Miércoles, 11 de diciembre de 2024

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Padres y madres, disfrutad de los bebés

Padres y madres, disfrutad de los bebés

por Familia, Educación y Cultura

Acabar con el modelo de padres cansados

Los padres primerizos se quejan de que sus hijos son agotadores. Dicen estos padres que los hijos muy pequeños reclaman mucha atención. Es cierto. Insisten en que no les da tiempo para nada. Que el cambio de vida es demoledor sobre todo para la madre que suele amamantar a su bebé. En los primeros meses es así. Pero se debe cambiar la actitud para no caer en el desánimo y educar al bebé a rastras y mal. Las primeras semanas exigen inversión y aprendizaje.

El tono cambia a partir de que el niño o la niña fija su atención con los ojos y sonríe. Cambia cuando empiezan a escudriñar todo lo que tiene a su alrededor: entonces ya hemos saltado a otro momento más sugerente y de mayores réditos. El niño ya sonríe, interactúa, se canta a sí mismo o disfruta con el baño. Es un salto importante. Si en los primeros meses se ha apostado por consolidar un apego seguro el niño está muy agradecido y llora mucho menos y disfruta mucho más. Se convierte en un niño reconocido, aceptado pues lo percibe con la unidad de su cuerpo y su alma.

La clave, como siempre consiste en cambiar las percepciones. Si ves al hijo como el fruto de tus entrañas, como un don, un regalo recibido, las miradas cambian. Entonces descubres que tu gran contribución a un mundo desesperanzado es llenarte de esperanza en la educación de tu hijo en colaboración estrecha con tu marido o con tu esposa. De hecho, llenar a tu hijo de esperanza. Los dos os podéis retroalimentar contemplando -con un espíritu realmente confiado- cada uno de sus pasos, cada avance, cada novedad.

Es preciso olvidarse del cansancio y entonces darle la vuelta: y decirse a uno mismo: ¡vale la pena! Y convencerse de esta afirmación y creérselo. Lo contrario aún cansa más. Es necesario descubrir, con admiración, que educar a tus hijos recién nacidos es la tarea más valiosa y que está por delante de otras actividades que eran posibles meses antes. Entonces la tarea es sacar tiempo de donde sea posible y luego lograr que el permiso parental de los padres se prolongue como un tiempo muy satisfactorio en el que aprender y disfrutar.

Llenar de la realidad la vida de tu hijo

De entrada, la tarea consiste, ahora mismo, en los dos primeros años, en acercarle a la realidad del mundo que le rodea muy a menudo a través del lenguaje que le aproximará a la verdad de lo que sucede a su alrededor. De ese modo se alimenta la curiosidad de ese hijo recién nacido -también de un año y de dos- que todo lo quiere saber.

Algunas bases: los padres deben olvidarse bastantes de las pantallas, de los móviles, de las sesiones eternas de series. Los padres han de lograr estar más desapegados de lo que les aparta de la atención que es bueno prestarle al niño. Hay que esperar con paciencia a que se duerma y entonces el protagonista es el cónyuge. Dedicarse a él o a ella. Descansar, también ver una buena peli, quizá recibir la visita de unos amigos, y encontrar fuerzas para el día siguiente.

Las prioridades cambian. Ahora la prioridad es aquella persona que tienes entre manos (en los brazos). Es el momento de asumir que “vale la pena que existas hijo mío para dotar a la vida de más esperanza.” Si se cambia de paradigma este se puede convertir en un tiempo de pasarlo bien y a la vez darle un sentido pleno a la vida. Esta sería la máxima. Padres y madres, disfrutad de vuestros hijos. ¡Vale la pena! Meditad ante ellos, contempladlos, extasiaros con el milagro de su existencia. ¡Todo puede funcionar si os focalizáis en con estas ideas este tiempo tan valioso!

Por cierto, un error es el sharenting, es decir, sacarle fotos y videos para compartirlos en las redes sociales. Hemos de defender la privacidad de nuestro hogar. Quizá si caben algunas fotos en el chat familiar restringido. Videos para los familiares que no puedes ver a diario: los abuelos y los hermanos respectivos, etc.

Sorpréndete, asómbrate: tu hijo no te dejará indiferente

Tu hijo recién nacido evoluciona a tal velocidad que casi deberíamos tomar nota y saber lo que le gusta y cómo se entretiene. Leerle libros, aunque parezca que no los entiende, darle objetos inofensivos para que los coja con la mano. Dejarle en el suelo, sobre una manta acolchada, o una alfombra lanuda, para que se revuelque y experimente. Y como dice la ciencia: hablarle y hablarle como si entendiera todo lo que le dices. Él lo archivará todo, desde luego fonéticamente, más tarde con los meses se añadirán la semántica y la sintaxis. Ese clima conversacional, aún entre balbuceos y miradas, sonrisas y caricias, hace madurar al niño como señala la neurociencia. Estos intercambios estimularán las sinapsis, el cableado neuronal, y aumentará neuroplasticidad.

