¡Felizmente atrapados en el euro!
por No robarás
Quienes soñaron con la locura orwelliana de la «Unión Europea» (que no una Comunidad Europea, libre de ese invento egoísta del Estado moderno que son las fronteras) por suerte no tenían mucha idea de qué es el dinero. En su arrogancia creyeron que el dinero es y ha sido siempre una creación del poder político. En su proyecto de crear una unión política sobre unos pueblos con tradiciones milenarias sobre muchas cosas menos la de unirse políticamente, pensaron que la moneda única sería el primer paso en esa dirección. En su camino hacia el “Gran Estado Europeo”, primero se apoderarían de la soberanía monetaria, luego de la soberanía fiscal y por último de la soberanía total en su unión política.
Creando el euro, no como alternativa sino como sustituto de las antiguas monedas nacionales, sin duda quitaron a los Estados de la zona del euro la soberanía monetaria, pero ¡precisamente en aquello donde los Estados modernos no deben tener ningún tipo de soberanía ni poder discrecional!: en la creación de dinero.
Ahora están descubriendo que el poder político no es en absoluto necesario para que exista el dinero, que el euro puede existir perfectamente sin ninguna soberanía nacional o supranacional que lo «dirija», con tal de que sea capaz de crear confianza entre los ciudadanos que lo utilizan en el día a día.Se está demostrando que solo hace falta la unión fiscal o bancaria para mantener una moneda, si la intención es hacer trampas para crear «soberanamente» más dinero con el que tapar las irresponsabilidades.
Y si a esto añadimos que el euro cuenta con un «pastor alemán», el perro más grande de la eurozona, que ha padecido una hiperinflación dolorosísima en 1923 que no consigue olvidar y que, además, ahora no necesita inflar, los problemas para acercarse a la máquina de hacer euros para hacer todos los que políticamente se deseen no es fácil.
Y si a esto añadimos que el euro cuenta con un «pastor alemán», el perro más grande de la eurozona, que ha padecido una hiperinflación dolorosísima en 1923 que no consigue olvidar y que, además, ahora no necesita inflar, los problemas para acercarse a la máquina de hacer euros para hacer todos los que políticamente se deseen no es fácil.
Una vez creado el euro, los gobiernos de la eurozona ha quedado felizmente atrapados por él. Saben que quien lo abandone solo le espera o la ruina o la miseria, y para algunos países retroceder a situaciones económicas propias de una situación de posguerra.
Para un país sin credibilidad política ni económica, como España, sería un suicidio abandonar el euro. Sería el hundimiento de su economía en medio de una colosal fuga de capitales, y una fuerte inflación que obligaría a medidas muy costosas. Nadie, ni dentro ni fuera, aceptaría una nueva moneda nacida para ser devaluada y puede que mucho; y si nadie la acepta, el colapso económico es solo cuestión de tiempo y puede que no mucho. Además, tal abandono dejaría al país enfangado en pleitos nacionales e internacionales por la conversión de saldos a una nueva moneda que nadie quiere.
Un país fuerte, como Alemania, podría salirse y crear una nueva moneda nacional con más credibilidad que el euro y puede que tenga menos problemas, pero siempre quedará expuesto a las «devaluaciones competitivas» de sus antiguos socios, y su sistema bancario estará expuesto a pérdidas cuantiosas por sus inversiones en euros, lo que podría hacer quebrar bancos y arrastrar a la economía.
Así, el euro, y sus rigideces para poner de acuerdo a 17 bancos centrales en la creación de más dinero, entre ellos Alemania, está disciplinando a los gobiernos, haciendo patentes sus irresponsabilidades fiscales como nunca antes con las monedas nacionales, y obligándolos a rendir cuentas y dejar el poder como hemos visto en Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y España.
También el euro está trayendo «milagros políticos», como la reforma laboral o medidas para disciplinar el gasto público, que con las monedas nacionales hubiera sido del todo impensable. Y traerá muchos más mientras sigamos felizmente atrapados por el euro. Ya hay un sentimiento creciente en la ciudadanía de repulsa por el derroche autonómico, ¿se acabará por fin con ese disparate? Mientras estemos en el euro veremos más medidas que los políticos se verán forzados a tomar y que aumentarán nuestra creación de riqueza e independencia. Medidas que adelgazarán un Estado parasitario que chupa todos los recursos que puede para mantener más de 400.000 políticos que se dice que tiene España, y sus casi tres millones de funcionarios, algunos necesarios, pero otros que deberían realizar sus funciones en libre competencia para ofrecer el mejor servicio posible al precio más barato posible.
El euro se ha convertido en un aliado inesperado de la ciudadanía en su lucha por forzar a que el poder político suelte el control que tiene sobre la creación irresponsable de dinero y la acumulación plutocrática del poder.
Como ciudadanos, tenemos que hacernos fuertes con nuestro aliado. Tenemos que estar alertas contra los argumentos de quienes tienen interés en que el euro se rompa. Los intereses del dólar y la libra, por ejemplo, que viven irresponsables y felices inflando a placer, y no soportan a un «competidor» que lleve dentro de sí la disciplina monetaria. Por lo que, tarde o temprano, si sigue disciplinado, tomará la supremacía monetaria internacional. Como un putero que no puede soportar ver a su vecino vivir una vida familiar feliz en la más absoluta fidelidad conyugal, así anda la prensa económica anglosajona, arremetiendo con fuerza –incluso inventando noticias– para crear confusión, manipular la opinión y esperar que el euro caiga.
También hay que estar alerta contra los intereses de los propios gobernantes de la eurozona, absolutamente desinteresados por el bien común y solo preocupados por mantener y aumentar su poder (con pequeñas concesiones al bien común, para que no sea muy descarado). Cuando deseen y vean que no pueden inflar todo lo que necesitan para seguir comprando votos y seguir siendo unos absolutos irresponsables, sin importarles la miseria que crearán, como históricamente tampoco han sentido reparos en iniciar guerras destructoras, absurdas y sangrientas, nos tratarán de convencer de que es «en beneficio del pueblo» abandonar el euro. No, no es en beneficio del pueblo abandonar el euro. ¿Es en beneficio de ahorradores, trabajadores y pensionistas que verán como lo pierden casi todo? ¿A quién beneficia? Tan solo a los irresponsables que no quieren rendir cuentas en euros, sino en alguna moneda que puedan inflar a voluntad, en perjuicio de todos los demás.
El euro aún no es un modelo monetario perfecto, pues el poder político, aunque sea supranacional y disfuncional, sigue presente. Pero es un primer paso en la dirección correcta, no para alcanzar una Unión Europea, sino para ir liberándonos del control del Estado sobre el dinero, y, a partir de ahí, para seguir liberándonos de muchas cosas más.
¿Precipitará el euro la caída del otro «muro de berlín» que se ha levantado en torno a los bancos centrales y su poder omnímodo sobre la moneda?
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