La Navidad y su razón, el nacimiento de Jesús
Otro año, nuestras ciudades, pueblos, centros comerciales, grandes almacenes, mercadillos, pequeñas tiendas y hogares se engalanan ante la llegada de la Navidad. Pero en general, cada vez más, los adornos son figuras geométricas o indefinidas, mientras que los pastorcillos, angelitos, estrellitas y demás motivos realmente navideños suelen estar ausentes.
Hace ya años, nuestra presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, se limitó a desear Felices Fiestas de forma oficial, sin mencionar la palabra Navidad. Después, nos enteramos de que una comisaria de Igualdad de la Unión Europea había confeccionado un documento interno que, entre otras muchas cosas, recomendaba suprimir la palabra Navidad. Lo van consiguiendo, cada vez se usa más la palabra “fiestas” u otras expresiones, así, Ada Colau recurrió al “solsticio de invierno” y un rector de la Complutense felicitó usando “fin de otoño”. El objetivo, eliminar la palabra Navidad. Pero la cosa no se para ahí, también se quiere eliminar el belén o pesebre. Este año, han logrado que en la plaza de San Jaime en Barcelona, en lugar de un belén, haya una estrella de 20 puntas, a la que han bautizado con el nombre de Origen, que ha costado la friolera de 145.000 euros. El antiguo presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, decía que el belén podía resultar ofensivo a ciertas personas.
Ese es un argumento o excusa al que se suele recurrir, para justificar sus actuaciones y aparentemente mostrar una mentalidad abierta, pero no es así, la realidad es que los demás sí son intocables y respetables, pero los cristianos no contamos: si nos molesta, les importa un bledo. A mí no me molesta en absoluto que los musulmanes usen la palabra Ramadán o los judíos usen Hanukkah para algunas de sus fiestas. ¿Realmente hay alguien que se molesta por oír o leer Navidad? ¿Por qué ese empeño en hacernos renunciar a nuestra cultura y tradiciones? Desde la lógica y la tolerancia no se entiende esa postura. Pero está claro, hay muchos interesados en destruir las raíces cristianas en Occidente. Contra esa realidad hay que luchar con argumentos.
Volvamos a lo que celebramos. La Navidad conmemora el nacimiento hace más de dos mil años de Jesús (Cristo), el fundador del cristianismo, movimiento del que surgieron la cultura europea, las universidades (de Oxford a Salamanca, pasando por París y muchas más), el primer hospital del que se tiene conocimiento (fundado por San Basilio de Cesarea en el año 369), la ciencia moderna tal y como la conocemos, la Declaración de los Derechos Humanos y la democracia (se originaron en sociedades de raíces cristianas)...
Me voy a centrar en Jesús y comienzo mencionando dos posturas frecuentes:
1) Este personaje, según algunos detractores, no es más que un mito, un invento de sus seguidores y nunca existió. Sobre este particular, indicar que además de ser mencionado por los cuatro evangelistas y Pablo -personas que han sido examinadas de forma exhaustiva y crítica por numerosos investigadores, superando ampliamente todas las pruebas para ser considerados historiadores fiables-, también ha sido citado por otros, incluso enemigos del cristianismo, lo que le da un sello adicional de autenticidad. En este sentido puedo citar a Plinio el Joven, Tácito, Suetonio, Luciano de Samosata, Mara bar Serapión, Talo, Sexto Julio Africano, Flavio Josefo, Filón de Alejandría, el Talmud, etc. Hay más bibliografía antigua sobre Jesús que sobre Augusto, el emperador romano en el momento de su nacimiento en Belén, y sobre Tiberio, el emperador en el momento de su crucifixión y muerte. Se da la circunstancia de que Jesús de Nazaret es el personaje histórico antiguo mejor documentado en el mundo. Ningún intelectual mínimamente informado duda en la actualidad de su existencia.
2) Con frecuencia oigo sobre Jesús lo siguiente: "Sí, yo creo que existió y fue un tipo especial, digno de admirar, pero no es Dios". Respecto a este punto de vista, voy a recordar lo que decía C.S. Lewis, medievalista, escritor y académico de la Universidad de Oxford, en Mero cristianismo: afirmar que Jesús (Cristo) puede ser considerado un gran maestro y líder moral, algo aceptado por muchos ateos, es muy contradictorio e inconsistente desde un punto de vista puramente material y racional. A un hombre que dijera las cosas que dijo Jesús (se autodenominó hijo de Dios, afirmó su divinidad y ser el Mesías) se le consideraría un lunático, un loco total. Alguien que dice en serio que es Napoleón o el Cid terminaría en un manicomio. Si se atreviera a decir que es Dios, no sólo iría al frenopático, además nadie le prestaría atención, salvo que realmente lo pudiera demostrar con hechos. ¿Quién fue Jesús? ¿Un mentiroso? ¿Alguien que hizo ciertas reivindicaciones personales falsas para conseguir poder y gloria? ¿Se le puede considerar un loco que pensaba era el Hijo de Dios?
Voy a citar la opinión sobre Jesús de Napoleón y la de un médico del primer tercio del pasado siglo.
Napoleón no demostró en su vida una inclinación marcada al comportamiento religioso, pero no tenía un pelo de tonto y sabía valorar a la gente. Fiándome de su perspicacia, transmito lo que escribió sobre Jesús: “Conozco a los hombres y Jesucristo no es un simple hombre. No hay comparación entre Él y cualquier otra persona en el mundo. Alejandro, César y yo hemos fundado imperios. Pero, ¿en qué se basaba la creación de nuestros logros? Sobre la fuerza. Jesucristo fundó su imperio en el amor y en este momento, millones de hombres morirían por Él”.
El Dr. James Allan Francis escribió un poema en 1926, titulado One Solitary Life, que traduzco y resumo: si nos ceñimos a los Evangelios, Cristo nació de una familia pobre, en un pesebre en una aldea perdida, hijo de una campesina; creció en otro pueblo pequeño trabajando en una carpintería hasta los treinta, nunca fue a un colegio ni a la universidad; nunca tuvo una casa, durante tres años fue un predicador itinerante; jamás escribió un libro, nunca visitó una de las grandes ciudades de su época; las autoridades religiosas de su tierra no creían en él, no tenía credenciales para lograr el éxito, tenía sólo 33 años cuando murió; sus amigos lo negaron y abandonaron en el último momento, fue entregado a sus enemigos, condenado a muerte, fue torturado y crucificado entre dos ladrones; su única herencia fue su ropa y se la jugaron sus verdugos, lo sepultaron en una tumba que no era suya. Curiosamente, dos mil años después es la figura central de la humanidad y el líder de una buena parte de la misma. Todos los reyes juntos y sus ejércitos no han tenido tanta influencia como la de esta vida solitaria.
A lo dicho, añadiría que con sólo tres años de ejemplo y predicación, Jesús ha tenido más influencia en la humanidad que cualquier filósofo, ideólogo o líder de la historia, es el mayor influencer de todos los tiempos. No está mal para un pobre chico de aldea. ¿Es eso normal, o tiene la pinta de ser algo muy especial? Usted decide.
Les invito a informarse y meditar un poco sobre la Navidad y su protagonista principal.
Repartamos en estas Fiestas algo del amor que Él predicó y practicó con todo el mundo. Feliz Navidad a todos y de forma especial a las víctimas de la Gota Fría que hemos padecido recientemente, principalmente en Valencia.