¿Tiene más derechos el hijo que la madre?
¿Por qué el derecho a la vida del niño tiene que imponerse a la voluntad soberana de su madre, que puede ver truncada su vida por ese embarazo no deseado, quizás producido incluso de forma humillante para ella?
por Agustín Losada
La religiosa benedictina del monasterio de San Benet, Teresa Forcades i Vila, que además de teóloga también es doctora en medicina, es una religiosa comprometida con las mujeres. En realidad, diría mejor que es una religiosa comprometida con las posiciones feministas desde una posición original que ella denomina «teología feminista». En octubre de 2009 publicó un video titulado «Campanas por la gripe A» en donde denunciaba lo que a su juicio eran múltiples deficiencias en la gestión de la pandemia de gripe A, criticaba a la OMS, la fiabilidad y seguridad de la vacuna y a los laboratorios farmacéuticos encargados de su desarrollo, a los que denunció por buscar, a través de crear el pánico a nivel mundial, un aumento espectacular de sus beneficios. Hay que reconocer que vistos los resultados, algo de razón tenía esta monja en sus denuncias.
Pero no es de esto de lo que quiero hablar hoy. Me quiero centrar en la particular visión de esta mujer, que se ha manifestado en repetidas ocasiones a favor del aborto y que, como tal, ha sido utilizada por los grupos abortistas como icono para demostrar que incluso desde dentro de la Iglesia hay posiciones que reconocen el aborto como un derecho de la mujer. En este video grabado en Venezuela explica sor Teresa sus argumentos, que a mí me parecen muy pobres. Sinceramente tengo que decir que si una doctora en medicina y teóloga utiliza unos argumentos tan burdos para justificar el aborto, o no ha estudiado nada o no ha entendido nada de lo que ha estudiado.
La posición de sor Teresa parte de la trasnochada concepción marxista de la lucha de clases entre hombres y mujeres. Como solución a este conflicto, ella propone la teología feminista, que consiste en devolver la dignidad perdida a las mujeres, haciéndolas tomar conciencia de su valor, aunque ellas mismas no lo quieran aceptar.
En este sentido, se manifiesta a favor de los centros de planificación familiar, que considera una «levadura entre la masa» (así lo define ella) para promover la píldora anticonceptiva o el aborto como la solución para evitar a tantas mujeres situaciones «dramáticas», que en ocasiones las llevan incluso a la muerte (por llevar a cabo abortos en condiciones poco saludables). Desde su particular perspectiva, lo ideal sería que no hubiera abortos, pero ya que los hay, la solución no es evitarlos, sino legalizarlos para que se hagan de forma segura. Y sin criminalizar a las mujeres. Si dejan ustedes de lado el hábito «particular» que viste esta benedictina (en realidad, del hábito sólo conserva la toca), sus palabras las podría firmar la ministra Aído o Trinidad Jiménez. O cualquiera de las fervientes defensoras del aborto. Pero no. Es una monja. Y sus argumentos en nada difieren de los de los pro-abortistas.
Parece ser que sus superiores la llamaron al orden. El cardenal Rodé, prefecto de la Congregación para los Religiosos, escribió a la abadesa superiora de sor Teresa para pedirle que la exigiera manifestar públicamente su adhesión a los principios doctrinales de la Iglesia. Así, sor Teresa publicó una nota en la Tribuna del número de octubre de 2009 de la revista Foc Nou, en la que dice una cosa y su contraria, al intentar el difícil equilibrio entre nadar y guardar la ropa. Para empezar, no desmiente sus palabras en las que se manifestaba a favor del aborto y la PDD, que pueden ver en el video que les he enlazado. Lo que hace sor Teresa es manifestar sus dudas (que justifica porque «ningún católico -sea o no teólogo- debe tener miedo de expresar públicamente dudas razonables en relación a un asunto doctrinal, con la paz y la libertad propia de los hijos de Dios, como quien se siente y se sabe en familia, sin temer ser denunciado o descalificado»), pero aclarando que su duda no tiene nada que ver con el principio de defensa de la vida como don de Dios. Su duda es si puede ser lícito, según la ética católica, violar el derecho de autodeterminación de la madre para salvar la vida del hijo. Según su perspectiva, el derecho a la autodeterminación de la madre es el fundamento de la libertad: Se trata de su particular visión del principio de autonomía del paciente, que da razón de ser a la dignidad humana, en virtud del cual la persona humana no puede ser tratada nunca como un medio para conseguir un bien, por más elevado que este sea. Citando al teólogo Johannes Reiter, afirma que disiente con él en su afirmación de que el derecho a la vida tenga siempre preeminencia sobre el derecho a la autodeterminación. ¿Por qué?, se pregunta sor Teresa Es la misma pregunta que gentes de buena fe se plantean en muchas ocasiones: ¿Por qué el derecho a la vida del niño tiene que imponerse a la voluntad soberana de su madre, que puede ver truncada su vida por ese embarazo no deseado, quizás producido incluso de forma humillante para ella? Sin negarle el derecho a la vida al niño, sor Teresa piensa que la mujer, que ha estado sometida durante siglos al varón, ya es hora de que se libere y pueda tomar sus propias decisiones. Esto, y no otra cosa, es lo que permite dignificar a la mujer, cuando ella asume su autodeterminación sin límites.
Su posición la defiende comparándola con el caso de los donantes de riñón. Según ella, al igual que no se puede obligar por ley a la gente a donar uno de sus riñones, aunque gracias a eso se pudieran salvar muchas vidas de enfermos renales, tampoco se puede obligar a una madre a destrozar su vida llevando adelante un aborto no deseado, aunque ello implique que la vida del hijo no pueda seguir adelante.
Me permito explicarle a sor Teresa la gran diferencia entre uno y otro caso: En el caso de la donación de riñones, el posible donante no acaba con la vida de nadie si decide no donar sus riñones, incluso aunque conozca al enfermo y aún así no quiera darle un riñón. El enfermo renal muere por no encontrar un riñón compatible. Pero nadie le mata. Por el contrario, en el caso del aborto, la madre acaba directamente con la vida de su hijo al reafirmar su principio de autodeterminación. Si esto se considera aceptable, también lo será que la mujer acabe con la vida de su hijo drogadicto, que le destroza la vida, o de sus padres dependientes, que la impiden su desarrollo profesional o personal, o del marido maltratador, que la veja constantemente, aprovechando el momento en que estos duermen. La autodeterminación de la mujer, que es la clave de su dignidad, está por encima de la vida de nadie. Y todo lo justifica.
Como se puede comprobar fácilmente, cuando no se afirma el derecho a la vida por encima de cualquier otro derecho, todos los demás derechos pierden absolutamente su sentido.
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