Nuevo Misal (2)
POSTURAS. GESTOS. SILENCIOS
Nosotros los occidentales estamos acostumbrados a usar la mente como instrumento fundamental. Los listos siempre tienen privilegio, en principio. La vida enseña que no siempre es verdad.
Nuestra liturgia, por este motivo, resulta un tanto rígida. El cuerpo no acompaña a los sentimientos. Lo interior queda resguardado. En otras culturas no es así.
Nuestra actitud interior es la fundamental para participar en la Eucaristía; también el cuerpo es parte de la persona y debe acompañar los sentimientos del corazón.
La Asamblea reunida es la protagonista de la celebración: Sacerdote y fieles. Cada uno su protagonismo. Tiene importancia que toda la Asamblea manifieste unida su realidad. La Eucaristía es una acción eclesial y no está al capricho del que preside o del equipo de liturgia. Tenemos que comprender esto con gran fuerza y desterrar actitudes individualistas como rezar nuestras propias oraciones o marcharnos a marcharnos a la Capilla del Santísimo después de la Comunión abandonando la Comunidad.
Por este motivo se los dice: “En la celebración de la Misa, los fieles forman la nación santa, el pueblo adquirido por Dios, el sacerdocio real, para dar gracias a Dios y ofrecer no solo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, la victima inmaculada, y aprender a ofrecerse a sí mismos. Procuren manifestar eso mismo por medio de un profundo sentido religioso y por la caridad hacia los hermanos que toman parte en la misma celebración.
Eviten, por consiguiente toda apariencia de singularidad o de división, teniendo presente que uno es el Padre común que tienen en el cielo, y que todos, por consiguiente, son hermanos entre sí.
Formen, pues, un solo cuerpo, escuchando la palabra de Dios, participando en las oraciones y en canto, principalmente en la común oblación del sacrificio y en la común participación en la mesa del Señor. Esta unidad se hace hermosamente visible cuando los fieles observan comunitariamente los mismos gestos y actitudes corporales”.
De pie: Desde el canto de entrada hasta la el final de la oración colecta. Desde el aleluya hasta el final del Evangelio. Durante la profesión de fe y oración de los fieles. Desde la invitación Orad hermanos hasta la Consagración. Desde la Consagración hasta la Comunión y desde la oración final hasta la conclusión de la Misa.
Sentados: Durante la lecturas y salmo responsorial. Durante la homilía y ofertorio. Posible durante después de la comunión.
De rodillas: Durante la Consagración salvo enfermedad o causa legítima. Inclinación cuando el sacerdote se arrodille para estos últimos.
Gestos especiales: Son algunas acciones que se realizan dentro de la celebración. Procesiones que indican que somos un camino en marcha; la señal de la cruz que se realiza solo al comienzo y tres veces en el Evangelio. La inclinación de cabeza que el sacerdote hace repetidas veces; los fieles solo al acercarse a comulgar y cuando reciben la bendición final.
Silencio sagrado: Se trata de prepararnos interiormente para el acontecimiento que viene o meditar lo que ha sucedido. Antes del acto penitencial. Al terminar las lecturas o la homilía. Después de la Comunión guardando la intimidad con el Señor.
Sin duda es importante el modo de celebrar del sacerdote. Su estilo puede y debe contagiar a todos los fieles. Así se forma la Comunidad celebrante. Un solo Cuerpo ofreciendo a Jesucristo entregado y recibido. Para luego entregarnos nosotros también.
Nosotros los occidentales estamos acostumbrados a usar la mente como instrumento fundamental. Los listos siempre tienen privilegio, en principio. La vida enseña que no siempre es verdad.
Nuestra liturgia, por este motivo, resulta un tanto rígida. El cuerpo no acompaña a los sentimientos. Lo interior queda resguardado. En otras culturas no es así.
Nuestra actitud interior es la fundamental para participar en la Eucaristía; también el cuerpo es parte de la persona y debe acompañar los sentimientos del corazón.
La Asamblea reunida es la protagonista de la celebración: Sacerdote y fieles. Cada uno su protagonismo. Tiene importancia que toda la Asamblea manifieste unida su realidad. La Eucaristía es una acción eclesial y no está al capricho del que preside o del equipo de liturgia. Tenemos que comprender esto con gran fuerza y desterrar actitudes individualistas como rezar nuestras propias oraciones o marcharnos a marcharnos a la Capilla del Santísimo después de la Comunión abandonando la Comunidad.
Por este motivo se los dice: “En la celebración de la Misa, los fieles forman la nación santa, el pueblo adquirido por Dios, el sacerdocio real, para dar gracias a Dios y ofrecer no solo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, la victima inmaculada, y aprender a ofrecerse a sí mismos. Procuren manifestar eso mismo por medio de un profundo sentido religioso y por la caridad hacia los hermanos que toman parte en la misma celebración.
Eviten, por consiguiente toda apariencia de singularidad o de división, teniendo presente que uno es el Padre común que tienen en el cielo, y que todos, por consiguiente, son hermanos entre sí.
Formen, pues, un solo cuerpo, escuchando la palabra de Dios, participando en las oraciones y en canto, principalmente en la común oblación del sacrificio y en la común participación en la mesa del Señor. Esta unidad se hace hermosamente visible cuando los fieles observan comunitariamente los mismos gestos y actitudes corporales”.
De pie: Desde el canto de entrada hasta la el final de la oración colecta. Desde el aleluya hasta el final del Evangelio. Durante la profesión de fe y oración de los fieles. Desde la invitación Orad hermanos hasta la Consagración. Desde la Consagración hasta la Comunión y desde la oración final hasta la conclusión de la Misa.
Sentados: Durante la lecturas y salmo responsorial. Durante la homilía y ofertorio. Posible durante después de la comunión.
De rodillas: Durante la Consagración salvo enfermedad o causa legítima. Inclinación cuando el sacerdote se arrodille para estos últimos.
Gestos especiales: Son algunas acciones que se realizan dentro de la celebración. Procesiones que indican que somos un camino en marcha; la señal de la cruz que se realiza solo al comienzo y tres veces en el Evangelio. La inclinación de cabeza que el sacerdote hace repetidas veces; los fieles solo al acercarse a comulgar y cuando reciben la bendición final.
Silencio sagrado: Se trata de prepararnos interiormente para el acontecimiento que viene o meditar lo que ha sucedido. Antes del acto penitencial. Al terminar las lecturas o la homilía. Después de la Comunión guardando la intimidad con el Señor.
Sin duda es importante el modo de celebrar del sacerdote. Su estilo puede y debe contagiar a todos los fieles. Así se forma la Comunidad celebrante. Un solo Cuerpo ofreciendo a Jesucristo entregado y recibido. Para luego entregarnos nosotros también.
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