Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Benedicto XVI y la Palabra (1)

por

 “El hombre ha sido creado en la Palabra y vive en ella;

no se entiende a sí mismo si no se abre a este diálogo”

Verbum Domini

 

            Una de las herencias más indeseables del pensamiento griego ha sido el dualismo. Se contraponen el cuerpo y el alma, la vida activa y la vida contemplativa, la felicidad y el dolor, la utilidad y el saber abstracto, lo divino y lo humano, etc. Especialmente desde el siglo XVII el dualismo se ha instalado en nuestras conciencias a causa del positivismo vigente.

            Pero el dualismo es uno de los mayores peligros para la vida espiritual.

Una de esas falsas oposiciones es la pareja silencio-palabra. Quien tiene alguna experiencia espiritual sabe que quien desea vivir en Dios vive en silencio. El silencio es la condición para la escucha de Dios. Pero para la mentalidad común el silencio no es más que estar callado, no decir nada, vivir con las palabras justas. Pero la mentalidad común tiene poco que ver con Dios.

            Benedicto XVI, admirador de la mejor tradición griega y hombre profundamente contemplativo, ha insistido desde el principio de su pontificado en la importancia de la Palabra como fundamento de nuestras vidas. No sólo eso: el Papa coloca como la gran tarea de la Iglesia redescubrir la Palabra de Dios. Se diría que muchos católicos hemos desdibujado la importancia capital de la Palabra en nuestras vidas. Por ello Benedicto XVI necesita recordar:

 

            “Alimentarse con la Palabra de Dios es para la Iglesia la tarea primera y fundamental. Todos los que hemos participado en los trabajos sinodales llevamos la renovada conciencia de que la tarea prioritaria de la Iglesia, al inicio de este nuevo milenio, consiste ante todo en alimentarse de la palabra de Dios, para hacer eficaz el compromiso de la nueva evangelización, del anuncio en nuestro tiempo”.

 

            Es muy importante situar el punto clave de la nueva evangelización para el Papa: en una actitud impregnada de silencio en la que sea posible alimentarse constantemente de la Palabra de Dios. Pero como veremos muy próximamente alimentarse de la Palabra no ha consistido nunca meramente en leer la Biblia o hacer análisis exegéticos de la misma; alimentarse de la Palabra es orar la Palabra de Dios: ponerse en disposición de acoger lo que Dios nos ofrece con humildad y hacerla vivificar en nuestras vidas concretas.

            No hay mejor elocuencia que aquella penetrada por la Palabra divina acogida en silencio.

            Lo que para la mentalidad común –y por desgracia para no pocos cristianos- es escapismo, pérdida de tiempo o estar fuera del mundo, para Benedicto XVI es el  modo más realista de estar en el mundo. Orar la Palabra es la única manera de instalarse en el mundo siendo fiel a la naturaleza de las cosas que nos rodea, a nosotros mismos y a los designios de Dios.  La radicalidad de esta idea de Benedicto XVI, que va más allá de la misión pastoral de la Iglesia, debería tener inmensas consecuencias en nuestras vidas.

No me resisto a transcribir este largo párrafo escrito por el Papa  correspondiente a la meditación  del salmo 119, 89-96 en el Sínodo de la Palabra, 6 de octubre de 2008:

 

“Con mayor razón, la Palabra de Dios es el fundamento de todo, es la verdadera realidad. Y para ser realistas, debemos contar precisamente con esta realidad. Debemos cambiar nuestra idea de que la materia, las cosas sólidas, que se tocan serían la realidad más sólida, más segura. (…) Quien construye su vida sobre estas realidades, sobre la materia, sobre el éxito,  sobre todo lo que es apariencia, construye sobre arena. Únicamente la Palabra de Dios es el fundamento de toda la realidad, es estable como el cielo y más que el cielo, es la realidad. Por eso, debemos cambiar nuestro concepto de realismo. Realista es quien reconoce en la Palabra de Dios, en esta realidad aparentemente tan débil, el fundamento de todo. Realista es quien construye su vida sobre este fundamento que permanece siempre”.

 

Vivamos, pues, el silencio para poder  dar testimonio de la Palabra.

Un saludo. 

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