El Tortazo del Papa Francisco

Sin duda, será el tortazo más famoso de la historia.

   Al fondo, está la tragedia del Charlie Hebdo. A veces, es bueno dejar correr el agua, dormir las cosas con la almohada, antes de dar un juicio inmediato que puede chirriar unos días después.

    Primero las palabras del Papa:

   El Papa plantea la reacción inmediata que un insulto a la madre de cada uno puede provocar. Un tortazo para comenzar, nadie lo vería mal. Cuestión distinta es que como cristianos, incluido este caso, podamos presentar la otra mejilla y perdonar. Puede haber reacciones tan inmediatas que no quepa una mínima reflexión.

   Está claro que el Papa no quería provocar una respuesta a la violencia con otra mayor. Así lo manifestó el P. Lombardi en aclaraciones posteriores.

    El problema parte de otro planteamiento. Solo el derecho a la vida inocente es absoluto. Sin él todos los demás carecen de sentido en la persona.

    La libertad de prensa debe tener sus límites: el insulto, la calumnia, la mentira, etc. etc. No sirve decir que para eso están los tribunales, que están. Hay situaciones propagadas durante días que nunca pueden ser reparadas. Las sentencias pueden llegar tarde y siempre sin la amplitud del eco anterior.

   Tampoco podemos tragar con un laicismo combativo que ha señalado sus dogmas para el nuevo orden mundial. Lo suyo es intocable. Lo restante está a su arbitrio. Y uno de esos aspectos es lo referente a lo religioso. Hemos cedido demasiado. Y nos hemos contagiado del veneno de que la religión es algo interior sin relevancia alguna en la vida pública. ¡Cuántos practicantes comen cada día con amigos y compañeros no creyentes y no se atreven a hacer la señal de la Cruz antes de consumir las viandas! ¡Cuántos al salir de casa, observan a derecha e izquierda para contemplar la presencia de alguien! Condiciona que hagan la señal de la Cruz .

    Si nos entra miedo, nos arrollarán por cobardes. Con nuestras conductas y con todos medios lícitos hay que defender el honor de Dios, en público y en privado. Nunca justificar a los terroristas. Tampoco defender con nuestra indolencia a quienes insultan a Jesucristo el Señor. Los modos de hacerlo requieren prudencia pero no cobardía.

    No hay libertad para matar a las personas inocentes. Tampoco para las están en el vientre de su madre o la última etapa de su vida. Ni libertad para insultar y calumniar impunemente los sentimientos religiosos.

   Lo consentimos con nuestra pasividad. Si la religión se hace visiblemente insignificante con nuestra actitud, se la puede masacrar en cualquier momento.

   Basta ya de hacer el canelo. Junto a la actitud de perdón, el Señor nos dio Espíritu de Fortaleza.

    Hemos sido bautizados con Espíritu Santo no con vasilina.