Para Ser Felices
Esta noche he dormido mal. No es la primera vez que me sucede y por el mismo motivo.
Ayer por la tarde, dije a una persona, algo para mí verdadero, pero con modos inadecuados. Como no he podido pedirle perdón hasta bien entrada la mañana, la preocupación no ha cesado.
Siempre me llamó la atención que el Señor al mandar cumplir los mandamientos ponga el motivo de la felicidad. “Y el Señor nos mandó cumplir todos estos mandamientos, temiendo al Señor, nuestro Dios, para que nos vaya siempre bien y sigamos con vida, como hoy”. (&, 24.18)
En la Bula Misericordiae Vultus he encontrado la misma razón para perdonar. Dios nos quiere felices perdonando.
Habla el Papa de la respuesta de Jesús a Pedro cuando le preguntó cuántas veces tenía que perdonar. La respuesta fue más allá de lo esperado: “hasta setenta veces siete”. A continuación viene la parábola del siervo despiadado. Comenta el Papa: “La parábola ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros. Jesús afirma que la misericordia no solo es el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son verdaderamente sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado la misericordia… Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para ser felices”.
En esta línea están las palabras de San Pablo en Ef 4,26 “No permitan que la noche los sorprenda enojados” y la bienaventuranza de Mateo “Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. (Mt 5, 7)
“ Como se puede notar, la misericordia en la Sagrada Escritura es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. El no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible. El amor, después de todo, nunca podrás ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos. Es sobre esta misma amplitud de onda donde se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre así aman los hijos. Como él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros”.
La palabra perdón la tenemos casi olvidada; nos hemos fijado demasiado en la justicia; la consideramos propia de personas débiles. El papa Francisco en la Bula tiene estas hermosas palabras: La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia vive de un deseo inagotable de brindar misericordia. Tal vez por mucho tiempo nos hemos olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia. Por otra parte, la tentación de pretender siempre y solamente la justicia ha hecho olvidar que ella es el primer paso, necesario e indispensable; la Iglesia, no obstante necesita ir más lejos para alcanzar una meta más alta y significativa. Por otra parte, es triste constatar cómo la experiencia del perdón en nuestra cultura se desvanece cada vez más. Incluso la palabra misma, en algunos casos parece evaporarse. Sin testimonio de perdón, sin embargo, queda solo una vida infecunda y estéril, como si se viviese en un desierto desolado. Ha llegado, de nuevo, para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza”.
Recuerda el Papa en su Encíclica “Dives in Misericordia” de la cual toma esta palabras: “La iglesia vive una vida auténtica , cuando profesa y proclama la misericordia- el atributo más estupendo del Creador y Redentor- y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora”.
Ayer por la tarde, dije a una persona, algo para mí verdadero, pero con modos inadecuados. Como no he podido pedirle perdón hasta bien entrada la mañana, la preocupación no ha cesado.
Siempre me llamó la atención que el Señor al mandar cumplir los mandamientos ponga el motivo de la felicidad. “Y el Señor nos mandó cumplir todos estos mandamientos, temiendo al Señor, nuestro Dios, para que nos vaya siempre bien y sigamos con vida, como hoy”. (&, 24.18)
En la Bula Misericordiae Vultus he encontrado la misma razón para perdonar. Dios nos quiere felices perdonando.
Habla el Papa de la respuesta de Jesús a Pedro cuando le preguntó cuántas veces tenía que perdonar. La respuesta fue más allá de lo esperado: “hasta setenta veces siete”. A continuación viene la parábola del siervo despiadado. Comenta el Papa: “La parábola ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros. Jesús afirma que la misericordia no solo es el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son verdaderamente sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado la misericordia… Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para ser felices”.
En esta línea están las palabras de San Pablo en Ef 4,26 “No permitan que la noche los sorprenda enojados” y la bienaventuranza de Mateo “Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. (Mt 5, 7)
“ Como se puede notar, la misericordia en la Sagrada Escritura es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. El no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible. El amor, después de todo, nunca podrás ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos. Es sobre esta misma amplitud de onda donde se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre así aman los hijos. Como él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros”.
La palabra perdón la tenemos casi olvidada; nos hemos fijado demasiado en la justicia; la consideramos propia de personas débiles. El papa Francisco en la Bula tiene estas hermosas palabras: La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia vive de un deseo inagotable de brindar misericordia. Tal vez por mucho tiempo nos hemos olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia. Por otra parte, la tentación de pretender siempre y solamente la justicia ha hecho olvidar que ella es el primer paso, necesario e indispensable; la Iglesia, no obstante necesita ir más lejos para alcanzar una meta más alta y significativa. Por otra parte, es triste constatar cómo la experiencia del perdón en nuestra cultura se desvanece cada vez más. Incluso la palabra misma, en algunos casos parece evaporarse. Sin testimonio de perdón, sin embargo, queda solo una vida infecunda y estéril, como si se viviese en un desierto desolado. Ha llegado, de nuevo, para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza”.
Recuerda el Papa en su Encíclica “Dives in Misericordia” de la cual toma esta palabras: “La iglesia vive una vida auténtica , cuando profesa y proclama la misericordia- el atributo más estupendo del Creador y Redentor- y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora”.
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