Miércoles, 04 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Para el próximo sínodo están abiertas las apuestas


Por primera vez luego de décadas, obispos y cardenales volverán a enfrentarse sobre tesis radicalmente opuestas, en particular sobre el sí o el no a la comunión para los divorciados que se han vuelto a casar. Es el papa Francisco quien quiso reabrir la discusión, con un resultado imprevisible

por Sandro Magister

Opinión

El sínodo sobre la familia convocado en octubre en el Vaticano se asemeja en una cosa al papa Francisco: no deja prever cómo se desarrollará y mucho menos cómo terminará.

El Papa lo ha querido así: abierto a la libre discusión también en los puntos que más dividen, como por ejemplo si dar o no la comunión a los católicos divorciados que se han vuelto a casar con el rito civil.

Es necesario retroceder más de cuarenta años, a 1971, a los albores de la historia de este Instituto, para encontrar otro sínodo también palpitante, esa vez sobre la superación o no de la obligación del celibato para el clero de la Iglesia latina.

Después de una larga y encendida discusión, Pablo VI puso a votación dos soluciones contrastantes, entre las cuales debían elegir los padres sinodales.

La primera solución sostenía firmemente el celibato para todos sin excepción. La segunda reconocía al Papa la facultad de ordenar "en casos particulares, por necesidades pastorales y por el bien de la Iglesia universal" a hombres casados de edad madura y de vida ejemplar.

Venció la primera solución por 107 votos, mientras que la segunda obtuvo 87 votos. Pablo VI quiso que se publicaran los resultados de los votos, incluido el voto sobre el documento final del sínodo, que fue aprobado con 168 “sí”, 21 “sí” con reserva y 3 abstenciones.

Desde entonces la obligación del celibato no se volvió a poner oficialmente en discusión. Ningún otro sínodo se vio obligado a elegir entre opciones con tan neto contraste. El interés de los medios de comunicación por estas cuestiones se redujo a cero. Hasta este año.

En realidad, un estremecimiento que volvió a ser noticia tuvo lugar en 1999.

En el sínodo de ese año, el cardenal Carlo Maria Martini pidió que se convocara a una especie de concilio permanente, con sesiones a corta distancia sobre cuestiones candentes como la anticoncepción, el divorcio, el puesto de la mujer en la Iglesia.

"No soy un antipapa – dijo él – sino un ´ante´ Papa que se adelanta para abrir camino". Acertó, porque hoy hay un Papa de quien no se sabe qué piensa personalmente sobre las cuestiones suscitadas por Martini, pero las ha recogido a todas y las ha sometido a discusión.

Francisco ha comenzado haciendo distribuir, hace un año, un cuestionario de libre circulación sobre todas las cuestiones que se refieren a la familia, desde la anticoncepción hasta la comunión a los divorciados, desde las parejas de hecho hasta los matrimonios entre homosexuales. Y algunos episcopados nacionales, los de lengua alemana a la cabeza, divulgaron los resultados, suscitando expectativas de liberalización en la disciplina de la Iglesia.

Pero después, sobre todo, Francisco reunió en Roma, en el pasado mes de febrero, un consistorio de cardenales que funcionó como prueba general del próximo sínodo. ¿A quién confió la exposición introductoria? Al cardenal alemán Walter Kasper, ya en los primeros años de los ’90 partidario combativo de una superación de la prohibición de la comunión a los que se han vuelto a casar, pero derrotado y silenciado, en esa época, por Juan Pablo II y por Joseph Ratzinger.

De ese consistorio sólo se ha conocido la exposición de Kasper, todas las otras han permanecido en secreto. Pero a juzgar por las posteriores afirmaciones públicas de algunos cardenales, se supo que las resistencias a los cambios propuestos por Kasper han sido y siguen siendo amplias, aguerridas y acreditadas.

Entre los que resisten y que han salido del armario están los cardenales Gerhard L. Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Raymond L. Burke, Timothy M. Dolan, Marc Ouellet, George Pell, Fernando Sebastián Aguilar, Carlo Caffarra y Angelo Scola, todos ellos etiquetados generalmente entre los conservadores. Pero se sabe que para formar un bloque con ellos, contra Kasper, hay algunos cardenales con fama de progresistas, como el austríaco Christoph Schönborn.

Todos ellos se encontrarán en el sínodo para batirse a duelo sin ahorrar golpes con Kasper y sus no tan sólidos partidarios.

El hecho que también los "reaccionarios" Caffarra, Scola y Aguilar hayan sido llamados personalmente por Francisco a formar parte del sínodo ha enfriado bastante los entusiasmos por el actual Papa.

El jesuita americano Thomas Reese, ex director de la revista "America" y maestro de opinión muy escuchado, hincha fanático de Jorge Mario Bergoglio al comienzo de su pontificado, luego de este último golpe ha pasado definitivamente al campo adversario, contra lo que para él es traición de la revolución que se esperaba.

Pero la batalla recién ha comenzado. El inminente sínodo no traerá ninguna conclusión. Tendrá un segundo round en octubre de 2015, después de lo cual no será el sínodo sino el papa Francisco quien decidirá qué hacer.

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Contrariamente a lo que sucedió en el pasado, en el próximo sínodo ya no se distribuirán dos veces al día los boletines en cinco idiomas con los resúmenes de todas las intervenciones de los padres sinodales, redactados por ellos mismos.

Ni tampoco habrá sesiones informativas en restringidos círculos lingüísticos para los periodistas acreditados, por parte de observadores encargados de referir el desarrollo de la discusión.

Será únicamente el director de la sala de prensa vaticana, Federico Lombardi, con dos asistentes de lengua inglesa y española, quien tendrá diariamente una sesión informativa con todo el cuerpo de los periodistas acreditados.

Ha sido eliminado el aparato técnico que se preparaba en la vigilia de cada sínodo para la publicación del boletín en varios idiomas.

El riesgo es que con el próximo sínodo se repita lo que aconteció durante la primera fase del Concilio Vaticano II: una brecha creciente entre el sínodo real, mantenido en secreto, y el de los medios de comunicación, construido sobre informaciones intencionalmente filtradas por agentes interesados.

Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.
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