Francisco, Ratzinger y el peligro del «pelagianismo»
Las dos preocupaciones atribuidas a Papa Bergoglio por el sitio "Reflexión y Liberación" reflejan las palabras del predecesor
por Andrea Tornielli
Aunque, comprensiblemente, lo que llamó la atención del mundo de la comunicación fueron las palabras atribuidas al Pontífice sobre la corrupción en el Vaticano, sobre la existencia de un “Lobby gay” y sobre el hecho de que los religiosos no deben desanimarse cuando acaban en la mira del ex-Santo Oficio, la síntesis del diálogo que se llevó a cabo el 6 de junio pasado entre Francisco y la cúpula de la Clar (Confederación Latinoamericana de Religiosos) contiene pasajes interesantes sobre la Iglesia contemporánea. Como se sabe, los dirigentes de la misma Clar tomaron sus distancias con respecto a la publicación del texto «reconstruido» gracias a los recuerdos de los que participaron en el encuentro.
Las dos «preocupaciones» que el Papa habría expresado durante el diálogo con los religiosos latinoamericanos tienen que ver con el peligro del «pelagianismo» y del gnosticismo «panteísta». La primera alude a las doctrinas del monje irlandés Pelagio, criticadas por San Agustín y condenadas por el Concilio de Efeso en 451. Según la herejía pelagiana, el pecado original no habría contaminado verdaderamente la naturaleza humana, por lo que el hombre sería capaz de elegir el bien y no pecar por sí mismo sin la ayuda de la gracia. La vuelta del pelagianismo fue denunciada por algunas voces durante las últimas décadas, en relación con el hecho de que el “hiper-activismo” (la confianza en los planes y en los proyectos humanos, creer que la Iglesia es resultado de la acción humana) termina por vaciar la acción de la gracia y reduce completamente las capacidades del hombre.
Francisco, según las palabras que se le atribuyeron en la síntesis del diálogo con la Clar publicada en el sitio de “Reflexión y liberación”, habría hablado de una «corriente pelagiana que hay en la Iglesia en este momento», refiriéndose a los grupos «restauracionistas». «Yo conozco algunos –habría afirmado–, me tocó recibirlos en Buenos Aires. ¡Y uno siente que es como volver 60 años atrás! Antes del Concilio… Uno se siente en 1940…». Después, Francisco habría contado la siguiente anécdota: «cuando me eligieron, recibí una carta de uno de estos grupos, y me decían; “Santidad, le ofrecemos este tesoro espiritual; 3.525 rosarios”. Por qué no dicen rezamos por usted, pedimos… pero esto de llevar las cuentas…». El Papa habría contado este episodio y habría advertido que no pretendía ridiculizarlo de ninguna manera.
La alusión al mundo tradicionalista provocó inmediatamente la reacción indignada de algunos censores ratzingerianos, que inmediatamente subrayaron en internet la discontinuidad entre Francisco y Benedicto XVI. Sin embargo, estos censores se equivocan, porque fue justamente el entonces cardenal Joseph Ratzinger habló al respecto sobre el «pelagianismo de los píos». Durante un curso de ejercicios espirituales en 1986 (y publicados en 2009 bajo el título de “Ver a Cristo: ejemplos de fe, esperanza y caridad”, Jaca Book), afirmó: «La otra cara del mismo vicio es el pelagianismo de los píos. Ellos no quieren tener ningún perdón y, en general, ningún don de Dios. Ellos quieren estar en orden: ningún perdón, sino justa recompensa. Querrían no esperanza, sino seguridad. Con un duro rigorismo de ejercicios religiosos, con oraciones y acciones, ellos quieren procurarse un derecho a la bienaventuranza. Les falta la humildad esencial para cualquier amor, la humildad de recibir dones más allá de nuestras acciones y lo que merecemos. La negación de la esperanza a favor de la seguirdad ante la que ahora nos encontramos se funda en la incapacidad de vivir la tensión hacia lo que debe venir y abandonarse a la bondad de Dios. Así, este pelagianismo es una apostasía del amor y de la esperanza, pero, en lo profundo, también de la fe».
Es también muy interesante la segunda de las preocupaciones que habría expresado Francisco y que parece aludir a los pronunciamientos de la Congregación para la Doctrina de la Fe en contra de filosofías y corrientes de pensamiento que acaban «vaciando» la encarnazión. Se trata de la preocupación que tiene que ver con «una corriente gnóstica. Estos panteísmos...». El gnosticismo es un movimiento filosófico-religioso, particularmente difundido entre los siglos II y IV, que se encuentra particularmente presente en algunas tendencias como el “New Age”. Tanto el pelagianismo como la gnosis son «corrientes de élite», habría dicho el Papa, pero la segunda es «de una elite más formada. Supe de una superiora general que alentaba a las hermanas de su congregación a no rezar en la mañana, sino a darse un baño espiritual en el cosmos, cosas así… ¡Me preocupan porque se saltan la encarnación! Y el Hijo de Dios se hizo carne nuestra, el Verbo se hizo carne, y en América Latina tenemos carne para tirar al techo! Qué pasa con los pobres, los dolores, ésa es nuestra carne… El evangelio no es la regla antigua, ni tampoco este panteísmo. Si mirás a las periferias; los indigentes… ¡los drogados! La trata de personas… Ese es el evangelio. Los pobres son el evangelio...».
