Centenario de Fátima (10)
CUARTA APARICIÓN
Los pastorcitos vinieron serenos de su aventura en Vila Nova de Ourem. Su única preocupación era haber faltado en Cova de Iría.
Por la mañana del domingo 19, después de participar en la Eucaristía, fueron a rezar el Rosario a la Cova con algunos amigos. Por la tarde, Lucía, Francisco y su hermano Juan, que sustituía a Jacinta, condujeron sus rebaños a os Valinhos (Los Vallecitos); a medio camino entre Ajustrel y el Cabeco. Observaron que la atmósfera tomaba el mismo aspecto que en las apariciones. Contemplaban el fenómeno, cuando Lucía vislumbra el rayo de siempre. Le pide a Juan que vaya a buscar a Jacinta. Solo se movió por una propina de su prima.
Al llegar Jacinta, otro relámpago y los tres ven nuevo a la Señora.
Vendrá San José con el Niño Jesús para dar la paz al mundo. Nuestro Señor, para bendecir al pueblo. Nuestra Señora de Rosario. Nuestra Señora de los Dolores…”
A petición de Lucía, la Virgen le hace algunas indicaciones sobre el dinero que la gente deja junto a la encina. Esto es de poca importancia. No ha venido para eso. Continúa con aire triste:
“Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores. Mirad que van muchas almas al infierno por no haber quién se sacrifique y ruegue ellas”.
Juan, el hermano de Jacinta, describió a su madre lo visto en esta aparición:
Los videntes que se lamentaban de que la gente se llevara las hojas de la encina de Cova de Iría, se llevaron una rama con dos ramitos de la encina en que había posado la Virgen en os Valinhos.
María Rosa, madre de Lucía, y las personas que la acompañaban en su casa, pudieron percibir un extraño perfume. Desde entonces mejoró su actitud con Lucía. Su padre se hizo su defensor y ella vivió más tranquila.
En el exterior la vida se hizo más complicada. El <> no cesaba de hostigar. Se corría que quería matar a los niños. Una tía suya se los quiso lleva a Casais fuera de su jurisdicción. Los videntes no quisieron: <
La última recomendación de la Virgen se les clavó en el alma a los pastorcitos. Siguieron oreciendo una cadena ininterrumpida de sacrificios.
Los pastorcitos vinieron serenos de su aventura en Vila Nova de Ourem. Su única preocupación era haber faltado en Cova de Iría.
Por la mañana del domingo 19, después de participar en la Eucaristía, fueron a rezar el Rosario a la Cova con algunos amigos. Por la tarde, Lucía, Francisco y su hermano Juan, que sustituía a Jacinta, condujeron sus rebaños a os Valinhos (Los Vallecitos); a medio camino entre Ajustrel y el Cabeco. Observaron que la atmósfera tomaba el mismo aspecto que en las apariciones. Contemplaban el fenómeno, cuando Lucía vislumbra el rayo de siempre. Le pide a Juan que vaya a buscar a Jacinta. Solo se movió por una propina de su prima.
Al llegar Jacinta, otro relámpago y los tres ven nuevo a la Señora.
- ¿Qué es lo que quiere de mí?
- Quiero que continuéis yendo a Cova de Iría el día 13; que continuéis rezando el Rosario todos los días. En el último mes haré el milagro para que todos crean.
Vendrá San José con el Niño Jesús para dar la paz al mundo. Nuestro Señor, para bendecir al pueblo. Nuestra Señora de Rosario. Nuestra Señora de los Dolores…”
A petición de Lucía, la Virgen le hace algunas indicaciones sobre el dinero que la gente deja junto a la encina. Esto es de poca importancia. No ha venido para eso. Continúa con aire triste:
“Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores. Mirad que van muchas almas al infierno por no haber quién se sacrifique y ruegue ellas”.
Juan, el hermano de Jacinta, describió a su madre lo visto en esta aparición:
Los videntes que se lamentaban de que la gente se llevara las hojas de la encina de Cova de Iría, se llevaron una rama con dos ramitos de la encina en que había posado la Virgen en os Valinhos.
María Rosa, madre de Lucía, y las personas que la acompañaban en su casa, pudieron percibir un extraño perfume. Desde entonces mejoró su actitud con Lucía. Su padre se hizo su defensor y ella vivió más tranquila.
En el exterior la vida se hizo más complicada. El <
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