Los Seminaristas del Papa francisco
Los Obispos franceses reunidos en Lourdes, determinaron convocar a sus Seminaristas como signo de comunión en la reunión anual de su Conferencia Episcopal.
El Papa les envía un saludo cordial junto con sus Formadores y Obispos. Le causa una especial alegría que se reúnan en Lourdes bajo la mirada de María en su Santuario, tan querido en todo el mundo.
La celebración del acto en Lourdes, le recuerda al papa Francisco la escena de Pentecostés, donde se encontraban los discípulos, después de la Resurrección de Jesús junto con María, su Madre.
Como es frecuente en otras ocasiones, el Papa les dirige tres palabras que deben orientar su formación. Es bueno que conozcamos cómo la Iglesia intenta formar a sus seminaristas. Y es bueno que nosotros nos apliquemos estas orientaciones en lo que tienen de vitalidad para algunas situaciones de nuestra vida.
FRATERNIDAD: “La fraternidad de los discípulos, la que expresa la unidad de los corazones, forma parte de la llamada que habéis recibido. El ministerio presbiteral no puede en ningún caso ser individual, y menos individualista.
En el seminario, vivís juntos para aprender a conoceros, sosteneros, a veces también a soportaros, con el fin de vivir juntos la misión y dar ese testimonio del amor gracias al cual se reconocen los discípulos de Jesús. Es importante realizar esta opción personal y definitiva de una verdadera entrega de sí a Dios y a los demás. Os invito, por lo tanto, a aceptar este aprendizaje de la fraternidad, poniendo en ello todo vuestro entusiasmo.
Esta orientación del Papa nos viene muy bien para el aprendizaje de amor y cariño en la familia.
ORACIÓN: “Juntos los discípulos rezan con María, esperando al Espíritu Santo. Vosotros habéis sido llamados por Jesús que quiere haceros participar en su sacerdocio para la vida del mundo. En la base de vuestra formación está la Palabra de Dios, que os penetra, os alimenta, os ilumina. Al rezar con ella, todo lo que aprendéis toma vida en la oración.
Os exhorto, por tanto, a vivir cada día largos ratos de oración, recordándoos cómo Jesús mismo se retiraba en el silencio o la soledad para adentrarse en el misterio de su Padre. También vosotros, en la oración es donde volvéis a encontrar la presencia amorosa del Señor y donde os dejéis transformar por Él, sin tener miedo al desierto que ella implica, a la noche que habitualmente la caracteriza”.
Sin la oración no podemos vivir nuestra vida cristiana. Y a veces entrar en oración es entrar en un desierto amoroso, pero desierto. Sucede a los seminaristas y a cualquier persona que entra en el misterio de Dios.
MISIÓN: “Por medio de vuestro bautismo, os habéis convertido en anunciadores del evangelio. Con la ordenación presbiteral, recibís el encargo e proclamar la Palabra, bajo la responsabilidad de vuestros obispos. Al prepararos para esta misión, recordaréis que es el último mandato del Señor: <
Os animo a aprender a conocer el mundo al cual seréis enviados y a grabar en vosotros la acción la acción de la salida de vosotros mismos, del encuentro con el otro. La preferencia por las personas que más se han alejado es una respuesta a la invitación del Resucitado que os precede y os espera en la Galilea de los gentiles. Yendo a las periferias, se llega también al centro”.
La oración, si es verdadera, nunca nos encierra en nosotros mismos. La experiencia cristiana de los grandes apóstoles.