Miércoles, 11 de diciembre de 2024

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Una nueva vida con San José

Una nueva vida con San José

por Sólo Dios basta

Hoy es miércoles de San José. Podría pasar por alto en estas fechas tan cercanas a la Navidad durante el tiempo de adviento, pero no. Y por varios motivos, en concreto tres: es el primer miércoles de San José después de la muerte de mi tío José la semana pasada, hace 50 años que Santa Maravillas de Jesús entrega su alma a Dios y se cumplen 400 años del tránsito de la Venerable Ana de San Agustín. Hoy es 11 de diciembre de 2024 y San José está muy presente.

San José nunca falla. No hay duda y sino ¿por qué mi tío nace pocos días después de la fiesta de San José y su última jornada completa en este mundo es precisamente un miércoles? y ¿por qué Santa Maravillas de Jesús muere un miércoles de San José? y ¿por qué la Venerable Ana de San Agustín comienza su vida religiosa en el monasterio de San José de Malagón y también muere en miércoles? No son casualidades; San José en lo secreto, en lo callado, trabaja en su taller.

Busca lo mejor para todos y por ello, cuando nos dejamos llevar por el amor de un padre de la talla de San José, todo cambia y vivimos acontecimientos que para nada nos esperamos. Es la providencia divina y la intercesión de los santos. Honrar a San José es algo fundamental en la vida de todo cristiano, y más si estamos cerca de Santa Teresa de Jesús que nos deja muy claro en su biografía y escritos que cuanto más nos encomendemos a San José y celebremos su fiesta como se merece, muchas más gracias recibiremos de su parte.

¿Y qué mejor regalo de San José que pasar toda una vida tomados de su mano para compartir alegrías y sufrimientos, sueños y dudas, gozos y dolores? ¿Y qué sucede cuando se renueva la vida de una orden recuperando lugares históricos y fundando nuevas presencias poniendo a San José en todos ellos? ¿Y qué podemos esperar cuando uno toma la iniciativa de entregar su vida a Dios en un monasterio dedicado a San José?

Está muy claro, San José no falla, pero tenemos que rezar de corazón para empezar a tener esta confianza que tanto ayuda a mirar al cielo y a ver la muerte de otra manera. Cuesta despedir a un familiar con el que tanto has compartido durante largos años, al que siempre felicitas por la fiesta de San José y que nos deja para empezar un camino nuevo. Duele ver cómo un cuerpo se apaga después de tanto trabajo por dar vida a una orden religiosa que goza de nuevas casas gracias al callado amor y confianza plena en San José. Se sufre al ser testigo de la muerte de una religiosa que ha vivido muy unida a aquella monja que un día funda su primer convento en Ávila dedicándolo a San José y no deja de fundar conventos durante toda su vida poniendo a San José como titular en la mayor parte de ellos.

Siglo XXI. Siglo XX. Siglo XVII. El tiempo pasa, los más cercanos y queridos mueren, pero la esperanza no defrauda si tenemos esa misma esperanza que San Juan de la Cruz nos deja en verso cuando habla de esa caza singular a nivel espiritual, donde la esperanza de cielo tanto alcanza cuanto espera. ¡Ahí tenemos que poner todo! ¡En la esperanza de cielo! ¡En la vida eterna! ¡En la paz de Dios! Entonces todo cambia porque sabemos que esta vida no termina con la muerte, sino que se comienza una nueva vida que nos ha sido prometida y la hemos empezado a buscar mientras vivimos en este mundo.

Y si alguien tiene duda que mire lo que sucede en el convento de La Aldehuela el 11 de diciembre de 1974 cuando las carmelitas descalzas de ese monasterio madrileño despiden a su querida madre Maravillas. Han vivido con ella, muchos la conocen y pronto suceden hechos asombrosos hasta llegar a los milagros. ¡Señal de que ha llegado al cielo y está con San José trabajando en su taller! Y si retrocedemos hasta ese mismo día pero de 1624 sucede otro tanto con la Madre Ana de San Agustín en Villanueva de la Jara. Todos ven signos de santidad y se abre el proceso, se aprueban las virtudes y es declarada Venerable en 1776. Sólo falta el milagro para la beatificación. El tiempo pasa y no llega, pero ¿qué son 400 años ante la eternidad de Dios? ¡Pidamos una curación milagrosa para ver a la Venerable de San Agustín en los altares, como hace pocos meses sucedió con otra coetánea suya, la ya Beata Ana de Jesús! Lo dejamos todo en Dios, en este tiempo de adviento, de espera, de oración, de mirar al cielo y dejar a Dios obrar mientras los que vivimos en este mundo nos unimos a San José para celebrar año a año su fiesta, y los miércoles tenerlo muy presente, hasta que nos llegue a nosotros también la hora de dejar este mundo y comenzar un camino nuevo que nos conduce hacia la verdadera patria, ¡el cielo!

¿Quién quiere gozar de la eternidad junto a todos los santos en unión con Jesús, María y San José? ¡Hagamos como Maravillas de Jesús y Ana de San Agustín!, trabajemos las virtudes, oremos y escuchemos lo que Dios nos dice al corazón. Pero nos falta algo que es imprescindible para ello y que cuando llega de cerca nos cuesta afrontar, la muerte. Si no morimos no podemos comenzar el camino.

Todo esto y mucho más es lo que paso por el corazón y se lo presento a San José ante la reciente muerte de mi tío José al mismo tiempo que hago memoria de dos hijas de Santa Teresa que mueren el mismo día con 350 años de diferencia. Las dos son fieles a la herencia recibida y dedican su vida a transmitirla a los que vienen detrás de ellas. Es el camino de la santidad, el hacer lo que Dios quiera, cuando Dios quiera y como Dios quiera. Así vivía Santa Maravillas de Jesús, y también Ana de San Agustín. Así hemos de vivir todos, mirando siempre al cielo y no a la tierra, cuando alguien muere y nos duele. Duele no verlo más, pero esperamos vernos algún día en el cielo tras dejar atrás todo lo que nos impide comenzar un ascenso largo y empinado hasta lo alto de un puerto que se cubre de nieve. Al mirar a lo alto contemplamos la blancura de los montes que nos ayuda a seguir mirando al cielo en este tiempo de adviento y decir desde lo más profundo de nuestro corazón: “Destilad, cielos, el rocío de lo alto, y que las nubes lluevan al Justo”.

¡Que llueva! ¡Que baje el rocío! ¡Y mejor aún que nieve!, como este fin de semana sobre esos montes que mi tío José me fue mostrando para acercarme, sin él saberlo, al amor del Hijo de San José y poder hacer vida esos versos de San Juan de la Cruz que dicen Mi Amado las montañas, los valles nemorosos, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos… Es la vida del Carmelo, la que viven Santa Maravillas de Jesús y la Venerable Ana de San Agustín, y la que vivo desde hace años siguiendo siempre unido a esos montes y riberas de Brieva de Cameros, donde nace mi tío José y donde Dios sale a mi encuentro por esas montañas del Cabezo del Santo, El Palo, La Lastrilla, Tajariñas, Peña Hincada…,  los valles del Roñas y el Brieva, los ríos Berrinche y Viciercas, y ese silbo de los aires amorosos que tantas veces susurraba en mis oídos por estos lugares donde todo calla… como calla todo aquel al que le llega la muerte y comienza una nueva vida con San José.

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