Las dos «preocupaciones» que el Papa habría expresado durante el diálogo con los religiosos latinoamericanos tienen que ver con el peligro del «pelagianismo» y del gnosticismo «panteísta». La primera alude a las doctrinas del monje irlandés Pelagio, criticadas por San Agustín y condenadas por el Concilio de Efeso en 451. Según la herejía pelagiana, el pecado original no habría contaminado verdaderamente la naturaleza humana, por lo que el hombre sería capaz de elegir el bien y no pecar por sí mismo sin la ayuda de la gracia. La vuelta del pelagianismo fue denunciada por algunas voces durante las últimas décadas, en relación con el hecho de que el “hiper-activismo” (la confianza en los planes y en los proyectos humanos, creer que la Iglesia es resultado de la acción humana) termina por vaciar la acción de la gracia y reduce completamente las capacidades del hombre.
Francisco, según las palabras que se le atribuyeron en la síntesis del diálogo con la Clar publicada en el sitio de “Reflexión y liberación”, habría hablado de una «corriente pelagiana que hay en la Iglesia en este momento», refiriéndose a los grupos «restauracionistas». «Yo conozco algunos –habría afirmado–, me tocó recibirlos en Buenos Aires. ¡Y uno siente que es como volver 60 años atrás! Antes del Concilio… Uno se siente en 1940…». Después, Francisco habría contado la siguiente anécdota: «cuando me eligieron, recibí una carta de uno de estos grupos, y me decían; “Santidad, le ofrecemos este tesoro espiritual; 3.525 rosarios”. Por qué no dicen rezamos por usted, pedimos… pero esto de llevar las cuentas…». El Papa habría contado este episodio y habría advertido que no pretendía ridiculizarlo de ninguna manera.
La alusión al mundo tradicionalista provocó inmediatamente la reacción indignada de algunos censores ratzingerianos, que inmediatamente subrayaron en internet la discontinuidad entre Francisco y Benedicto XVI. Sin embargo, estos censores se equivocan, porque fue justamente el entonces cardenal Joseph Ratzinger habló al respecto sobre el «pelagianismo de los píos». Durante un curso de ejercicios espirituales en 1986 (y publicados en 2009 bajo el título de “Ver a Cristo: ejemplos de fe, esperanza y caridad”, Jaca Book), afirmó: «La otra cara del mismo vicio es el pelagianismo de los píos. Ellos no quieren tener ningún perdón y, en general, ningún don de Dios. Ellos quieren estar en orden: ningún perdón, sino justa recompensa. Querrían no esperanza, sino seguridad. Con un duro rigorismo de ejercicios religiosos, con oraciones y acciones, ellos quieren procurarse un derecho a la bienaventuranza. Les falta la humildad esencial para cualquier amor, la humildad de recibir dones más allá de nuestras acciones y lo que merecemos. La negación de la esperanza a favor de la seguirdad ante la que ahora nos encontramos se funda en la incapacidad de vivir la tensión hacia lo que debe venir y abandonarse a la bondad de Dios. Así, este pelagianismo es una apostasía del amor y de la esperanza, pero, en lo profundo, también de la fe».
Es también muy interesante la segunda de las preocupaciones que habría expresado Francisco y que parece aludir a los pronunciamientos de la Congregación para la Doctrina de la Fe en contra de filosofías y corrientes de pensamiento que acaban «vaciando» la encarnazión. Se trata de la preocupación que tiene que ver con «una corriente gnóstica. Estos panteísmos...». El gnosticismo es un movimiento filosófico-religioso, particularmente difundido entre los siglos II y IV, que se encuentra particularmente presente en algunas tendencias como el “New Age”. Tanto el pelagianismo como la gnosis son «corrientes de élite», habría dicho el Papa, pero la segunda es «de una elite más formada. Supe de una superiora general que alentaba a las hermanas de su congregación a no rezar en la mañana, sino a darse un baño espiritual en el cosmos, cosas así… ¡Me preocupan porque se saltan la encarnación! Y el Hijo de Dios se hizo carne nuestra, el Verbo se hizo carne, y en América Latina tenemos carne para tirar al techo! Qué pasa con los pobres, los dolores, ésa es nuestra carne… El evangelio no es la regla antigua, ni tampoco este panteísmo. Si mirás a las periferias; los indigentes… ¡los drogados! La trata de personas… Ese es el evangelio. Los pobres son el evangelio...».
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