Lérida Mártir
LERIDA MÁRTIR
Lérida se convirtió en un escenario macabro dentro de la Persecución Religiosa. Era lugar de paso –ida y vuelta- de los milicianos que venían y volvían de los frentes de España desde Cataluña.
Los Claretianos regentaban la Iglesia de San Pablo, cerca de la Catedral. El día 21 de julio se tuvieron que precipitar y al fin suspender las celebraciones de la Santa Eucaristía. Los ocho sacerdotes que formaban la Comunidad se trasladaron a un piso que les prestó una persona conocida. Los revolucionarios, que sabían el escondite, se introdujeron el edificio de varios pisos. Los Padres, vestidos ya de seglares, realizaron una escena precios y emocionante. Arrodillados los siete ante su P. Superior, Federico Codina, ofrecieron su vida a Dios por la salvación de España. Recibida la absolución y bendición, se dispusieron para entregarse a los verdugos. Subían ya por las escaleras y habían cortado todas las posibles huidas. Los siete fueron conducidos a la cárcel y el P. Codina al comité revolucionario para declarar.
Cuando sale a la calle, custodiado por un pelotón de milicianos, alguien grita: <>. Los milicianos tuvieron bastante con aquella voz traidora. Se forma un buen grupo de gente afín que grita: << ¡Matadlo, matadlo que es un cura! >> Descargaron sus fusiles y el P. Federico Codina cayó tendido en la plaza Paheria. Primera víctima de la provincia Claretiana de Cataluña. Seguirán 200 hermanos más.
Al finalizar la Persecución una persona, llorosa, se presentaba l P. Superior en Lérida: <>
La cárcel de Lérida se hizo tristemente famosa y también ¡gloriosamente! famosa. Los presos en los primeros días eran 650, las torturas sufridas por su fe y su patriotismo son incontables. Existen numerosos testimonios de falta de comida, etc. Perseguían a los presos con la bayoneta calada en los pasillos, punzándoles las nalgas y las pantorrillas.
En medio de tanto dolor, existía un ambiente de oración como en las Catacumbas: Rosarios, Viacrucis… todas las prácticas cristianas se hacían presentes. Al frente de aquellos valientes cristianos se encontraba el santo Obispo Salvio Huix.
El día 24 de julio, están en Lérida los integrantes de la columna Durruti. Después fusilar a 24 militares, a las 4:30 el día 25 de julio, los milicianos vuelven a la cárcel. Entre los 32, que duermen en una sala, los revolucionarios seleccionan un grupo. En él están los Padres: Manuel Torres, Miguel Baixeras y Arturo Tamarit. Antes les preguntan si son sacerdotes. No lo negaron. A los 15 minutos se oían los disparos que anunciaban su glorioso martirio.
Lérida se convirtió en un escenario macabro dentro de la Persecución Religiosa. Era lugar de paso –ida y vuelta- de los milicianos que venían y volvían de los frentes de España desde Cataluña.
Los Claretianos regentaban la Iglesia de San Pablo, cerca de la Catedral. El día 21 de julio se tuvieron que precipitar y al fin suspender las celebraciones de la Santa Eucaristía. Los ocho sacerdotes que formaban la Comunidad se trasladaron a un piso que les prestó una persona conocida. Los revolucionarios, que sabían el escondite, se introdujeron el edificio de varios pisos. Los Padres, vestidos ya de seglares, realizaron una escena precios y emocionante. Arrodillados los siete ante su P. Superior, Federico Codina, ofrecieron su vida a Dios por la salvación de España. Recibida la absolución y bendición, se dispusieron para entregarse a los verdugos. Subían ya por las escaleras y habían cortado todas las posibles huidas. Los siete fueron conducidos a la cárcel y el P. Codina al comité revolucionario para declarar.
Cuando sale a la calle, custodiado por un pelotón de milicianos, alguien grita: <
Al finalizar la Persecución una persona, llorosa, se presentaba l P. Superior en Lérida: <
La cárcel de Lérida se hizo tristemente famosa y también ¡gloriosamente! famosa. Los presos en los primeros días eran 650, las torturas sufridas por su fe y su patriotismo son incontables. Existen numerosos testimonios de falta de comida, etc. Perseguían a los presos con la bayoneta calada en los pasillos, punzándoles las nalgas y las pantorrillas.
En medio de tanto dolor, existía un ambiente de oración como en las Catacumbas: Rosarios, Viacrucis… todas las prácticas cristianas se hacían presentes. Al frente de aquellos valientes cristianos se encontraba el santo Obispo Salvio Huix.
El día 24 de julio, están en Lérida los integrantes de la columna Durruti. Después fusilar a 24 militares, a las 4:30 el día 25 de julio, los milicianos vuelven a la cárcel. Entre los 32, que duermen en una sala, los revolucionarios seleccionan un grupo. En él están los Padres: Manuel Torres, Miguel Baixeras y Arturo Tamarit. Antes les preguntan si son sacerdotes. No lo negaron. A los 15 minutos se oían los disparos que anunciaban su glorioso martirio.
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