El Padre Jové, Buen Pastor
EL PADRE JOVÉ, BUEN PASTOR
La misma tarde del 24 de julio, el P. Jové, acompañado de 14 estudiantes, salía de Cervera hacia su pueblo, Valbona de los Monjes. Pensaba que allí estarían seguros. Los seminaristas tenían entre 20 y 22 años. El P. Jové, de 40 años, era un especialista en latín de fama internacional. Fundador de Palestra latina. Al final de la tarde llegaron al pueblo de Montornés donde fueron acogidos por buenas familias del pueblo.
Al amanecer del día 25 de julio iniciaban una nueva caminata. Después de estar en el Santuario de la Bobera, equivocaron el camino de bajada. El padre distribuyó a los jóvenes de dos en dos para evitar sospechas. Caminaban hacia Rocafort y se detuvieron en un bosquecillo, antes del pueblo, mientras el Padre se adelantaba para sacar los pases del comité revolucionario. Contaba con la lealtad de unos amigos. Se redactaban los pases con normalidad en casa del señor Miró, cuando alguien se presenta diciendo: <<¿Dónde está el cura Manuel Jové que ha venido aquí? >>. El señor Miró intentó disimular diciendo que en su casa había un señor vestido de seglar, amigo de su padre que no sabía si era cura o no. Los milicianos tenían las señas perfectas. Habían seguido a aquellas parejas misteriosas y estaban presos en el centro socialista de Ciutadilla. Intentaron que huyera por la parte trasera de la casa. <> Venció la nobleza de su alma. <>.
Antes de media hora estaba con sus muchachos. L gente del pueblo les proporcionó comida y colchones para dormir. Todo marchaba con normalidad hasta que los del comité llamaron a Cervera y Lérida. Los de Cervera se desentendieron; los de Lérida dijeron que irían a recogerlos. Llegaron a media noche. Se dieron una buena cena regada con abundante vino. Cachearon a cada uno y descubrieron sus tesoros entre blasfemias y risas: rosarios, pañuelos, algún cilicio. Debajo de la camisa del P. Jové pendía un devoto Crucifijo. Intenta que lo tire al suelo y que lo pise. <>. <>. Se lo hunden en la boca con la cruceta dentro y le dan un terrible puñetazo. Le rompen los tejidos de la cara y sale abundante sangre. A todos les quieren hacer blasfemar delante de los crucifijos a lo que se niegan.
Algunos de los jóvenes llevaban las fotografías de sus madres, hermanas o tías religiosas. Los milicianos les decían que eran sus mujeres. Un motivo más de burla. Del P. Jové se vengaron de una manera oscena. Uno de los milicianos colocó en su maletín unos preservativos. Al registrarlo, aparecieron. Intentaron hacerle la mutilación genital. Solo desistieron por el grito de alguno de los presentes.
Al amanecer, las sábanas llenas de sangre testificaban las salvajadas que los milicianos habían cometido con los Misioneros.
Querían matarlos en Ciutadilla y lo hicieran la gente de <>. Al final, decidieron llevarlos a Lérida. Allí los acompañamos.
La misma tarde del 24 de julio, el P. Jové, acompañado de 14 estudiantes, salía de Cervera hacia su pueblo, Valbona de los Monjes. Pensaba que allí estarían seguros. Los seminaristas tenían entre 20 y 22 años. El P. Jové, de 40 años, era un especialista en latín de fama internacional. Fundador de Palestra latina. Al final de la tarde llegaron al pueblo de Montornés donde fueron acogidos por buenas familias del pueblo.
Al amanecer del día 25 de julio iniciaban una nueva caminata. Después de estar en el Santuario de la Bobera, equivocaron el camino de bajada. El padre distribuyó a los jóvenes de dos en dos para evitar sospechas. Caminaban hacia Rocafort y se detuvieron en un bosquecillo, antes del pueblo, mientras el Padre se adelantaba para sacar los pases del comité revolucionario. Contaba con la lealtad de unos amigos. Se redactaban los pases con normalidad en casa del señor Miró, cuando alguien se presenta diciendo: <<¿Dónde está el cura Manuel Jové que ha venido aquí? >>. El señor Miró intentó disimular diciendo que en su casa había un señor vestido de seglar, amigo de su padre que no sabía si era cura o no. Los milicianos tenían las señas perfectas. Habían seguido a aquellas parejas misteriosas y estaban presos en el centro socialista de Ciutadilla. Intentaron que huyera por la parte trasera de la casa. <
Antes de media hora estaba con sus muchachos. L gente del pueblo les proporcionó comida y colchones para dormir. Todo marchaba con normalidad hasta que los del comité llamaron a Cervera y Lérida. Los de Cervera se desentendieron; los de Lérida dijeron que irían a recogerlos. Llegaron a media noche. Se dieron una buena cena regada con abundante vino. Cachearon a cada uno y descubrieron sus tesoros entre blasfemias y risas: rosarios, pañuelos, algún cilicio. Debajo de la camisa del P. Jové pendía un devoto Crucifijo. Intenta que lo tire al suelo y que lo pise. <
Algunos de los jóvenes llevaban las fotografías de sus madres, hermanas o tías religiosas. Los milicianos les decían que eran sus mujeres. Un motivo más de burla. Del P. Jové se vengaron de una manera oscena. Uno de los milicianos colocó en su maletín unos preservativos. Al registrarlo, aparecieron. Intentaron hacerle la mutilación genital. Solo desistieron por el grito de alguno de los presentes.
Al amanecer, las sábanas llenas de sangre testificaban las salvajadas que los milicianos habían cometido con los Misioneros.
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