Bienaventuranzas
BIENAVENTURANZAS
El capítulo tercero de <>, <>, tiene dos partes. La primera dedicada las Bienaventuranzas y la segunda al capítulo 25 de san Mateo. Hoy Bienaventuranzas.
Las bienaventuranzas revelan cómo vivió Jesús. Si las tomamos como nuevas obligaciones, así como el resto del Sermón del Monte, resultan una carga insoportable.
Para caminar como Jesús, loa discípulos habían recibido la vida nueva. Con ella son libres para obedecer al único Señor y para amar al prójimo como Jesús amó. El Sermón del Monte es la respuesta agradecida del discípulo que se siente salvado.
“Las bienaventuranzas de ninguna manera son algo liviano o superficial; ya que solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia su potencia y nos libera de la debilidad, del egoísmo, la comodidad del orgullo.”
En este sentido las bienaventuranzas son camino de santidad, no de opresión.
Imposible resumir todas las bienaventuranzas. Señalo algún aspecto que me ha llamado la atención en dos de ellas.
“Las riquezas no te aseguran nada. Es más: cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de sí mismo que no tiene espacio para la palabra de Dios, para a mar a los hermanos ni para gozar de las cosas más grades de esta vida. Así se priva de los mayores bienes. Por eso Jesús llama felices a los pobres de espíritu, que tienen el corazón pobre, donde puede entrar el Señor con su constante novedad”.
La pobreza de Jesús no llama a una pobreza sociológica, tampoco a una conformidad conservadora. Su pobreza es la de aquellos que ha puesto su confianza en el Señor y administran sus bienes como venidos de Él y saben compartir con los hermanos según sus posibilidades.
“Lucas no habla de una pobreza << sino de <> a secas y así nos invita también a una existencia austera y despojada”.
Quien se apunte a las bienaventuranzas se apunta a la incomprensión y a la persecución. Estas personas molestan. Si vivimos el Evangelio no podemos prender que todo a nuestro alrededor se favorable. La incomprensión tiene que llegar. “Recordemos que cuando el Nuevo Testamento habla de los sufrimientos que hay que soportar por el Evangelio, se refiere precisamente a las persecuciones”.
“Pero hablamos de persecuciones inevitables, no delas podamos ocasionarnos nosotros misos con un modo equivocado de tratar a los demás. Un santo no alguien raro, lejano, que se vuelve insoportable por su vanidad, su negatividad y sus resentimientos. No eran así los Apóstoles de Cristo. El libro de los Hechos cuenta insistentemente que ellos gozaban de la simpatía> mientas algunas autoridades los acosaban y los perseguían”.
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Las bienaventuranzas revelan cómo vivió Jesús. Si las tomamos como nuevas obligaciones, así como el resto del Sermón del Monte, resultan una carga insoportable.
Para caminar como Jesús, loa discípulos habían recibido la vida nueva. Con ella son libres para obedecer al único Señor y para amar al prójimo como Jesús amó. El Sermón del Monte es la respuesta agradecida del discípulo que se siente salvado.
“Las bienaventuranzas de ninguna manera son algo liviano o superficial; ya que solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia su potencia y nos libera de la debilidad, del egoísmo, la comodidad del orgullo.”
En este sentido las bienaventuranzas son camino de santidad, no de opresión.
Imposible resumir todas las bienaventuranzas. Señalo algún aspecto que me ha llamado la atención en dos de ellas.
“Las riquezas no te aseguran nada. Es más: cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de sí mismo que no tiene espacio para la palabra de Dios, para a mar a los hermanos ni para gozar de las cosas más grades de esta vida. Así se priva de los mayores bienes. Por eso Jesús llama felices a los pobres de espíritu, que tienen el corazón pobre, donde puede entrar el Señor con su constante novedad”.
La pobreza de Jesús no llama a una pobreza sociológica, tampoco a una conformidad conservadora. Su pobreza es la de aquellos que ha puesto su confianza en el Señor y administran sus bienes como venidos de Él y saben compartir con los hermanos según sus posibilidades.
“Lucas no habla de una pobreza <
Quien se apunte a las bienaventuranzas se apunta a la incomprensión y a la persecución. Estas personas molestan. Si vivimos el Evangelio no podemos prender que todo a nuestro alrededor se favorable. La incomprensión tiene que llegar. “Recordemos que cuando el Nuevo Testamento habla de los sufrimientos que hay que soportar por el Evangelio, se refiere precisamente a las persecuciones”.
“Pero hablamos de persecuciones inevitables, no delas podamos ocasionarnos nosotros misos con un modo equivocado de tratar a los demás. Un santo no alguien raro, lejano, que se vuelve insoportable por su vanidad, su negatividad y sus resentimientos. No eran así los Apóstoles de Cristo. El libro de los Hechos cuenta insistentemente que ellos gozaban de la simpatía
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