Un niño aprende desde que nace si cuenta con la atención rendida de sus padres (ni quejosa ni apática ni antipática). Un niño de menos de dos años es una máquina de captar realidades, sonidos, luces, colores y también capta la disponibilidad de los progenitores o quizá la irritación, la tensión y el estrés. Más tarde los archiva y luego recibe los réditos (o los déficits), con los meses, con los años, a lo largo de la vida.

El tono de voz de los padres es importante, la sonrisa, la voz cariñosa, la receptividad, la respuesta inmediata a sus solicitaciones es fundamental. No se le puede abandonar y menos aún calmarlo con las pantallas -ni tabletas ni móviles, ni televisión. Este es un tema vital en el que hay que insistir.

Y es que en los primeros dos años de la vida del niño la realidad se debe recibir en tres dimensiones siempre porque las imágenes digitales, que se recibe en dos dimensiones, no hablan de la realidad real sino de la virtual. En estos dos primeros años las pantallas no pueden sustituir a la realidad como señalan todas las guías pediátricas realmente serias que se pueden encontrar en los países más avanzados como Estados Unidos o Canadá.

Que se valga por sí mismo y se lo pase bien

Es bueno que esté en brazos y abrazarlo y besarlo. Pero también es bueno posarlo en el suelo para que dé con las claves para empezar a arrastrase o gatear con los meses. Es la psicomotricidad fina y gruesa. Que se haga fuerte, que desarrolle sus músculos a un ritmo razonable, que se descubra al principio tocándose las manos y los pies o chupándose los dedos. Al final corriendo tras su papá.

Cuando aún no se puede sentar es bueno que tenga objetos cerca y los manipule (y que no se los pueda tragar). Las texturas son importantes: libros de ropa, esponjas, telas suaves o aterciopeladas. ¡Ah! Y entonces es casi imprescindible explicarle todo lo que le pasa y hace. “Pero no me va a entender”. ¡Nada de eso!, archiva muchas cosas en el cerebro. Desde luego es época de cantarle, de repetir rutinas (lo veremos). Jugar al “aparezco y desaparezco”. Cantar y bailar. “Pero si no anda”. Baila tú con él en brazos. Si baila y canta desde los primeros meses disfrutará mucho y se animará cuando se tenga en pie.

Ríele, hazle carantoñas, arrumacos, mécelo.  Y responde a sus primeras sonrisas con gran sorpresa. Ríete con él. Responde a sus sonrisas con más sonrisas y carotas o chirigotas para que él se vuelva a reír. Esa es parte de vuestra gran conversación que con los meses se ira llenando de palabras.

Cuando tenga más meses, los materiales Montessori

Siéntalo en tu regazo, madre o padre, y léele cuentos que mayormente consistirán en mostrarle imágenes. Y resigue con los dedos cada imagen. Y luego resigue las pocas letras. Y repite esos cuentos con historias y narrativas variadas. Y poemas sencillos: “La ardilla pilla robaba piñas mientras el león ramplón tropezaba a cada empujón”. Explica estas historias una y otra vez hasta que te las pida trayéndote el libro o el muñeco. Eso es puro desarrollo cognitivo.  Cuanto más rato esté atento a esos cuentos que tienen una narrativa repetitiva, mejor aprenderá a hablar y leer en su etapa evolutiva correspondiente.

Una de las cosas más importantes que puede alcanzar un niño de más de un año, o de dos o más,  es focalizar la atención. Estar concentrado en una tarea: ensayar, repetir, inspeccionar una y otra vez objetos. Crear una torre con arandelas alrededor de un eje. Es lo que se conoce como la Torre de Hanoi. Y se puede, si le enseñas, apilar los aros por colores y tamaños. Los materiales y la ciencia Montessori son casi inacabables. Y a estos materiales, cuando el niño cumple dos o tres años, se le pueden añadir, poco a poco, piezas que son letras, números que encajan en su lugar y tienen un nombre: a, be, ce, de, efe, etc. Lo bueno de estos materiales es que exigen un ensayo-error hasta que el puzle está acabado, encajado y bien hecho. Las piezas se ensamblan y los padres aplauden al niño. Sin exagerar. Sino estaríamos alimentando unas respuestas que el conductismo denomina refuerzo-castigo. Ha de actuar no tanto para ser aplaudido como por el orgullo interior de un descubrimiento o tarea realizada. Así empieza la autorregulación 

No es bueno presionar y nunca sobre-estimular. Hay que animarle y no atosigarle y menos gritarle o regañarle. Educar no es adiestrar a un mono de feria. El niño debe elegir hacer lo que hace porque le sale de dentro. Se ha de fomentar la curiosidad. Y no sumergirle en inmensas cantidades de muñecos, juguetes y puzles y sencillos juegos de construcciones. Un juego/juguete va detrás de otro sin apelotonarse. Se juega con un solo juguete mientras los demás están ordenados en su lugar. Y el orden es fundamental. Y es que es muy oportuno fomentar la autonomía lúdica y no el picoteo caprichoso.

