Verdad Olvidada
LA VERDAD OLVIDADA
El papa Francisco nos ha regalado un documento sobre la santidad: <<Gaudete el exultate>>. <> (Mt 5,12)
Primero hemos sido amados. Y amados con un amor infinito. Ese amor infinito se actualizó en la Pasión Muerte y Resurrección del Señor. Se nos donó personalmente en nuestro Bautismo. En él se nos perdona el pecado original, somos Hijos de Dios y nos incorporamos al Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Esta presencia de la Santa Trinidad. Su presencia nos hace santos. Es como una semilla, como una levadura que debe desarrollarse.
Si no entendemos esto, caeremos en las dos herejías que señala el Papa en el capítulo II: el gnosticismo y el pelagianismo. En ambos casos, la salvación viene por las propias fuerzas. Porque soy listo o porque mis obras son buenas.
Señala el Papa cuál es la verdad olvidada: “La iglesia enseñó reiteradas veces que somos justificados por nuestras obras o por nuestros esfuerzos, sino por la gracia del Señor que toma la iniciativa. Los padres de la Iglesia, aun antes de San Agustín, expresaban con claridad esta convicción primaria. San juan Crisóstomo decía que Dios derrama en nosotros la fuente misma de todos los dones antes de que nosotros hayamos entrado en el combate. San Basilio Magno Subrayaba que el fiel se gloría solo en Dios, porque <>”.
En el Concilio de Orange: “Aun el querer ser limpios, se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo”.
En el Concilio de Trento: “Se dice que somos justificados gratuitamente, porque nada de lo que procede a la justificación, sea la fe, sean las obras, merece la gracia misma de la justificación; porque si es gracia, ya no es por las obras; de otro modo la gracia ya no sería gracia”.
En el catecismo d ela Iglesia Católica: “Sobre pasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana”.
En el número 55 está la clave del documento y de la vida espiritual: “Esta es una de las convicciones definitivamente adquiridas por la Iglesia, y está tan clamente expresada en la Palabra de Dios que queda fuera de toda discusión. Así como el supremo mandamiento del amor, esta verdad debería marcar nuestro estilo de vida, porque bebe del corazón del Evangelio y nos convoca no solo a aceptarla con la mente, sino a convertirla en un gozo contagioso. Pero no podremos celebrar con gratitud el regalo gratuito de la amistad con el Señor si no reconocemos que aun nuestra existencia terrena y nuestras capacidades naturales son un regalo. Necesitamos <>”.
A partir del don podemos cooperar para desarrollarlo según la propia vocación.
“Lo primero es pertenecer a Dios. Se trata de ofrecernos a Él que nos ama primero, de entregarle nuestras capacidades, nuestro empeño, nuestra lucha contra el mal y nuestra creatividad, para que su don gratuito crezca y se desarrolle en nosotros”.
El papa Francisco nos ha regalado un documento sobre la santidad: <<Gaudete el exultate>>. <
Primero hemos sido amados. Y amados con un amor infinito. Ese amor infinito se actualizó en la Pasión Muerte y Resurrección del Señor. Se nos donó personalmente en nuestro Bautismo. En él se nos perdona el pecado original, somos Hijos de Dios y nos incorporamos al Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Esta presencia de la Santa Trinidad. Su presencia nos hace santos. Es como una semilla, como una levadura que debe desarrollarse.
Si no entendemos esto, caeremos en las dos herejías que señala el Papa en el capítulo II: el gnosticismo y el pelagianismo. En ambos casos, la salvación viene por las propias fuerzas. Porque soy listo o porque mis obras son buenas.
Señala el Papa cuál es la verdad olvidada: “La iglesia enseñó reiteradas veces que somos justificados por nuestras obras o por nuestros esfuerzos, sino por la gracia del Señor que toma la iniciativa. Los padres de la Iglesia, aun antes de San Agustín, expresaban con claridad esta convicción primaria. San juan Crisóstomo decía que Dios derrama en nosotros la fuente misma de todos los dones antes de que nosotros hayamos entrado en el combate. San Basilio Magno Subrayaba que el fiel se gloría solo en Dios, porque <
En el Concilio de Orange: “Aun el querer ser limpios, se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo”.
En el Concilio de Trento: “Se dice que somos justificados gratuitamente, porque nada de lo que procede a la justificación, sea la fe, sean las obras, merece la gracia misma de la justificación; porque si es gracia, ya no es por las obras; de otro modo la gracia ya no sería gracia”.
En el catecismo d ela Iglesia Católica: “Sobre pasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana”.
En el número 55 está la clave del documento y de la vida espiritual: “Esta es una de las convicciones definitivamente adquiridas por la Iglesia, y está tan clamente expresada en la Palabra de Dios que queda fuera de toda discusión. Así como el supremo mandamiento del amor, esta verdad debería marcar nuestro estilo de vida, porque bebe del corazón del Evangelio y nos convoca no solo a aceptarla con la mente, sino a convertirla en un gozo contagioso. Pero no podremos celebrar con gratitud el regalo gratuito de la amistad con el Señor si no reconocemos que aun nuestra existencia terrena y nuestras capacidades naturales son un regalo. Necesitamos <
A partir del don podemos cooperar para desarrollarlo según la propia vocación.
“Lo primero es pertenecer a Dios. Se trata de ofrecernos a Él que nos ama primero, de entregarle nuestras capacidades, nuestro empeño, nuestra lucha contra el mal y nuestra creatividad, para que su don gratuito crezca y se desarrolle en nosotros”.
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