Amados y liberados
Os confieso mi gozo al trasmitiros eta catequesis sobre los mandamientos. Son ideas claves de la vida cristiana que intento vivir en Renovación Carismática, a la que pertenezco desde hace muchos años. Para mí este encuentro con el Papa ha sido una gozada. Espero trasmitiros con alegría las vivencias que en mí han suscitado las palabras del Santo Padre.
El capítulo 20 del Éxodo, antes de decirnos las palabras salvadoras, dice: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud”. (Ex 20,2) “El Dios de Israel primero salva, después pide confianza. Es decir: el decálogo empieza por la generosidad de Dios. Dios nunca pide sin dar antes. Nunca. Primero salva, primero da, después pide. Así en nuestro Padre, Dios es bueno”.
En el capítulo 20 del Éxodo, antes de proclamar las Palabras, nos dice: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud” (Ex 20, 2). Puede parecer desconcertante este modo de iniciar las Palabras de salvación. “A menudo nuestras obras fracasan porque partimos de nosotros mismos y no dela gratuidad. Y quien parte de sí mismo, ¿dónde llega? ¡Llega a sí mismo! Es incapaz de hacer camino, vuelve a sí mismo. Es precisamente este comportamiento egoísta el que la gente define: ‘Esa persona es un yo, mi, conmigo y para mí’. Sale de sí mismo y vuelve a sí mismo”.
Nosotros fácilmente poneos el carro antes de los bueyes y nuestra espiritualidad se convierte en una obligación, no en una fidelidad amorosa. Anclar bien nuestra vida cristiana es fundamental para vivirla. “La vida cristiana es, ante todo, una respuesta agradecida a un Padre generoso… Poner la ley antes de la relación, no ayuda al camino dela fe. ¿Cómo puede un joven desear ser cristiano, si parimos de las obligaciones, compromisos, coherencias y no de liberación? ¡Ser cristiano es un viaje de liberación! Los mandamientos te liberan de tu egoísmo y te liberan porque está el amor de Dios, que te lleva adelante. La formación cristiana no está basada en la fuerza de la voluntad, sino en la acogida de la salvación, en dejarse amar: Dios salva a su pueblo en el mar Rojo; después en el Sinaí, les dice qué hacer. Pero aquel pueblo sabe que estas cosas las hace porque fue salvado por un Padre que lo ama. La gratitud es un rasgo característico de del corazón visitado por el Espíritu Santo; para obedecer a Dios, primero tenemos que recordar sus beneficios”.
Demos recordar los beneficios recibidos. Sobre todo, tener una experiencia de salvación. “Esto puede suceder. Podría ser que se mire dentro y se encuentre solo sentido del deber, una espiritualidad de siervos y no de hijos. ¿Qué hacer en este caso?” Como hizo el pueblo elegido. Dice el libro del Éxodo: “Los israelitas, gimiendo bajo la servidumbre clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud, subió a Dios. Oyó Dios sus gemidos y se acordó Dios de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel y se les apareció” (Ex 2, 23-25).
Tenemos que gritar al Señor como el pueblo de Israel en la esclavitud. Para que nos libere de las cadenas que nos atan al pecado: la falta de perdón, la impureza, etc. El Señor espera de nosotros ese grito para actuar como Dios. Nosotros no somos capaces de liberarnos, pero el Señor con la fuerza de su Espíritu puede realizar en nosotros ese milagro.