El «credo» socialdemócrata
El «credo» socialdemócrata
por No robarás
"El Estado es Dios", que decía Ferdinand Lassalle, el gran profeta del estatismo socialdemócrata y fundador del movimiento socialista alemán. Desde entonces, y a lo largo del siglo XX, el estatismo ha ido avanzando como la religión del Estado, adoctrinándonos a todos a través de la escuela pública, la universidad pública, y los distintos programas de estudios también públicos que elaboran los ministerios de propaganda y educación. El Estado, entonces, difícilmente podrá ser un aliado de la Iglesia. Por su naturaleza tenderá a ser su rival.
La verdad dogmática que enseña el estatismo se podría presentar así:
Creo en un Estado Social, Democrático y de Derecho; único proveedor y garante del Bienestar. Conocedor de todo lo visible e invisible, de lo que nos conviene, nos hace felices, y de todo aquello que nos puede hacer mal.
Creo en un Estado todopoderoso, que por nosotros y por nuestra salvación, se arroga el derecho de redistribuir nuestros bienes con el fin supremo de alcanzar la igualdad total. Por ello, condeno como el peor de los pecados no pagar todos los impuestos que la Hacienda Pública, por nuestro bien, con violencia y sin miramientos nos quiera sacar.
Creo en el Banco Central, señor y creador del dinero; que desde su sede central es capaz de crear, ¡maravilla de la Historia!, tanto dinero como desee, sin más límite que su santa voluntad.
Creo en la Gran Banca, intocable e imperturbable, Primogénita del Estado, engendrada por su mismo poder, por la cual se financia con la ayuda del Banco Central; por la que todo es legislado y a la que hay que proteger, incluso, si fuera necesario, sacrificando a buena parte de la sociedad.
Confío en las burocracias estatales y en la máxima regulación estatal, que nos custodian contra las insidias del mercado y solucionan todos los males que nos puedan acechar. Únicas capaces de sacar al hombre de la barbarie, la ignorancia y la falta de solidaridad. Para ello me desentiendo de la libertad y responsabilidad personal
Niego que el Estado pueda fallar, que pueda ser presa de la corrupción o de los intereses de las oligarquías; y si el Estado fallare, ¡si el Estado fallare!, la culpa será del mercado que, por el contrario, solo puede fallar.
Este credo socialdemócrata se resume en una única «berdá»: el Estado nos lo alcanzará todo mediante la simple intervención estatal.
Con la caída del muro de Berlín en 1989, solo cayó una de las partes más escandalosas del socialismo rampante del siglo XX, el socialismo totalitario soviético. Pero todavía queda mucho «muro de Berlín» por caer. El socialismo, en su versión edulcorada socialdemócrata, campa a sus anchas, en particular por Europa, y con fuerza en España, donde ya se puede decir que Europa no es cristiana, sino socialdemócrata que aspira a la realización del Reino de Dios en la tierra mediante más Estado.
Y ante esto nos encontramos con la llamada «democracia cristiana», ¿un sincretismo difícil de casar?