CRISTO AMA A LA IGLESIA II
La iglesia tendría una arruga menor si yo tuviera un pecado menos.
Cuando Lutero apremiaba a Erasmo de Rotterdam a que abandonase la Iglesia por los pecados de la misma, le contestaba: “Soporto a esta Iglesia esperando que llegue a ser mejor, pues también ella tiene que soportarme a mi esperando que yo llegue a ser mejor.”
Nosotros deberíamos pedir perdón a Cristo por tantos juicios desconsiderados y por tantas ofensas como hemos hecho a su esposa la Iglesia y por consiguiente a Él mismo.
Si a un hombre enamorado le decís que su esposa es fea o una cualquiera. No podéis hacerle una ofensa más grave. Quizás no podréis aguantar su ira. Es posible que este sea el fondo de la cuestión. ¿Cómo queremos a la Iglesia? Nunca somos ajenos a su vida y misterio. Soy una parte de la misma. Me duelen sus manchas como a un hijo. A todo hijo que ama de verdad, le duelen los defectos de su madre y no los saca al mercado público para su vergüenza. Y sabe que su madre no es perfecta. Si comenta sus limitaciones con sus hermanos, siempre lo hace a bajinis. Es su madre.
Personalmente sufro cuando veo en escritos de hijos de la Iglesia que no sólo airean sus pecados, sino que dan la impresión de que gozan de que existan. Si pueden meten el dedo en el ojo para más humillación.
No se trata de encubrir o disimular. La Iglesia avanza a pesar de nuestros pecados. La guía el Señor y no nosotros. Quien ama tiene un aire especial.
Saint-Exupery: “Pues soy uno de ellos, no renegaré de los míos, hagan lo que hagan. Yo no hablaré contra ellos delante de los extraños. Si es posible los defenderé… No haré jamás de testigo de cargo. Si me cubren de vergüenza, esconderé esa vergüenza en mi corazón y callaré. Un marido… una vez llegado a casa, dará rienda suelta a su cólera.”
Cuando en la casa de la Iglesia hayas hecho oración, llores amargamente y hayas reconocido tu pecado, el Señor te puede ordenar levantar tu voz contra las “lacras de la Iglesia”. No antes. Los santos han levantado su voz después de hacer esto. Y han aplicado a la Iglesia lo que Job decía de Dios. “Aunque me mate, yo esperaré”.
“Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella.” Así le demostró su amor. Si la amamos debemos gastarnos nosotros mismos por ella: nuestro tiempo, nuestro afecto, nuestras aspiraciones personales, nuestros proyectos, nuestros intereses .
<la Iglesia, al contrario, si Dios me pide esto es justamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con que lo he hecho hasta ahora, pero de un modo más adecuado a mi edad y a mis fuerzas.>> (Benedicto XVI)