Día dedicado al Señor
En la tercera Palabra del Decálogo el comentario del Papa es significativo. Nos recuerda cosas sencillas, pero formidables para nuestro vivir cristiano. La Biblia lo formula así: “Recuerda el día del sábado para santificarlo. Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado al Señor tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra el mar y lo que hay en ellos: y el séptimo día descansó. Por eso, bendijo el Señor el sábado y lo santificó”.
Estas palabras dan sentido al descanso. Al final de la creación, Dios descansó. Observó la maravillosa obra realizada y dedicó un tiempo a su contemplación: “¿Qué es por tanto el descanso según este mandamiento? Es el momento de la contemplación, es el momento de la alabanza, no de la evasión. Es el momento de mirar la realidad y decir: ¡qué bonita es la vida! Al descanso como fuga de la realidad, el Decálogo opone el descanso como bendición de la realidad. Para nosotros cristianos, el centro del día del Señor, el domingo, es la Eucaristía, que significa «acción de gracias». Es el día para decir a Dios: gracias Señor por la vida, por tu misericordia, por todos tus dones. El domingo es el día para hacer las paces con la vida, diciendo: la vida es preciosa; no siempre es fácil, a veces dolorosa, pero es preciosa. Ser introducidos el descanso auténtico es una obra de Dios en nosotros, pero requiere alejarse de la maldición y de su encanto”
Es fácil huir de uno mismo perdiendo el sentido maravilloso de la obra del Señor: “La sociedad actual está sedienta de diversiones y vacaciones. La industria de la distracción es muy floreciente y la publicidad diseña el mundo ideal como un gran parte de juegos donde todos se divierten. El concepto de vida hoy dominante no tiene el centro de gravedad en la actividad y en el compromiso sino en la evasión. Ganar para divertirse, satisfacerse. La imagen-modelo es la de una persona de éxito que puede permitirse amplios y diversos espacios de placer. Pero esta mentalidad hace resbalar hacia la insatisfacción de una existencia anestesiada por la diversión que no es descanso, sino alienación y escape de la realidad. El hombre nunca ha descansado nunca tanto como hoy, ¡sin embargo el hombre el hombre nunca ha experimentado tanto el vacío como hoy! Las posibilidades de divertirse, de ir fuera, los cruceros, los viajes, muchas cosas no te dan la plenitud del corazón. Es más: no te dan descanso”.
Cuando el descanso no es sosegado, el ánimo se encuentra alborotado. Pierde la armonía interior y no encuentra sentido a su propia historia.
Cada uno tenemos nuestra propia historia. El domingo es un tiempo para elegir. El mal también nos acecha: no pensar demasiado para poder evadirnos en cualquier momento: “Dice el Señor en el Deuteronomio: «Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú tu descendencia». Esta elección es el «Fiat» de la Virgen María, es una apertura al Espíritu Santo que se pone tras las huellas de Cristo, aquel que se entrega al padre en el momento más dramático y toma sí el camino que lleva a la Resurrección”.