también exteriormente, lo que era su realidad interior, su ceguera respecto de la verdad, de la luz que es Cristo”.
Es como una lucha <cuerpo a cuerpo> entre Pablo y Cristo Resucitado. Se llama conversión que llega a través del bautismo. “De este <cuerpo a cuerpo> entre Saulo y el Resucitado, comienza una transformación que muestra la <pascua personal> de Saulo, su paso de la muerte a la vida: loe que una vez fue gloria se convierte en <basura> que hay que rechazar para adquirir la verdadera ganancia que es Cristo y la vida en Él.
Pablo recibe el bautismo. El bautismo marca así para Saulo, como para cada uno de nosotros, el comienzo de una nueva vida, y se acompaña de una nueva mirada de hacia Dios, hacia sí mismo y hacia los demás, que de enemigos se convierten en hermanos en Cristo”.
Nuestra conversión no llegará mientras no hagamos vivo nuestro bautismo. Tener al Espíritu Santo por piloto en nuestra vida