Autonomía sin etiquetas

Es muy educativo lograr que haga por sí mismo lo que sea capaz de hacer. Déjale que tome la cuchara y que intente comer por su cuenta. “Es que se ensucia”. Disfruta con sus intentos, su tanteo, su constante ensayo-error. Se debe reforzar su confianza. No le etiquetes. Ni lo condiciones. Que llegue hasta el nivel que puede llegar.

Estos dos primeros años son de juego en paralelo. Pero es bueno que se encuentre con otros niños, aunque el intercambio sea mínimo. Reúnete con otras familias y extended una alfombra en la que dos o tres niños pequeños de dos o tres familias se encuentren para comentar entre los padres hallazgos, intercambiar ideas y sobre todo disfrutar de sus hijos en común. Ahí nacen excursiones al campo, al zoológico o a la playa. Y a los niños de menos de dos años les encanta salir de paseo e intentar cosas nuevas.  O por lo menos verlas si son muy pequeños. Y explícale todo lo que vaya sucediendo en su entorno: ahora canta un pájaro, rebuzna un burro o llega el otoño con esas hojas de marrones, ocres, siena y beiges tan sutiles

El baño. El arte. Las rutinas.

Qué maravilla el baño vespertino. Relaja, y el niño se relaciona con el agua, chapotea y persigue patitos. Descubre que flota o aprende que se hunde un poco. Y ahí las caricias son mayúsculas pues incluyen todo el cuerpo. Eso es ideal antes de ir a dormir.

Y ya con más de un año es oportuno que se exprese, que pinte, que dibuje, que amase plastilina cuando sea capaz. Pon lápices y pinceles en sus manos. Instrumentos musicales no muy escandalosos como un xilofón básico. O una flauta sencilla. Que vea sus obras. Cuélgalas con una pequeña cinta adhesiva o recuérdale sus composiciones musicales. O las canciones de siempre. Que se sienta causa creativa de obras de arte. La relación causa efecto es un asunto importante y un descubrimiento para los niños

A los niños les entusiasman las rutinas y les asusta el cambio y la novedad. Despertarse a la misma hora. Un buenos días en cualquier lengua es ideal. ¡Ah!, cantado. Ahora desayunar. Luego comer. Después la siesta.  Y tras ello el paseo de la tarde.

Me diréis que falta tiempo para tantas cosas. Si os podéis permitir el lujo de un teletrabajo, o un trabajo artesanal y doméstico, o algo parecido y que uno de los dos cónyuges esté muy cerca del niño buena parte del día es ideal. Y si no se debe elegir una escuela infantil con pocos niños y bien atendidos. Una buena ratio maestra/niño. Lo mejor es que abunden las maestras y no tanto los niños en consonancia con la dedicación que les habéis proporcionado en casa.

Conclusión

Nuestro niño más pequeño necesita que lo disfrutemos, observarle, acompañarle. Necesita fundamentalmente que nos enamoremos de él, enamorándonos en paralelo padre y madre, el uno del otro. Hablarle mucho y escuchar sus balbuceos y sus primeras palabras. En ciencia social más avanzada se habla de Language nutrition, No solo debemos alimentarlo de biberones y sólido a nuestros hijos sino debemos alimentarlos de mucho cariño y, desde las perspectiva humana (y pedagógica) alimentarle de muchas palabras. Y calma, y sonrisas. Al final se aprende a disfrutar del propio hijo y se celebran todos los pasos con gran alegría. Y él lo nota y colabora y aprende a obedecer de una “jefes amables”. Al final, y no es el único objetivo, toda esta crianza redundará en un éxito académico y social. Se convertirá en una persona de bien.

Un hijo es un don de Dios, y nuestro papel como padres es llevarle hasta Él. Es llenarlo de amor y regalarle todas las palabras (la palabra misma entendida como logos, razón, inteligencia) para que razone muy bien y no solo progrese en la vida -académica, laboral, familiar, cívicamente- sino que emprenda muy temprano el camino del lenguaje más afinado, la oración por ejemplo, que le va a llevar a Dios. El lenguaje es, no hay que dudarlo, un verdadero don que Dios ofrece a los hombres para que lleguemos hasta Él. Esa es nuestra esperanza.

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