Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

¿Por qué canoniza Francisco a Juan XXIII?


Sin el segundo milagro, pero con la difusión del culto litúrgico y las "gracias" atribuidas a su intercesión, además de la petición de los padres conciliares

por Andrea Tornielli

Opinión

¿Cuáles son las razones que impulsaron a Papa Francisco a acoger la petición de la postulación de la causa de Juan XXIII para llegar a la proclamación de su santidad sin pasar por la verificación de un segundo milagro? La decisión del actual Pontífice fue madurando desde los primeros meses de su Pontificado, pues el 5 de julio de 2013 Francisco promulgó el decreto sobre el milagro por intercesión del beato Juan y aprobó contemporáneamente los votos favorables expresados por la sesión ordinaria de los cardinales y obispos de la Congregación para las Causas de los Santos para la canonización “pro gratia” del beato Juan XXIII. Decisión que fue ratificada dos meses después, el 30 de septiembre, por el Consistorio.

Se trata de un gesto muy significativo y de un procedimiento excepcional, pues, como se sabe, la actual normativa canónica prevé que un beato pueda ser inscrito en la lista de los santos solo después de la aprobación de un milagro atribuido a su intercesión y que se haya llevado a cabo después de su beatificación. Pero no es una novedad sin precedentes, dado que Juan Pablo II en 2000 dispensó del segundo milagro a los mártires chinos Agustín Zhao Rong y a sus 119 compañeros, proclamándolos santos. Entre las razones que llevaron a Wojtyla a tomar esta decisión destacan la enorme fama de los singos y milagros a ellos atribuidos después de la beatificación y la influencia particular que su memoria ejercía (y ejerce) en la perseverancia de la fe en contextos difíciles.

Los motivos que han llevado a Bergoglio a dar el mismo paso en relación con Juan XXIII se encuentran claramente expuestos en el libro de Stefania Falasca “Juan XXIII, en una caricia la revolución” (Rizzoli, 206 pp.), que fue citado ayer por el postulador de la causa como fuente indispensable para comprender la canonización del próximo domingo.

«Una canonización “pro gratia” no representa –escribe Falasca– ni un atajo, ni una simplificación, ni una decisión arbitraria». Para poder proceder con la canonización sin un milagro formalmente reconocido, «Bergoglio ha recibido favorablemente y ha hecho suyas las motivaciones presentadas por la Congregación para las Causas de los Santos, a instancias del postulador de la causa de Juan XXIII». En esta súplica, reproducida en la “Positio super canonizatione”, se lee: «La postulación pide humildemente y con confianza a Su Santidad la canonización de este Sumo Pontífice, que con su vida y su ejemplo ha marcado, de forma indeleble, la historia de la Iglesia».

Los motivos. Primero: «El recorrido normal de la casua hasta la beatificación (aprobación de los escritos, meticulosa reconstrucción de la vida, decretos sobre las virtudes y sobre el milagro)». Segundo: «La excepcional difusión del culto litúrgico (concedido por la Santa Sede a diferentes diócesis del mundo) y la fama “sanctitatis et signorum” que acompaña en el pueblo de Dios la memoria de Juan XXIII». Tercero: «La petición de los padres del Concilio Vaticano II, quienes, inmediatamente después de la muerte del Papa, desearon su inmediata canonización como acto del Concilio mismo». Cuarto: «La indiscutible actualidad de la figura y la obra de Juan XXIII».

«Las principales razones de la petición –escribe Falasca– son, pues, dos. La primera es la excepcional difusión del culto litúrgico ya dedicado al beato, que la Santa Sede concedió a diferentes diócesis del mundo y que ha, por lo tanto, configurado la memoria litúrgica de Juan XXIII desde ahora como la de un santo canonizado. A este culto se suma además una fama en aumento de los signos y milagros que acompaña en el pueblo de Dios la memoria del beato, tanto que a partir del día de su beatificación la postulación pudo recopilar numerosas señalaciones de todo el mundo sobre gracias y favores obtenidos por intercesión del beato, a menudo acompañadas de documentación médica».

La segunda razón importante fue expresada en la petición de un grupo de padres del Concilio Vaticano II, que, tras la muerte de Roncalli, pidieron su inmediata canonización como acto del Concilio mismo. «Una petición compartida por muchos otros padres conciliares y por multitudes de fieles, que desde entonces pedían no exigir los milagros rituales necesarios para proclamar santo a Juan XXIII. Ninguno de los candidatos a la canonización –concluye Falasca– cuenta con una excepcionalidad semejante».

En la “Positio” no faltan alusiones a la oportunidad pastoral de la canonización, que «podría contribuir a reforzar los vínculos del pueblo cristiano con la Sede Apostólica, al contemplar cómo el Señor eligió, una vez más, a un hombre santo; podría contribuir a consolidar la vertiente de las relaciones ecuménicas con las Iglesias protestantes y con la Iglesia ortodoxa, además de desarrollar aún más el diálogo con las demás religiones [...] podría subrayar con mayor énfasis el mensaje de la misericordia, de la ternura y de la bondad evangélicas, aludiendo la dulzira del perdón cristiano y el abandono confiado a la voluntad del Padre celeste; sería otra señal de la atención de la Iglesia por la fraternidad entre los pueblos, en un ardiente anhelo de paz entre las naciones, de solución no violenta de los conflictos, de una mayor distribución y más justa de los bienes de la tierra [...] Favorecería un discurso más ecuánime sobre las formas de religiosidad popular, a las que el beato (Juan XXIII) se acercó y en las que abrevó constantemente».

Se debe además considerar que en el expediente para la canonización que examinaron los teólogos, obispos y cardenales de la Congregación para las Causas de los Santos en julio de 2013 hay alrededor de unos 20 casos de curaciones consideradas particularmente interesantes. En 2010, por ejemplo, se registró el caso del rector párroco de la Saint Paul Cathedral de Pittsburgh, Pennsylvania, que atribuye a la intercesión del beato la cura del cáncer al páncreas que le habían disgnosticado en 2006. En 2007, también llegó a la postulación la documentación del diácono Arthur C. Donart, de Chicago, que indica la curación de un «síndrome mieloblástico inicial con anemia refractaria». El 3 de agosto de 2008, un anciano de Sète, Francia, contó que se curó instantáneamente de su ceguera. En 2007, la familia Morocho Sánchez, de Lima, Perú, envió a la postulación la documentación sobre una curación de «linfoma no Hodgkin de cuarto grado».

Claro, ninguno de estos casos fue verificado a través del recorrido canónico. Pero el elevado número de «constadadas curaciones», de gracias y favores obtenidos por intercesión de Papa Juan tras su beatificación tienen en común un valor significativo y atestiguan la continua difusión de la fama de su santidad. Una característica que, desde siempre, la iglesia considera necesaria para elevar a una persona a los altares.
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