La Homilía de Florencia
En el Congreso de la Iglesia Italiana en Florencia, el Papa ha tenido dos intervenciones fundamentales. Una a los miembros del Congreso, lanzando a la Iglesia a la acción apostólica sin miedo; huyendo tanto de pelagianismo como del relativismo. Otra en el estadio deportivo de la ciudad. Aquí ha puesto la base para que pueda darse la auténtica salida.
Parte el Papa del texto de San Mateo, 16,13. La pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo?, nos indica dónde debemos encontrar el camino para evangelizar. Primero situarnos. Conocer la realidad en que nos encontramos para poder llevar la salvación. “Sin saber lo que la gente piensa, el discípulo se aísla y comienza juzgar a la gente de acuerdo con sus propios pensamientos y creencias. Mantener un sano contacto con la realidad, con eso que la gente vive, con sus lágrimas y alegrías, es la única manera de hablar a los corazones de la gente tocando su experiencia diaria: el trabajo, la familia, los problemas de salud, el tráfico, las escuelas, los servicios sanitarios… Los discípulos de Jesús nunca deben olvidar de dónde fueron elegidos: de entre las personas; y nunca deben caer en la tentación de actitudes individualistas, como si eso que la gente piensa y vive no le preocupara o no fuera importante para ellos… La iglesia como Jesús, vive en medio de la gente y para la gente. Por esta razón la Iglesia, a lo largo de su historia, siempre ha llevado dentro de sí la misma pregunta: ¿Quién es Jesús para los hombres y mujeres de hoy?”
No es suficiente conocer la realidad. Hay que madurar la fe en Jesús; de ahí la segunda pregunta: “y vosotros ¿quién decía que soy Yo? (Mt 16, 15) “Solo si conocemos a Jesús en su verdad, seremos capaces de ver la verdad de nuestra condición humana, y podremos llevar nuestra contribución a la plena humanización de la sociedad. Custodiar y anunciar la recta fe en Jesucristo es el corazón de nuestra identidad cristiana, porque al reconocer el misterio del Hijo de Dios hecho hombre, podemos entrar en el misterio de Dios y en el misterio del hombre.
A la pregunta de Jesús responde Simón Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente”. Esta respuesta contiene toda la misión de Pedro y resume lo que será para la Iglesia el ministerio petrino, es decir, custodiar y proclamar la verdad de la fe; defender y promover la comunión entre toda la Iglesia; mantener la disciplina de la Iglesia… También hoy… nuestra alegría es ir contra corriente y superar la opinión corriente, que hoy, como entonces, no logra ver a Jesús más que como un profeta o un maestro. Nuestra alegría es reconocer en Él la presencia de Dios, el enviado del Padre, el hijo hecho instrumento de salvación para la humanidad. Esta profesión de fe que Simón Pedro proclamó permanece también para nosotros. No representa solo el fundamento de nuestra salvación, sino también el camino a través del cual se realiza y la meta a la cual se tiende”.
Nosotros no tenemos que tener miedo ante esta verdad: “Esta verdad de la fe es verdad que escandaliza, ya que pide que creamos en Jesús, el cual, siendo él mismo Dios, se abajó, se redujo a la condición de esclavo, hasta la muerte de la cruz, y por eso Dios lo ha hecho Señor del universo (Fl 2, 6-7) Es la verdad que hoy escandaliza a quien no tolera el misterio de Dios impreso en el rostro de Cristo. Es la verdad que no podemos tocar y abrazar sin que, como dice San pablo, entrar en el misterio de Jesucristo, y sin sin hacer nuestros sus propios sentimientos (Fl 2, 5). Solo des el corazón de Cristo, podemos entender, profesar y vivir esta verdad. Dios y el hombre son los dos extremos de una oposición: se buscan siempre, porque Dos reconoce en el hombre su propia imagen y el hombre se reconoce solamente mirando a Dios”.
Parte el Papa del texto de San Mateo, 16,13. La pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo?, nos indica dónde debemos encontrar el camino para evangelizar. Primero situarnos. Conocer la realidad en que nos encontramos para poder llevar la salvación. “Sin saber lo que la gente piensa, el discípulo se aísla y comienza juzgar a la gente de acuerdo con sus propios pensamientos y creencias. Mantener un sano contacto con la realidad, con eso que la gente vive, con sus lágrimas y alegrías, es la única manera de hablar a los corazones de la gente tocando su experiencia diaria: el trabajo, la familia, los problemas de salud, el tráfico, las escuelas, los servicios sanitarios… Los discípulos de Jesús nunca deben olvidar de dónde fueron elegidos: de entre las personas; y nunca deben caer en la tentación de actitudes individualistas, como si eso que la gente piensa y vive no le preocupara o no fuera importante para ellos… La iglesia como Jesús, vive en medio de la gente y para la gente. Por esta razón la Iglesia, a lo largo de su historia, siempre ha llevado dentro de sí la misma pregunta: ¿Quién es Jesús para los hombres y mujeres de hoy?”
No es suficiente conocer la realidad. Hay que madurar la fe en Jesús; de ahí la segunda pregunta: “y vosotros ¿quién decía que soy Yo? (Mt 16, 15) “Solo si conocemos a Jesús en su verdad, seremos capaces de ver la verdad de nuestra condición humana, y podremos llevar nuestra contribución a la plena humanización de la sociedad. Custodiar y anunciar la recta fe en Jesucristo es el corazón de nuestra identidad cristiana, porque al reconocer el misterio del Hijo de Dios hecho hombre, podemos entrar en el misterio de Dios y en el misterio del hombre.
A la pregunta de Jesús responde Simón Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente”. Esta respuesta contiene toda la misión de Pedro y resume lo que será para la Iglesia el ministerio petrino, es decir, custodiar y proclamar la verdad de la fe; defender y promover la comunión entre toda la Iglesia; mantener la disciplina de la Iglesia… También hoy… nuestra alegría es ir contra corriente y superar la opinión corriente, que hoy, como entonces, no logra ver a Jesús más que como un profeta o un maestro. Nuestra alegría es reconocer en Él la presencia de Dios, el enviado del Padre, el hijo hecho instrumento de salvación para la humanidad. Esta profesión de fe que Simón Pedro proclamó permanece también para nosotros. No representa solo el fundamento de nuestra salvación, sino también el camino a través del cual se realiza y la meta a la cual se tiende”.
Nosotros no tenemos que tener miedo ante esta verdad: “Esta verdad de la fe es verdad que escandaliza, ya que pide que creamos en Jesús, el cual, siendo él mismo Dios, se abajó, se redujo a la condición de esclavo, hasta la muerte de la cruz, y por eso Dios lo ha hecho Señor del universo (Fl 2, 6-7) Es la verdad que hoy escandaliza a quien no tolera el misterio de Dios impreso en el rostro de Cristo. Es la verdad que no podemos tocar y abrazar sin que, como dice San pablo, entrar en el misterio de Jesucristo, y sin sin hacer nuestros sus propios sentimientos (Fl 2, 5). Solo des el corazón de Cristo, podemos entender, profesar y vivir esta verdad. Dios y el hombre son los dos extremos de una oposición: se buscan siempre, porque Dos reconoce en el hombre su propia imagen y el hombre se reconoce solamente mirando a Dios”.
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