El siervo de Dios Ignacio González Serrano, joven párroco madrileño
Un mártir en La Encarnación de Ávila
¿Quién no conoce el Monasterio de la Encarnación de Ávila? Se le conoce por ser el lugar donde Santa Teresa pasó la mayor parte de su vida. Fundado en 1515, este cenobio es conocido porque en él ingresó Santa Teresa en 1535, donde fue primero monja y después priora. La celda que ocupó la Santa fue destinada a oratorio y más tarde a capilla.
Lo que tal vez no sepas, o cuando hayas visitado la Encarnación no te has dado cuenta, es que a los pies del altar de la Inmaculada (a la izquierda de la foto) se encuentra enterrado el siervo de Dios Ignacio González Serrano, párroco de Collado Villalba, asesinado in odium fidei en 1936.
IGNACIO GONZÁLEZ SERRANO
Hijo de Francisco y de María del Rosario, nació en Madrid el 15 de diciembre de 1907. Bautizado en la parroquia de Santa Bárbara. En 1922 ingresa en el Seminario Pontificio de Comillas (Cantabria), donde fue ordenado sacerdote el 25 de julio de 1932. Celebró su primera misa solemne el 7 de agosto de 1932 en el convento de la casa natal de Santa Teresa en Ávila.
Algunos problemas de salud lo retienen en Ávila algo más de un año en la casa paterna; aprovecha para obtener la licenciatura en Salamanca, dar clases de religión y ejercitar el apostolado de la pluma escribiendo artículos de prensa.
En 1934 es nombrado párroco de la Santísima Trinidad, de Villalba-Estación.
«¿Te mantienes en tu propósito de ser sacerdote?», le preguntaron a don Ignacio durante la quema de conventos de 1931. «¡Ahora más que nunca!», respondió.
De su temple martirial dan fe las palabras que un día les dijo a sus compañeros de prisión, admirados de la fortaleza espiritual que le permitía ayudar a todos sin ocultar su condición de sacerdote: ¿Sabéis dónde he aprendido a amar? En el Corazón de Jesús. (…) Si la vida es más dura, el amor se hace también más fuerte; y sólo este amor, cimentado en el dolor, puede llevar la Cruz de mi Señor Jesucristo.
El 18 de julio de 1936, le insistieron en que se marchara a Ávila para ponerse a salvo, con su familia, pero él respondió: No me cabrá el honor de ser mártir. El día 20 Ignacio es apresado. El 27 de septiembre, milicianos procedentes de Madrid se lo llevan a la Capital. Interrogado en la checa de Fomento, es conducido cerca de la villa de Vallecas, donde es asesinado y enterrado en el cementerio local.
Su vinculación familiar con Ávila llevó a que su cadáver fuese trasladado a Ávila, solar familiar, y enterrado en la iglesia del monasterio de la Encarnación.
Martirologio matritense del siglo XX [páginas 287-289].