Relato pandémico
por Carmen Castiella
La realidad que estamos viviendo nos desconcierta a todos. Por más que investigamos, no acabamos de comprender qué está pasando. A lo largo de estos meses, que ya son años, las autoridades han dicho una cosa y su contraria en nombre de la Ciencia, sin inmutarse. La presión social es tan enorme que es muy difícil discernir qué es verdad y que no. Por más que indagamos, no conseguimos interpretar correctamente la realidad, así que algunos se lanzan a interpretar al menos los signos de los tiempos. Están proliferando los falsos profetas, que nos inquietan y confunden, al tiempo que el Espíritu Santo sigue derramando el auténtico don de profecía. Debemos ser cautos porque el diablo maneja los hilos con guantes de seda y tener siempre claro que la lógica intelectual no es la lógica de la fe.
La presencia del Mal es cada vez más poderosa y evidente. Decadencia y caos nos rodean. Pero al Mal no se le combate con argumentos y datos, sino con armas espirituales. No podemos dedicar nuestro tiempo a indagar hasta encontrarnos cara a cara con el Mal. Es cierto eso que nos enseñaron de que con el diablo no se dialoga porque a nivel intelectual es muy superior a nosotros. A base de argumentos, nos maneja como quiere, enfrentándonos unos con otros, dividiendo familias y haciendo saltar por los aires grupos de whatsapp, terreno en el que mueve sus hilos con maestría.
Es más que nunca el tiempo de los pequeños. Ellos son los que pueden vencer al Enemigo porque su fuerza es Cristo, no su inteligencia ni su capacidad de análisis. Estamos ante una batalla espiritual de dimensiones cósmicas. No vamos a conseguir erradicar el Mal de este mundo a base de darle a la cabeza. Así solo nos damos cabezazos unos contra otros y acabamos todos heridos. Ni siquiera Cristo ha querido erradicar el Mal todavía. Trigo y cizaña crecen juntos. Es verdad que la cizaña ya alcanza dimensiones preocupantes y amenaza con ahogar el trigo. Es verdad que el misterio del Mal se nos está haciendo muy doloroso, pero la realidad es que Cristo no erradicó el mal temporal y nos dejó claro que su Reino no es de este mundo. De un modo misterioso deja actuar al mal cuando dice: "Ya se acerca el príncipe de este mundo...." Sin perder de vista que la Victoria es suya y que llegará un momento en que Cristo vendrá y el diablo será juzgado y "echado fuera".
Cada uno exponemos nuestra minúscula opinión en nuestros irrelevantes círculos de opinión y así se va sucediendo una inacabable secuencia de réplicas y contrarréplicas mientras el bicho se frota las manos. Cuánto desamor, cuánta falta de comprensión de unos a otros. No sabemos vivir seguros en la inseguridad. Solo por la Fe se puede, una vez que somos conscientes de que casi todo escapa a nuestra capacidad de control. La seguridad y la paz no nos van a venir por nuestro presuntamente superior conocimiento de la realidad, demasiado compleja y confusa en estos momentos, sino por la confianza en Dios y el amor a nuestros hermanos, no solo a los que están en nuestro "bando de opinión".
No somos pandilleros, somos hermanos. Y debemos elegir con prudencia y sabiduría qué batallas debemos librar hasta dar la vida y aquellas en las que no debemos entrar porque es más sabio dar un rodeo. Si somos fieles a la oración, no nos faltará el discernimiento para saber qué debemos hacer, conscientes de que la primera batalla será siempre contra nosotros mismos. Si hay algo claro, es que éste es un tiempo privilegiado de purificación y conversión personal.
Y no olvidemos que, aunque hay mucha oscuridad, todavía hay luz. Todavía hay belleza. Y, si no, acudid a una capilla de adoración eucarística. Allí nuestro Señor, como un Sol que viene de lo Alto, se derrama por igual entre hijos vacunados y no vacunados. A mí personalmente nada me da más fuerza que un rato en su presencia.
En tiempos oscuros, hay que estar atento a todo lo bueno, bello y luminoso que hay todavía en la realidad. Para mantener la cordura y la serenidad en nuestras vidas, debemos aparcar la tecnología. El móvil nos está haciendo daño. Estamos anestesiados, conectados pero aislados. Para despertar es necesario descansar y volver a conectar con la Naturaleza y con los demás de un modo real. Al menos el domingo, día del Señor, ayuno digital e inmersión en la naturaleza o en relaciones reales. Alabar a Dios por la creación nos saca de nosotros mismos y nos muestra la belleza que todavía hay en el mundo.
Paciencia hasta la venida del Señor. No dudemos de su poder. Él es nuestro Médico y nuestro Maestro, nuestro mejor amigo y nuestro Esposo del alma. Él es fiel y nos ha prometido que no nos dejará solos ni un solo día. Con San Pablo: "Un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso. Mi justo vivirá por la fe pero si se arredra le retiraré mi favor. Nosotros no somos gente que se arredra sino hombres de fe para salvar el alma".
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