La guerra del Papa Francisco
El Papa Francisco deja que su corazón se refleje en sus palabras. En pocas ocasiones lo ha hecho como en la homilía en Redipuglia. Allí donde se encuentra uno de los cementerios más nutridos de la primera guerra mundial.
Sin duda, la guerra es una locura. Así lo ha proclamado el Papa en un escenario significativo como pocos.
Comenzó reconociendo el extraordinario paisaje del lugar. Allí trabajan hombres y mujeres para que sus familias tengan un porvenir digno de personas.
Frente al designio de Dios de que el hombre coopere en el desarrollo de la naturaleza, la guerra destruye. “Mientra Dios lleva adelante su creación y nosotros los hombres estamos llamados a colaborar en su obra, la guerra destruye. Destruye también lo más hermoso que Dios ha creado: el ser humano. La guerra trastorna todo, incluso la relación entre hermanos. La guerra es una locura; su programa de desarrollo es la destrucción”.
El Papa Francisco señala después la raíz de la guerra: “La avaricia, la intolerancia, la ambición de poder… son motivos que alimentan el espíritu bélico, y estos motivos a menudo encuentran justificación en una ideología; pero antes está la pasión, el impulso desordenado. La ideología es una justificación, y cuando no es la ideología, está la respuesta de Caín: << ¿A mí qué me importa?>>. <<¿Soy yo el guardián de mi hermano?>>. La guerra no se detiene ante nada ni ante nadie: ancianos, niños, madres, padres… << ¿A mí qué me importa?>>.
Es necesario y vital vivir en comunidad… Exigimos a nuestras autoridades que nos protejan de los vándalos que, a veces, nos acechan. Y, al mismo tiempo nos desentendemos, fácilmente, de los que nos rodean. Los podemos tener en la puerta del mismo portal, en los compañeros de trabajo, incluso en la propia casa. La ciudad nos posibilita muchas cosas; también nos endurece el corazón. Nos aísla de los hermanos.
El Papa ha empleado palabras fuertes: “Sobre la entrada de este cementerio, se alza el lema desvergonzado de la guerra: << ¿A mí qué me importa?>>. Todas estas personas, cuyos restos reposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños… pero sus vidas quedaron truncadas. ¿Por qué? La humanidad ¿A mí qué me importa?
Hoy, tras el fracaso de una guerra mundial, quizá se pueda hablar de una tercera guerra combatida “por partes”, con crímenes, masacres, destrucciones…
Para ser honestos, la primera página de los periódicos debería llevar el titular: << ¿A mí qué me importa?>>. En palabras de Caín: << ¿Soy yo el guardián de mi hermano?>>.
Es lo contrario a la actitud evangélica. Él se encuentra en toda persona necesitada. Preocuparnos de ella es entrar en el cielo. Decir: ¿A mí que me importa?, quedar fuera.
Es de sabios reconocer los propios errores. “Es de sabios reconocer los propios errores, sentir dolor, arrepentirse, pedir perdón y llorar.
Con ese << ¿A mí qué me importa>>, que llevan en el corazón los que negocian con la guerra, quizás ganan mucho, pero su corazón corrompido ha perdido la capacidad de llorar. Ese << ¿A mí qué me importa?>> impide llorar. Caín no lloró. La sombra de Caín nos cubre hoy aquí, en este cementerio. Se ve aquí, Se ve en la historia que va de
Sin conversión adelantaremos poco. “Con corazón de hijo, de hermano, de padre pido a todos ustedes y para todos nosotros la conversión de corazón; pasar de este << ¿A mí qué me importa?>> al llanto…por todos los caídos de la <