Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Los Carismáticos del Papa Francisco

por Creo, Señor, aumenta mi fe

El día de la Ascensión del Señor, el papa Francisco habló a 50.000 mil carismáticos en el Estadio olímpico de Roma. Aquel espacio, testigo de tantos triunfos deportivos, adquirió un nuevo sentido aclamando a Jesucristo el Señor.

    El Papa descubre, una vez más, que él es un convertido a la renovación Carismática Católica. De pensar que era una juerguecita de samba, ha llegado a comprenderla como una corriente de gracia en la Iglesia. Cuando fue elegido Papa era el Obispo Consiliario  de la renovación Carismática Argentina.

    El discurso del Papa tiene algunas cosas curiosas. Comienza esta parte con unas palabras dirigidas a los sacerdotes, a los jóvenes, a las familias, y a los ancianos. Y termina con una oración que nos puede servir en ests semana de Pentecostés: “Señor, mira a tu pueblo que aguarda al Espíritu Santo. Mira a los jóvenes, mira a las familias, mira  a los niños, mira a los enfermos, mira a los sacerdotes, los consagrados, las consagradas, miara a nosotros, obispos, mira a todos. Y concédenos aquella santa borrachera, la del espíritu, la que nos hace hablar todas las lenguas, las lenguas d ela caridad, siempre cercanos a los hermanos y a las hermanas que tienen necesidad de nosotros.”

   Sorprenden las palabras dichas a la familia en este tiempo prosinodal: “Las familias son la Iglesia doméstica, en donde Jesús crece, crece en el amor de los cónyuges, crece en la vida de los hijos. Y por eso el enemigo ataca tanto a la familia: el enemigo  no la quiere. E intenta destruirla, busca que no haya amor allí. Las familias son esta Iglesia doméstica. Los esposos son pecadores, como todos, pero desean ir adelante en la fe, en su fecundidad, en los hijos y en la fe de los hijos. Que el señor bendiga la familia, la fortalezca en esta crisis con la que el diablo quiere destruirla”.

   En el discurso propiamente dicho el Papa Francisco recuerda a los carismáticos la importancia de la Palabra de Dios. La Renovación carismática es una gran fuerza al servicio del Evangelio, en la alegría del espíritu Santo. Habéis recibido el Espíritu Santo que os ha hecho descubrir el amor a Dios  por todos sus hijos y el amor a la Palabra. En los primeros tiempos se decía que vosotros carismáticos, llevabais siempre con vosotros una Biblia, el Nuevo Testamento… ¿Lo seguís haciendo todavía? Sí. No estoy seguro de ello. Si no, volved a este primer amor, llevad siempre en el bolsillo, en la bolsa, la Palabra de Dios. Y leed un trozo. Siempre con la Palabra de Dios”.

   El Papa insiste repetidas veces den la unidad. De hecho allí están presentes dos organizaciones a nivel internacional: ICCRS y Catholic Fraternity. También en España e Italia sucede lo mismo. El Papa nos dijo con toda claridad: “Buscad la unidad en la Renovación, porque la unidad viene del Espíritu Santo y nace de la unidad de la Trinidad. La división, ¿de dónde viene? Del demonio. La división viene del demonio. Huid de las luchas internas, por favor. Que no se den entre vosotros”.

     Termina el Papa con estas hermosas palabras: “Hermanos y hermanas, recordad: Adorad a Dios el Señor: este es el fundamento. Adorar a Dios. Buscad la santidad en la nueva vida del Espíritu Santo. Sed dispensadores de la gracia de dios. Evitad el peligro de la excesiva organización.

    Salid a la calle a evangelizar, anunciando el evangelio. Recordad que la Iglesia nació <>, aquella mañana de Pentecostés. Acercaos a los pobres y tocad en su carne la carne herida de Jesús. Dejaos guiar por el Espíritu Santo, con esa libertad; y, por favor, no enjaular al Espíritu Santo. ¡Con libertad!”

    “Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la Madre de Jesús y con sus hermanos”. (Hch 1, 14)

     “Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como  de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados.

    Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose  encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos del espíritu Santo y empezaron a hablar en otra lenguas, según el espíritu les concedía manifestarse”.  (Hch 2, 1-4)

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